La ansiedad es parte de la vida cotidiana y no siempre se considera patológica. Es energía psíquica, emocional, que se expresa a través del cuerpo o de determinadas conductas.
La forma en que se expresa la ansiedad en la infancia difiere a la de los adultos y dependerá de la etapa evolutiva de cada niño o niña.
Los signos más frecuentes de ansiedad en la infancia son:
- Morder puños de la ropa, objetos o comerse las uñas
- Dificultades para concentrarse con un juego o tarea
- Necesidad de moverse constantemente
- Hambre excesiva y fuera de los horarios de comida
- Pesadillas y terrores nocturnos
- Caprichos, berrinches
- Dificultad para tolerar frustraciones
- Dificultad para completar un dibujo o tarea escolar
- Dificultad para respetar turnos de juego
- Preocupación excesiva por un mismo tema
- Irritabilidad
Tanto para adultos como para niños y niñas, un grado de ansiedad es necesaria para la vida saludable. Es una respuesta emocional a determinadas situaciones.
Algunas ansiedades son parte del desarrollo psicológico y emocional, como por ejemplo la angustia del 8vo mes, donde bebés lloran al ver un rostro diferente al de su mamá, papá o persona querida. Cada etapa del neurodesarrollo tendrá ansiedades y angustias características porque son un modo de respuesta emocional a lo que niños y niñas están viviendo y aprendiendo.
Para aliviar a nuestros hijos e hijas cuando padecen alguno de estos u otros síntomas de ansiedad, simplemente debemos hablar. Poner palabras ahí donde no las hay. Con mucho cariño tratar de abrazar a nuestro hijo o hija. Explicarle con palabras simples y adecuadas para su edad qué es lo que está sintiendo, por ejemplo: “estás enojado porque te salió mal el dibujo”, “estás nerviosa porque querés que llegue la hora del cumpleaños”, etc. Lo importante es que mamá, papá o la persona adulta pueda dar una explicación simple y clara de lo que el niño o la niña están viviendo.
Estas explicaciones son fundamentales, son el modo en que les transmitimos calma, alivio, y enseñamos a nuestros hijos o hijas a gestionar sus emociones, a unir sentimientos con pensamientos. A hacer procesamiento mental de determinados afectos.
Es muy importante respetar esa ansiedad, no asustarse, no enojarse. Si ante una frustración del niño o la niña los adultos cedemos ante su pedido, le estaríamos reforzando la intolerancia a las frustraciones.
Si ante un síntoma de ansiedad intentamos distraer a los niños y niñas, estaríamos aumentando la sensación de que las emociones son difíciles de manejar. No le enseñaríamos a expresar sus emociones sino a negarlas.
Si ante un signo de ansiedad intentamos llegar a “un acuerdo” como, por ejemplo: “deja de llorar y te presto el celular”, estaríamos dándole un poder y lugar al niño que internamente lo angustiaría más. Se calmaría en el momento, pero sin tener la capacidad para hacerlo.
Con paciencia y amor, simplemente debemos ser responsables de la situación, hablar, aliviar y guiar a nuestros hijos e hijas.
Si la ansiedad que muestra nuestro hijo o hija es excesiva o le causa inhibiciones, miedos, enuresis, trastornos del sueño, dificultad de aprendizaje, dificultad de relación con otros niños o adultos, debemos hacer una consulta con pediatría y psicología infantil.
De este modo vamos a cuidar, contener, aliviar y criar con amor.
Lic. Marina Halperin
Psicóloga MN.27032
Instagram: @marinahalperinpsicologa