Se suele dar por sentado que para ser artista hay que tener el ego por las nubes, bien desarrollado, y en algunos casos hay que saber disimularlo con una dosis de falsa modestia. Con Soledad Solita Silveyra (69) eso pasa a ser un cliché, por no decir una mentira. Su carrera empezó cuando era una veinteañera y no dejó de protagonizar éxitos en televisión, cine y teatro. Pero ella es como es y dice: “Si me pongo a ver todo lo que hice, me pongo a llorar a gritos. ¡¿Todo esto?! Casi sesenta años de carrera en esto, sí, muchos me dicen que fue grosso… Pero resumido: ¡es la nada misma! Mi psicoanalista preferido siempre me dice:‘¡Valore su construcción!’. Por supuesto, la mía es una linda carrera, pero todo pasa muy rápido. Creo que lo que vale es que somos los que somos: la familia. Además de mi público, por supuesto —le dice a CARAS la gran actriz, en la previa de una producción fotográfica exclusiva con sus nietos—. Soy buena gente, pero me falta creérmela un poco. Con la cuestión de la humildad... la humildad... la humildad... me fui de mambo. Creo que hay que creérsela un poquito más. Me va a costar, vamos a ver. Si a los ochenta me ves insoportable, espero que me digas si me fui de mambo para el otro extremo (Risas)”, agrega quien saltó a la fama en los ‘60 con la telenovela “El Amor tiene Cara de Mujer”; ganó premios ACE y Martín Fierro; y conquistó a los televidentes como conductora del reality “Gran Hermano” y jurado de “Bailando por un Sueño”.
Cuando la entrevistamos, está a punto de debutar con la obra “Dos Locas de Remate”, junto a Verónica Llinás, con dirección de Manuel González Gil (Teatro Astral). Transcurrieron solo tres meses de una experiencia traumática que debió atravesar y por la que no sabíamos en qué condiciones la íbamos a encontrar. Imaginábamos alguna secuela, aunque sea leve. Pero una vez más, al presentarse detrás de su emblemática y aniñada sonrisa, nos sorprende.“Estoy en un momento de la vida maravilloso, quizá porque nunca me imaginé que la vejez me iba a pegar tan bien. Tengo mis achaques, tuve un episodio que tomó estado público: un ACV que no se sabe en qué momento se produjo porque fue asintomático. De todas maneras tengo la carótida izquierda tapada. Debo cuidarme, dejé de fumar, engordé unos kilitos y acá estoy”, afirma.
“Solita” confiesa que el susto que se pegó cuando el último 8 de enero fue internada en el Sanatorio Otamendi, la obligó a tomar drásticas decisiones. “Vendí el auto, no se si me atrevo a manejar. Es algo que lamento muchísimo porque para lo único que lo usaba era para ir a ver a mis nietos. Tengo que empezar a caminar más. Habré subido 3 kilos y me preocupa. Pero además, tras el ACV me propuse disfrutar la vida y no hacerme tanta malasangre por todo. Hice un click. Pensé: ‘Me queda un 10 o 20 por ciento’, y entonces estoy disfrutando más. Ahora valoro lo que realmente importa”, dice.
Silveyra posa para el fotógrafo de CARAS con sus cinco nietos: Inés (13) y Clara (11)—de su hijo Baltazar (49) y su nuera Romina—; y Milos (9), Simón (6) y Río (4)—de su hijo Facundo (47) con su nuera Natalia—. Si “Solita” naturalmente transmite un aura luminosa, cuando está con sus nietos irradia una felicidad superlativa.“El abuelazgo me cambió radicalmente. Cuando fui abuela de mujeres, morí de amor. Porque yo no había tenido hijas mujeres y es otro mundo. Después, con los tres varones, ya tenía el ejercicio del abuelazgo, ¡pero eran tres varones y yo ya había criado a dos niños!”, comenta.
—Descríbame a cada uno de sus nietos: empecemos por Inés...
—Es mi nieta mayor, me emociono… (Interrumpimos la entrevista porque se le hace un nudo en la garganta y se le llenan los ojos de lágrimas). Yo compré mi departamento (su casa de Barrio Norte), cuando mi nuera estaba embarazada. Lo vi por primera vez y dije: “Acá Inés va a festejar la Primera Comunión”. Todavía estaba en el vientre de su madre. Mi hijo me escuchó y me dijo que estaba loca, que su hija lo iba a festejar en su casa. Pero terminó celebrándola en mi departamento. No sabemos cómo, porque yo dejé de insistir… La propia Inés pidió hacer la fiesta en mi casa. Esta niña es la persona más buena que existe en esta Tierra. Está preadolescente, te dice todo el tiempo: “No me importa, no me importa”. La estoy viendo crecer a pasos agigantados, me hace acordar muchísimo a mí cuando tenía su edad.
