No se trata de luchar contra el tiempo. Tampoco de enfrentarlo. Se trata de transitar la vida y aprender en el agradecimiento. Ser conscientes de nuestros errores, para entonces sí, darnos la oportunidad de volver a empezar. Los cambios generan nuevas oportunidades. Y aunque el miedo y el dolor sobrevuelen en nuestras vidas, y con los años no tengamos la lozanía de los 20, saber vivir en el presente, y emocionarnos de nuestros logros, es alcanzar el milagro de nuestra inquietante identidad. Natalia Oreiro ya no es una niña. Celebró sus 40 años y se atrevió a fotografiarse sin maquillaje ni photoshop. Quizás como una manera –adulta, sincera y plena, poco común en el universo del showbusiness– de reconocerse sin luces ni sombras.
–¿Cómo se preparó para la llegada de los 40?
–No soy de las que piensan que cuando uno cumple años, necesariamente tiene que hacer un balance de su vida. Siempre intenté quitarle el número a las celebraciones. Quizás porque siempre pensé que la vida es un camino. Y en ese camino, uno recorre sueños y visualiza los deseos. A veces uno lo logra, y otra veces el universo no conspira a favor.
–¿Usted visualizó siempre su vida?
–Sí, siempre tuve una actitud muy positiva con respecto a la vida. Y aprendí, que más allá de los sueños, íntimos y profundos, las cosas suceden cuando tienen que suceder. Cuando uno está preparado y tiene la madurez suficiente para poder transitarlas. De eso se trata para mí la vida. Si bien no estoy ajena al tiempo que me toca transitar, estos cuarenta, también sé que no soy un número. Ni tampoco una edad, ni emocionalmente ni biológicamente.
–Pero en este transitar, ¿Sintió que algo en usted empezaba a cambiar?
–Si, y pasó. A mí me gusta mucho la astrología, la numerología y creo en los Planetas. Anualmente me hago las revoluciones, y creo que la Luna está muy ligada a la mujer, a las mareas… Durante este último tiempo iba notando que ciertas cosas que me sucedían estaban conectadas con mi revolución.
–¿De qué manera se manifestó en usted esas revoluciones?
–Para mí el año pasado fue uno de los más difíciles que tuve que atravesar.
–¿Por qué lo dice?
–Si bien fue un año muy exitoso desde lo laboral, filme y estrené la película “Gilda”, hice una gira por Rusia y presente mi documental en el festival de Moscú, el más antiguo del mundo, también fue un año muy dífícil porque me sentí emocionalmente agotada y físicamente muy cansada. Estaba mal. Dormía mal y no tenía energía. Todo me costaba el doble. Además, en medio de la película, decidí tomar la determinación de mudarme de casa. “Gilda” fue un proyecto que siempre soñé y desde el primer momento estuve emocionalmente y profesionalmente involucrada. No quería ni nunca pretendí hacer un hit, quise hacer un hecho cinematográfico. No me gusta hablar de mí como una artista, porque para mí los artistas son los que hacen obras de arte. Yo me considero intérprete, y en algunos casos, creadora. Lo que pasó con “Gilda” fue que se combinó lo popular con lo prestigioso. Yo estuve tres años seguidos en el Festival de Cannes. Y los tres años fueron para mi cumpleaños. No es casual. Donde uno inicia el año, es lo que te va a suceder el año siguiente.
–¿Cómo transitó el arrasador suceso de su película, con sus giras y presentaciones en Rusia, sosteniendo una familia en plena mudanza?
–La gente me preguntaba si estaba feliz por todo lo que me estaba pasando y yo no me sentía bien. Estaba agotada. Me costó mucho desprenderme de mi casa. Entendí que subestimé el proceso. Yo pensé: “Hay que cambiar, hay que renovarse, quiero darle a mi hijo un contacto con la naturaleza, no quiero viajar a mi chacra en el Uruguay para poder plantar mis verduras o mis flores, en ese sentido, esta casa ya no me completa”. Y me fuí. Cuando llegue a mi casa nueva, me quede paralizada. Me sentía otra persona. Tanto es así, que durante seis meses no abrí las cajas de la mudanza. Yo sólo armé el cuarto de mi hijo, saqué parte de mi ropa y dejé todos los muebles en la baulera. En mi habitación tenía el colchón en el suelo. Ni pinté. Todo el tiempo me preguntaba: “¿Y ahora hacia donde voy?”
