Desde la ventana de la oficina del ministro de Modernización, Innovación y Tecnología Porteño, Andy Freire (45), se divisan las laderas del Parque Lezama, esas por las que varias generaciones bajaron a toda velocidad en caseros carritos con rulemanes o patinetas. Puertas adentro, esa postal nostálgica contrasta con la del “ministro del futuro”: sobre una patineta eléctrica conocida como “hoverboard”, impone un estilo de gestión más parecido al que popularizó Google. Menos muros, un trato horizontal y la mirada puesta en cómo hacer de la tecnología una herramienta para mejorarle la vida a la gente.
“Al principio me miraban como si estuviera loco”, admite Freire respecto a las modificaciones que propuso en el ex edificio Canale, hoy sede de su cartera. En el gran piso, que además de las distintas áreas incorpora bajo su órbita el Ente de Turismo de la Ciudad, confluyen monopatines para trasladarse por las oficinas, bicicletas eléctricas, drones, anteojos de realidad virtual e impresoras 3D. Salvando las distancias, es como desembarcar en un Silicon Valley —la meca de la tecnología mundial— pero a escala local y con el énfasis puesto en el servicio al vecino. En grandes cartulinas, gráficos, flechas y mensajes resumen en papel las aplicaciones que el porteño usará en breve desde su celular: cómo pedir un taxi y pagarlo con tarjeta de crédito, de qué manera combinar los diferentes medios de transporte de la ciudad para ahorrar tiempo o una guía para recorrer los principales puntos turísticos de Buenos Aires.
—¿Cómo nació la idea de convertir a parte del ex edificio Canale en una oficina estilo Google?
—Cuando asumí el cargo me contaron que había un plan de mudanza al edificio Canale. Cuando llegué y vi cómo estaba planeada la cantidad de oficinas, lo primero que hice por mi deformación profesional de emprendedor fue preguntarme cómo podía hacer para tener menos oficinas y más espacios abiertos. Desarmé salas de reuniones y armé espacios de sillones y mesas de ping pong, y lugares de encuentro y reflexión. Todo bajo la premisa del impacto positivo que tiene en la productividad de una persona trabajar a gusto y sentirse cómoda en su ambiente laboral.
—¿Cómo hizo para aplicar su mentalidad innovadora y dinámica a la gestión pública, más proclive a la burocracia y la resistencia al cambio?
—Horacio (Rodríguez Larreta) fue el que me bancó. Le dije que quería hacer unos cambios “locos” en la oficina y le expliqué que el 10% de los empleados públicos de la Ciudad se motivaba sin importar el contexto, mientras que el 80% sí se motivaba por el contexto. Desde ese lugar le pedí que me permitiera tomar algunos riesgos respecto a la estructura del edificio para generar un espacio donde la gente pudiera disfrutar, andar en patineta, jugar al ping pong, etc. Al principio, todo el mundo me decía que estaba loco porque creían que me iban a robar la paleta de ping pong, que me iban a sacar la red, y otras muchas cosas.
—¿Cómo ideó esta oficina modelo?
—Convoqué a un equipo de empleados y les pregunté: “¿Qué les gustaría que tuviera la oficina de sus sueños sin limitarse en su imaginación?”. Como las distancias son largas, uno dijo que le gustaría ir en patineta; otro poder jugar al ping pong; otro hacer meditación o zumba; también quedarse después de hora y hacer una actividad de reflexión. Les dije que todo eso se podía hacer, y me miraron como si estuviera loco. La cuestión era hacerlo.
—¿Cómo se traduce tanta innovación desde la arquitectura y del propio funcionamiento del ministerio en términos de servicio a la gente?
—La esencia del área es poner la innovación y la tecnología al servicio del vecino. Una de las cosas que me propuse fue romper el mito de que la tecnología y la innovación son algo lejano que no tienen que ver con la vida de la gente. Y la premisa que define todos mis proyectos es cómo darle al ciudadano una mejor calidad de vida, más tiempo, un trabajo o mejorar el que ya tiene, cómo aumentarle la productividad para ganar más trabajando menos tiempo. La tecnología es una herramienta que bien usada le mejora la vida a la gente. El secreto es hacer de la tecnología una herramienta útil para el vecino, no para el emprendedor tecnológico de Silicon Valley.
—¿En qué proyectos concretos trabaja?
—Trabajamos en cambiar íconos urbanos como el Autódromo, el Eco Parque y el Planetario, preguntándonos si ese activo de la ciudad estaba puesto al servicio del vecino de la mejor manera posible. Y la conclusión es que hay que innovar. También desarrollar la aplicación “Cómo llego”, que permite ir de un lugar a otro combinando el transporte público y la bajaron dos millones de personas. No tenés que ir más a preguntarle al kioskero. Estamos trabajando en un sistema para predecir cuándo va a llegar el colectivo a la parada, y también en la aplicación Taxi BA, que permite tomar un taxi y pagar con tarjeta de crédito. Es una solución legal desde el Estado para generar innovación responsable.
—¿Con qué otros fines usa la tecnología?
—También estamos usando la tecnología para educar. Lanzamos un programa que se llama “Codo a Codo”, que es una convocatoria a muchos de los “Ni-Ni” —jóvenes que ni estudian ni trabajan— para capacitarse en algo en lo que soy muy afín, como la tecnología. Entonces la idea es formarlos como programadores. Se anotaron 5.500 personas en el curso de programador de la ciudad de Buenos Aires que dura 10 meses. Hoy hay una demanda insatisfecha de programadores; en 2016 las empresas buscaron 3.200 programadores sin éxito. También ayudamos a gente a vender por Internet. Entonces, por ejemplo, asistimos a los vecinos de Los Piletones a que puedan vender sus productos en Internet. También hicimos el Portal de Empleo de la ciudad donde 200.000 porteños ya cargaron sus currículums y más de 1.300 empresas buscan personal.
—¿Es el ministro “loco” del Gobierno?
—No sé si el ministro “loco”, sino el innovador. Somos un gran equipo en el gobierno de Horacio y cada uno hace su aporte. El mío es dar una perspectiva de innovación que nos permita pensar cada área desde otra óptica, sea la salud, la seguridad o la educación del futuro.
—¿Los tiempos de la política ya se acomodaron a sus tiempos personales?
—La política le sigue sacando tiempo a la familia, pero es un entusiasmo que hace que mi esposa y mis hijos me banquen y me acompañen porque me ven feliz haciendo algo útil para la gente.
—La única contra es para sus hijos a los que le sacó la patineta...
—(Risas) Ellos son mucho más “techies” que yo y tienen lo último, que es la penny, una de esas patinetas viejas tipo “Volver al Futuro”, bien chiquita y de súper avanzada en términos de lo que ruedan. Van rapidísimo. Está bien que lo mío sea la innovación, ¡pero no me animo a tanto!
Por Diego Esteves
FOTOS: E. GIMENEZ/PERFIL