—Clarita…
—Es la persona que más me reta junto a mi hijo mayor. Me retaba demasiado porque fumaba, y ahora controla que no vuelva a hacerlo. También me reta por mi manera de expresarme. Dice que soy demasiado directa. Que las cosas hay que decirlas con más cuidado.“‘Tatita’, no podés decirle eso a esa persona”, es uno de sus retos. Dicen que Clarita es “la más Solita”. Tal vez sea la más parecida a mí porque es menudita, pícara y estudia teatro…
—Milos...
—Es un sol, un ser de una bondad mayúscula. Es muy inteligente, trabaja muy bien con las manos: arma robots.
—Simón...
—Es terrible, hermoso, con una vitalidad maravillosa.
—Río...
—Para mí es uno de “Los Tres Chiflados” (serie de TV). Si no se convierte en actor la pasa raspando.
—¿Todos la llaman “Tatita”?
—Sí. Son un lindo regalo de la vida, después de lo del ACV, quedás como… Pensás: “¿Cuánto me falta?”. Y todo lo que te humaniza es bienvenido. Ellos tienen una vida totalmente distinta a la que tuve yo, que debí salir a la calle a laburar desde muy chica. Con ellos voy a remar o a la plaza… Los varones ni se enteraron de que soy actriz, solo ven que me piden fotos por la calle. Ellos no me han visto actuar. Las mujeres sí, tienen la experiencia de Carlos Paz, del “Bailando…”. Las dos estaban felices de la vida cuando me veían en la tele. Yo entraba con ellas al colegio y era Gardel (Risas). Se me venía todo el mundo encima.
Soledad Silveyra tuvo grandes amores: José María Jaramillo (el padre de sus dos hijos); el actor Miguel Angel Solá; el escritor e historiador David Viñas; el ex vicepresidente de la Nación, Carlos “Chacho” Alvarez; el ex Ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi; el iluminador de TV, Mariano Franco; y un remisero llamado Héctor (algunos bastante mayores que ella, y otros bastante más jóvenes). Cuando se le pregunta si hay espacio en su corazón para una nueva relación sentimental, afirma: “Mirá lo que te dice la vieja: hasta que no me vea físicamente ‘10 puntos’, no. Pero no estoy muy lejos de gustarme. Igual a mí me cuesta mucho gustarme, soy muy crítica”.
—¿Qué tendría que tener un hombre para seducirla en esta etapa de su vida?
—Aunque sea veterano, algo de facha tiene que tener (Risas). Me gusta el hombre clásico, con el que pueda hablar de política, de la sociedad, que cultive el valor de la conversación, de lo filosófico… A mí el hombre me entra más por la cabeza. Puede ser feo. He tenido feos, pero muy inteligentes. O graciosos… No hay nada más lindo que un feo gracioso.
—Si le ofrecen una vacuna contra el Covid por ser famosa, ¿Aceptaría?
—No me la daría si no me corresponde, porque pienso en la persona de 80 años que no la tiene. Todos alguna vez hemos ido a ver a un comisario para apurar un trámite. Siempre existieron las oficinas VIP y lo puedo entender en algún tipo de cosas, aunque no se deberían aceptar en ningún caso... Pero esto de la vacuna (el llamado Vacunatorio VIP) me duele profundamente porque además nos deja mal parados frente al mundo.
—¿La experiencia límite de salud que atravesó la hizo pensar en un Más Allá?
—No creo en el Más Allá. Igual pienso que cuando sea el momento voy a estar “espiando” a todo el mundo y viendo cómo siguen creciendo mis nietos. Tengo esa ilusión de poder estar mirándolos y poner la varita mágica cuando sea necesario…
—¿Le teme a la desaparición física?
—No tengo miedo, soy pro-eutanasia total y absolutamente. Ya tengo coimeados a varios si tengo que necesitarla (Risas). Nunca me enganché con nada religioso, soy “pura cabeza”. En los momentos límites la fuerza la saco de mí misma, de mi resiliencia. De que quiero estar bien, de que no tiene sentido estar mal porque ya he pasado bastantes momentos malos. No tengo más ganas (su madre se suicidó, entre otras experiencias traumáticas). Y también es muy importante la gente con la que estás. Las energías: las siento. Cuando uno se pone a trabajar en eso desde el sentir, aparecen cosas muy hermosas. No sé si decirlo porque esta nota la van a leer mis hijos y nietos… Pero bueno: ¡Hay distintos orgasmos en la vida! En el plano emocional, intelectual, arriba del escenario… Con una misma. O el haber tenido un ACV asintomático (Carcajadas), porque yo imaginaba que por lo menos iba a quedar con la cara torcida. Y hoy me miro al espejo y estoy bien. Bueno, por todo esto hay que agradecer.
—“Solita”, ¿Por qué sigue pensando que la vida vale la pena?
—Porque estoy de pie, simplemente de pie. Miro el cielo, miro el árbol, estoy de pie. La vida vale la pena cuando uno está de pie, para todo. Para la que venga…
Prod Sol Miranda