–¿Encontró la respuesta frente a tanta incertidumbre de cambios y sensaciones?
–Supe que tenía cuatros planetas encima mío y eran los más fuertes. Entendí que tenía que finalizar etapas y darle inicio a otras. Esto provocó cierta debilidad en mí y esa sensación de agotamiento y sentir que no daba más. Ciertos planetas están para romper con barreras. Desprenderse de mochilas que uno lleva y son pesadas.
–En su vida cotidiana¿ Cómo se manifestó esta invación planetaria?
–Estaba muy confundida, leía muchos guiones de cine pero no terminaba de encontrarme en ninguno de ellos. Me ofrecían proyectos muy distintos y yo respondía que no me sentía con la energía de hacerlos. Necesitaba estar para adentro. Mirarme más yo…Empecé a hacer yoga, bioenergética, retomé mis clases de canto. Ocuparme con cosas que me nutrieran y tener mi propio espacio en el mundo Oreiro, que no es hacer 18 mil cosas por día. A otra persona, haciendo todo lo que siempre estuve acostumbrada a hacer, le agarra un surmenage. Es que siempre fui una mujer con tanta energía, que cuando siento que no estoy conectada con esa intensidad, siento que algo está mal. Mi crisis empezó antes, me preguntaba quien soy, que quiero, Me dolía el cuerpo. Subía las escaleras y no me podía mover. No creo en las casualidad sino en las causalidades.
–¿Por qué no pensar que lo que estaba mal era que usted agotó su energía abusando de manera intensa y desmedida de su capacidad?
–Por eso siento que ahora llegó el momento para empezar a modificarlo y realmente disfrutar. Pero es cierto, en el momento más pleno de mi vida profesional, cuando alguien me abrazaba para felicitarme por mi trabajo en “Gilda”, yo no tenía fuerzas para devolverle el abrazo ni decir gracias. Entonces me pregunté: ¿Cuál es el sentido de la vida si uno no está en el aquí y ahora, disfrutando de los logros por los que trabajaste tanto?”
–Típica reacción de quien se prepara para una crisis de cambio de década. Planteos y vivencias que son la antesala de lo que está por llegar...
–Obvio, yo siempre dije mi edad. Es más, muchas veces me agregué años porque siempre di un look mucho más juvenil. Pero juro que no esperé cumplir 40 para modificar algo de mí, los cambios llegaron solos. Ah, no, miento, si me prometí algo. Dejar los edulcorantes. Ahora consumo azúcar mascabado.
–Pero no puede dejar de consumir chocolates de manera compulsiva...
–Sí, son mi eterna debilidad.
–¿Cómo fue la íntima celebración de sus 40?
–Super linda… Nos fuimos con mi marido y mi hijo a Tulum. Me fui una semana, fue un viaje super especial. Estuvimos en las pirámides… Fue todo muy íntimo y espontáneo. Hay algo que yo tengo que modificar en esta nueva etapa de mi vida. Y es en hacer las cosas cuando tengo ganas de hacerlas. Porque durante muchos años, quizás por la profesión, u otro poco por la educación, siempre busqué la aceptación y que me quieran. Entonces, haces cosas por no defraudar al otro, olvidándote, en un punto, si lo que estas haciendo te hace feliz. Es muy pesado contentar a todo el mundo. Y te preguntas: “¿ Y yo…”? Lo que necesité fue empezar esta nueva etapa sin correr. Cerca de mi familia. Siendo yo en mi estado más puro.
–¿Cómo la acompañó su marido, Ricardo Mollo, a atravesar su crisis y esta nueva década?
–Con mucha paciencia. El es una persona especial. Es el hombre que amo y mi compañero de vida. Ricardo es un hombre muy sabio. Cada uno tiene su lugar de par, incluso en la crianza de nuestro hijo. Lo que yo encuentro en él, y que para mí es una bendición, además de ser mi compañero, mi pareja y mi amor, es que Ricardo es mi maestro. Y no tiene que ver sólo con la admiración que yo siento por él, de hecho, cuando salimos a la calle, de diez personas que nos paran, nueve son para hablar con él, y eso me llena de orgullo. Hace 17 años que estamos juntos, y a fin de año, vamos cumplir 17 años de casados.
–¿Por qué dice que Mollo es su maestro?
