Cumpliendo con la tradición de cada invierno, la familia real de Holanda se instaló en el exclusivo centro de esquí de Lech, en Austria, para disfrutar de unas divertidas vacaciones. Hasta allí llegaron Máxima (46), el rey Guillermo Alejandro (50) y sus hijas, Amalia (14), Alexia (12) y Ariane (10). Con la alegría y el optimismo que las caracteriza, las cuatro mujeres de la realeza holandesa demostraron, una vez más, lo unidas que son.
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Lejos de los malos recuerdos del lugar (allí sufrió un accidente fatal Juan Friso, hermano del rey, en 2011, cuando quedó sepultado bajo la nieve y permaneció un año y medio en coma hasta fallecer y Alexia se rompió una pierna esquiando), la reina y sus princesitas desembarcaron en el paradisíaco lugar dispuestas a romper con el “hechizo blanco”.
Con enormes sonrisas hicieron frente a los 13º bajo cero que marcaba el termómetro y mostraron la pasión que comparten por el esquí. Allí también Máxima volvió a sorprender con su trabajado físico al lucir el mismo equipo de dos piezas en tonos morados, que llevó en 2006, hace exactamente doce años.
A pesar que en el palacio hay siete asistentes que se encargan de supervisar vestuario, peinado, comida y todas las necesidades de las cuatro mujeres, aseguran que es la propia reina quien no descuida ni un solo detalle. Ella mantiene una cómplice relación con sus hijas, a quienes siempre se preocupó de educar “con los pies sobre la tierra”, como ella misma afirma. Además de darles la libertad de desarrollar lo que más les gusta en la vida. Por eso Amalia toca el violín, Alexia ama el ballet, el piano y la equitación, y Ariane, además de la música, es una apasionada de la natación y el yudo.
Y el punto que justamente une a toda la familia, es el esquí. Por eso cada jornada en Lech arrancó temprano para descender por las pistas profesionales en verdaderas competencias familiares. Por supuesto que tampoco faltaron los divertidos juegos en la nieve y las tiernas postales de mimos.
Fotos: AFP