A sus 62 años, Sergio Goycochea se mira al espejo y reconoce una versión de sí mismo que le resulta familiar y coherente. En una charla íntima con Héctor Maugeri para +CARAS, el arquero subcampeón del Mundo contó que su vínculo con el cuerpo nació en la infancia y nunca se quebró. “Me veo al espejo y me gusto. Tengo un cuerpo de deportista de elite”, dijo con la naturalidad de quien sabe lo que costó construirlo. Ese físico es, para él, una huella de continuidad más que una obsesión estética.
“Yo hago deporte desde los 8 años. Me siento bien porque toda mi vida me vi así” explicó. Con la misma serenidad agregó que no compite contra nadie: “Mi competencia es conmigo mismo”. Para Goyco, la disciplina siempre fue una forma de identidad, una manera de estar en el mundo. Y en esa coherencia también reside su bienestar emocional.
Sergio Goycochea y la relación madura con el paso del tiempo
“Lo estético está bueno porque me gusta verme bien” señaló, sin sobrecargar la idea de belleza ni convertirla en mandato. Para él, la edad no es una amenaza sino una etapa para ser vivida con inteligencia. “Tengo 62 pirulos” dijo entre risas, recordando la época en la que su cuerpo dependía del rendimiento deportivo. Hoy entrena, nada, juega al squash y va al gimnasio, pero no se priva del placer: “Si a esta altura no me puedo tomar una copa de champán o un whisky, por favor”.
Goycochea nunca perdió el vínculo con el público, ni siquiera cuando dejó el fútbol profesional. “Nunca experimenté el ocaso” dijo en otra entrevista, subrayando que sigue siendo reconocido en la calle, en las canchas y en cualquier restaurante. Esa permanencia se explica por un carisma que excede la pelota y por una trayectoria que lo convirtió en mito nacional desde el Mundial 90.
Sergio Goycochea, entre la gloria, la televisión y la familia
Tras su retiro, estudió periodismo deportivo y se convirtió en una de las figuras más respetadas del medio. Condujo programas, fue coconductor de Maradona en La noche del 10, recorrió el país dando charlas corporativas y se volvió una voz autorizada dentro y fuera del deporte. En lo personal, está casado hace 36 años, es padre de tres hijos y abuelo, un rol que describe como una experiencia “superadora de cualquier expectativa”.
Su vida, marcada por la popularidad repentina y por decisiones difíciles, se sostiene en valores que no negocia. Dice que nunca se fue de su casa en tiempos de crisis, que aprendió a manejar la fama hablando y sin perder el eje, y que todavía siente la misma responsabilidad que cuando atajó penales en Italia 90. Sergio Goycochea es, hoy, el resultado de una disciplina amorosa, una vitalidad intacta y un espejo que le devuelve al Goyco de siempre.
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