–Para mí hay gente que se encuentra en la vida para envejecer o para crecer. Yo claramente veo en él a una persona que crece. Que las pasó todas, que hizo lo que quiso, pero que me enseña todos los días. Cuando lo conocí él tenia 43 y yo 23. Ricardo es alguien que decidió ser feliz. Y ser feliz sanamente. El es un hombre que sabe mucho de alimentación, de lo que nutre al cuerpo, y se toma las cosas con una tranquilidad asombrosa. El jamás tranzó con nada. A él le han ofrecido muchas cosas muy diversas, pero si él no comulga con lo que siente, Mollo las deja pasar. A mi él me enseña mucho.
–¿Lo de ustedes es un vínculo donde el diálogo aún prevalece mas allá del tiempo y la convivencia?
–Sí, nosotros charlamos mucho. Bueno, primero fuimos amigos. Y teníamos muchas cosas en común, como el amor hacia las piedras. El apenas me conoció me regaló una turbalina. Yo lo conocí por intermedio de unos amigos. Conocía su música pero no a él. Lo primero que me llamó la atención fue su sonrisa. Después nos volvimos a encontrar en mi casa, donde yo había reunido a un grupo de amigos músicos para tomar clases de yoga. Por aquel entonces ya vivía en mi casona del pasaje Santa Rosa, y no tenía ni muebles. Mucho tiempo después Ricardo me confesó que me veía muy sola y que algo lo acercaba a mí para cuidarme, para ayudarme. Yo me enamoré perdidamente de él. El es un hombre muy dulce, super romántico, lejos del que se sube al escenario e imprime su look rockero. Sabe escuchar, es solidario. Al tiempo que nos conocimos le ofrecí que se quedara en mi casa. Yo me fui a una gira por Rusia, y cuando llegué, me preguntó como me había ido. Le contesté con liviandad. Tenia pánico que él se enterara el furor y la locura que había generado y me dejara.(Risas)
–¿Cómo logró alinear los planetas de su vínculo afectivo, entendiendo que ambos son personajes populares, poderosos y queridos por tanta gente?
–El mayor mérito es el de él, porque Ricardo me ayudó a crecer. Cada cosa que hago, con respecto a la música, por ejemplo, lo comparto con él y él me ayuda a hacerlo. Siempre me ha cuidado mucho y jamás fue cruel con sus comentarios, cuando algo no le gustó o no lo convenció del todo. Me cuida. Me ama. Lo amo.
–¿Se enamoró muchas veces?
–La única vez que me enamoré... de un amor real y profundo fue de Ricardo. Cuando yo tuve mi relación anterior (Se refiere a su noviazgo con Pablo Echarri) era muy chica, estaba enamorada, sí, pero de otra manera. Por aquel entonces estaba muy sola y su familia se convirtió en mi familia. Personas completamente distintas. Mi punto de vista acerca del amor fue siempre la de un amor romántico, nunca fue la de un amor pasional . Por lo cual, el amor romántico tiene que ver con la sensibilidad de las personas y eso es algo que no muere nunca.
–Y el sexo, ¿En qué plano lo ubica dentro de la pareja?
–Claramente lo sexual es importante, cuando uno ama a una pareja. Pero siempre para mí, fue importante el escuchar al otro, el poder mirarlo, tener detalles de romanticismo, de estar…Hay mucha gente que están muy bien en la cama pero después no se soportan. Hay gente que se hablan mal y encuentran un vínculo en un solo lugar. Para mí tiene que existir un Yin y Yang.
–¿De qué manera enfrenta las crisis cuando el yin y el yang confrontan o no se ponen de acuerdo?
–Ricardo tiene mucho carácter y te recomiendo que nunca lo veas enojado. Conmigo se ha enojado muy pocas veces y con mucha razón, pero fueron desencuentros mínimos. Yo soy muy polvorita pero siempre le huí a la confrontación y a la discusión salvaje. Jamás permití en ninguna de las relaciones que tuve un vínculo de gritos. Y esto tiene que ver con que mis padres jamás se manejaron con esos códigos y no es un lugar donde me sienta cómoda. Quizás, y lo asumo, tenga un toque de ironía que puede molestar, pero no me manejo a los gritos. Tengo humor negro y soy irónica. Creo que es mi manera de ponerle cierto humor a las cosas que no me hacen sentir cómoda. Soy exigente conmigo mismo y pretendo lo mismo del otro. Soy disciplinada.
–En la actualidad, ¿En qué estado se encuentra su matrimonio con Mollo, después de 17 años juntos?
–El sigue siendo un compañero excepcional y es un hombre hermoso. Tiene luz. Además, como padre, es super presente. Lo veo como se vincula con nuestro hijo y me vuelvo a enamorar.
–Su marido esta por cumplir 60 años en agosto…
–Si, y no parece. ¿Y sabes por qué? Porque su espíritu es el de una persona muy joven. Uno debería aferrarse al niño que lleva en su interior siempre.
–¿Lo sigue viendo seductor y sexy a Mollo?
–Siiii, todo el tiempo. Y no solo me genera a mi esa sensación de verlo sexy, cuando vamos por la calle, mujeres de todas las edades le gritan “Mollo te amoooooo”
–¿Y a usted le genera celos?
–Nunca tuve celos. Las personas no se quitan, las personas se van porque quieren. Que alguien admire a mi pareja no me representa un riesgo.
–¿A su marido le pasa lo mismo frente a los halagos masculinos?
–Siempre he tenido a hombres más celosos. En algún momento, y hace muchos años, Mollo me preguntó que pasaba cuando interpretaba una escena romántica. Yo le dije que para mí era un trabajo, ahora, si tenes piel con la otra persona, te pasa lo mismo que te pasaría a vos con otra mujer. Y si eso sucede, es porque algo no está funcionando en el vínculo. El amor, para mí, es algo más profundo que lo físico.
–Si tuviera que titular su propia entrevista ¿Con qué diría que se enfrentó al cumplir 40?
–El proceso de llegar a los 40 me enfrentó a superar mis propios límites y a creer más en mí por lo tengo adentro que por lo que tengo afuera. A lo largo de mi carrera y de mi vida, siempre intenté ser una mujer real, con todo lo que eso incluye. Aprendí a hacerme cargo de quien soy, porque quien soy me va a acompañar el resto de mi vida. Siempre supe que era más interesante, creativamente hablando, por dentro, que por la belleza que se podía ver por fuera. El precio de mi libertad fue siempre trabajar con mis propios límites para superarme y poder hacer cosas nuevas. Nunca quise ni pretendo convertirme en una copia de mi misma. No estoy en contra de las cirugías, pero para un actor, su instrumento, es su gestualidad.
–¿Pero alguna vez se sometió a una cirugía estética?
–No, nunca, a la única cirugía que me sometí fue a la de la apéndice. No tengo nada…
–¿Y cuando se enfrenta al espejo y se descubre alguna arruga, le molesta, le duele…?
–Siempre tuve marquitas de sonreírme, claramente no tengo la cara que tenía a los 20 ni a los 30, pero es lo que hay, y trato de cuidarme.
–¿Le duele envejecer?
–Sabes lo que mas me dolió en la vida, no envejecer, sino que desde muy pendeja me dijeran que tenía mucho ángel. No entendía lo que era eso, que me querían decir ni a que se referían. Me dolía que no me vieran como una actriz. Hoy, que a través de mi trabajo, logré que se me reconociera, quiero disfrutarlo en este tiempo, habiendo comprendido que es tener ángel y que es ser una actriz. ¿Sabés lo que me dijo alguien una vez?: “Te van a considerar actriz cuando no seas joven, porque ser joven y bonita no califica para el reconocimiento”. Hoy me amigué con los prejuicios y ciertos pudores. Alguien puso en palabras lo que finalmente comprendí.: “El ángel es algo que no podes trabajar, todo lo demás se aprende. Y el ángel, no te deja nunca. Y si algún día lo perdés, habrás perdido todo tu talento.” Entiendo que yo tengo un trabajo extraordinario con una vida ordinaria. Mi naturaleza es alegre, pizpireta y espontánea. La comedia me acercó a la gente. Ahora estoy por hacer en cine una comedia maravillosa y justamente tiene que ver con lo que estamos hablando, con enfrentar la crisis de los 40.
–¿Disfruta de su postura de diosa y mujer sexy?
–Disfruto de ir a los eventos como la Gala de Caras o los premios Martín Fierro, y además, disfruto mucho de todo el proceso, de la previa. Soy yo la que elige los zapatos, el vestido, que tipo de maquillaje llevar y que peinado. Lo vivo sin estrés. Camino las alfombras rojas y lo disfruto mucho. Pero en mi vida no soy así. Porque para mí, montarme como una diosa, es simplemente un juego. Jugar al mismo juego que jugaba cuando era chiquita y me disfrazaba en el Uruguay. Con mis 40 años, no me convertí en algo que no fui. Yo sigo siendo la misma, lavo los baños, cargo bolsas, limpio mi casa, y también soy la que se monta como una diosa y juego a ser una diva. Yo me encuentro muy bien en lo sencillo, vengo de una familia humilde, y aunque haya adquirido recursos, no me convertí en alguien de la alta sociedad. El buen gusto no tiene que ver con el dinero, sino precisamente con eso, con el buen gusto. La educación, para mí, no es saber como manejar un cuchillo en la mesa, sino sentir respeto hacia el prójimo.
–¿El dinero jamás la corrió de sus códigos y forma de vida?
–Yo desde los 12 años que trabajo. Ganaba más que mis padres. De los 12 a los 16 hice 36 comerciales en el Uruguay. Era la cola de todos los jeans del momento. Hacia desfiles y comerciales de ropa interior. El secundario lo hice a la noche. Y no lo terminé porque me vine a Buenos Aires.
–¿El hecho de no haber terminado el secundario lo vivió con cierta culpa o frustración?
–Es que me la pasé estudiando otras cosas, canto, baile, actuación…Depende de lo que quieras ser y hacer de tu vida. Yo siempre supe que quería ser actriz. Y mis padres me ayudaron y me apoyaron en este proceso. Lo mejor que ellos me dieron es libertad. Y siempre les estaré agradecida. Fueron estrictos, exigente, pero acompañaron mi deseo.
–¿Qué es lo menos le gusta de su cuerpo? ¿Tiene celulitis?
–Si, todas las mujeres tenemos celulitis, y no me gusta. Lo peor de mi cuerpo esta concentrado desde la cintura para abajo.
–Sin embargo siempre fue la chica de la cola…
–Si, pero mis piernas…nunca fueron mi mejor parte. No es que no me molesten mis arrugas, no quiero hacerme la superada. Es lo que hay y tengo que amigarme con eso. Claro que me gustaría plancharme la cara y no tenerlas, pero después me van a poner frente a una cámara y no voy a tener ninguna expresión.
–¿Cuáles son sus tips para cuidarse física y estéticamente?
–Todos los tratamientos que existen con laser no invasivos yo los pruebo en la cara y en el cuello. También me quito las manchitas de la cara con luz pulzada, punta de diamante y rodillos que generan calor y más colágeno. Pero también tomo mucho agua, polen reconvertido y una cucharada de bicarbonato de sodio por día. No como carnes ni fritos. Pescados muy de vez en cuando. Como mucha lentejas, para tener mucho hierro y mucha quinoa.
–Su hijo, ¿También tiene una alimentación tan cuidada y exigida?
–No, él no es vegetariano. Nunca lo fue. Siempre comió pescado desde muy chiquito. Cuando va a la casa de la abuela le hace milanesas y le encanta, pero sino no es un chico de comer mucha carne. Atahualpa ama las frutas, y yo, como mamá , no le reprimo nada. Si él va a algún cumpleaños, sabe que puede comer todo lo que quiera. Mollo come mucho pescado. Y yo jamás carnes rojas en toda mi vida.
–¿Es obsesiva con su cuerpo, detallista y exigente como cuando trabaja?
–Sólo cuando tengo que trabajar.
–¿Y cuando no lo hace?
–Le doy al chocolate y a las harinas. Puedo comerme cajas enteras…soy adicta desde chiquitita. Me encanta la repostería y todo tipo de cacao. Pero cuando tengo que trabajar me pongo las pilas y soy hiper estricta. Mi comida preferida es la pizza y mi postre preferido es el marquise de chocolate. Mi peso normal es entre los 56 y 57 kilos. Cuando tuve que componer “Gilda” adelgacé siete y cuando protagonicé “Infancia Clandestina” tuve que engordar cinco.
–Además de cultivar orquídeas, ¿Qué cosas le gusta hacer relacionadas a la naturaleza?
–Me gusta mucho plantar todo tipo de plantas. Cuando era chica, y tuve mi primer sueldo pensé, con este dinero, cuantos árboles podré plantar… Me gusta la tierra, ahora que me mudé voy a tener mi propia huerta en casa.
–¿Es coleccionista?
–La palabra coleccionista me queda grande, pero cuando algo me gusta, lo compro. Me encanta la porcelana rusa, y sobre todo en los colores azul y blanca. Mis fans me han regalado muchísimo. Cada vez que voy, puedo dejar en el hotel mi vestido de Valentino pero jamás mi porcelana rusa. También me gustan las mayólicas. Y adoro los sombreros de época.
–Pero usted no los usa...
–No, pero me encantan y me quedan muy bien. Soy cabezona, entonces lo que me pasa es que tengo muchos sombreros que me he comprado pero no me entran (Risas) También disfruto de las antigüedades y siempre voy a las ferias. Otra cosa que compro hace muchos años son inodoros antiguos.
–...
–Sí, la gente se ríe, pero no sabés lo que son, sobre todo los ingleses, pintados a mano. Tengo varios…sobre todo de los primeros inodoros que existieron. También vanitoris y mucho vidrio vitro.
–¿Qué le gusta comprar?
–Me gusta mucho la arquitectura y compro artículos de demolición. Me encanta la arquitectura antigua, la francesa y la inglesa ferroviaria.
–¿Es tan ansiosa como parece? ¿Lo que quiere, lo quiere ya?
-Soy, pero no tanto. Empecé a dejar las cosas que me generaban ansiedad. En esta última etapa de mi vida, lo que aprendí a reconocer y a aceptar es que si algo tiene que ser, va a ser, y si soy consecuente con eso, va a suceder en el momento que yo este preparada para recibirlo. Lo que sí es cierto es que soy hiper expeditiva. Si yo me comprometo con algo, desde ese instante, ya estoy creando, pensando en los detalles, en todo. También visualizo todo lo que hago, si me veo en el lugar, entonces lo puedo hacer. Ahora, si no logro verme en el lugar, por más que me ofrezcan lo que sea, yo no lo acepto.
–En la gala del Martín Fierro del año 2016 ganó el premio a la Mejor Actriz pero no se visualizó ganadora.
–Nunca pensé que me lo iban a dar, porque de haberlo visualizado, mi vestido hubiera tenido tres colas (Risas)
–¿Qué es la estética?
–Para mí es un juego y un ingrediente importante con el que yo puedo trabajar.
–¿Y la estética Natalia? ¿La personal y privada?
–Yo soy feliz con faldas amplias y de bambula. Me encantan las telas y las texturas. Siempre fui muy hippie y me encanta estar descalza.
–¿Se maquilla?
–Nunca. Jamás me maquillo sino trabajo. Por eso quería hacer este tipo de fotos, mucho mas despojada, mas parecida a la que soy y a como me siento ahora.
–¿Qué tiene ganas de mostrar?
–Tengo ganas de creer en mi, de poder decir, estoy en eje, soy esto, y tengo esto para dar. Desde lo personal, es estar en armonía con mi entorno y junto a mi familia. Disfrutar la vida. Soy una persona naturalmente muy gozadora, como mi signo, soy taurina. En la vida soy super sibarita, me encanta viajar por el mundo y me gusta vivir bien. Pero también puedo adaptarme a todo tipo de circunstancia. Profesionalmente, quiero sumarme a proyectos de otros que admire y que confíen en que yo pueda aportar algo. Pero en este momento, tengo la necesidad de crear algo personal. Estoy escribiendo dos historias y estoy muy entusiasmada con los resultados. Fundamentalmente porque creo en mi. Siempre fui de involucrarme en mis proyectos y dar ideas que funcionaron. Ahora quiero ser yo la generadora de lo que tengo ganas de hacer y de contar.
–¿Algo más para sumar en estos cambios frente a la llegada de los 40, además de creer en usted y tenerse confianza?
–Sí, poder decir, lo hice yo. Tiene que ver con sentirme más segura y más confiada. Me gustan muchos los cuentos sufíes y muchos de ellos han sido guías en mi vida y en mi carrera. Yo creo que cuando las oportunidades aparecen uno tiene que estar alerta. Y esto tiene que ver con estar en el lugar, en el momento y saber ver, percibir y aceptar lo que el universo nos da.
Por Héctor Maugeri
gabriel machado