Paradójicamente, a Alejandro Bengolea le incomodaba el rol de heredero del poder y el dinero de su abuela. Desde la muerte de Amalita Fortabat, en febrero de 2012, recibió gran parte de la fortuna que la “dama del cemento” repartió aún en vida. El grado de responsabilidad y algunas de sus posesiones lo ponían en una situación en la que no se sentía a gusto.
Hijo de Inés de la Fuente y Julio Bengolea, el empresario, productor agropecuario y coleccionista de arte falleció a los 49 años, después de una intensa lucha contra un cáncer de timo que precipitó su dolorosa muerte, el martes 21, en su casa de Avenida Del Libertador, donde se realizó un íntimo velatorio. A pesar de haberse tratado en Houston, Estados Unidos, finalmente, se operó en la Argentina aunque el avance de la enfermedad se tornó irreversible.
Bengolea fue educado como un niño prodigio y, como el nieto mayor de Amalita, en él recayeron todas las atribuciones de ser su sucesor ideal. Es que a pesar de estar rodeada de los economistas más influyentes, Fortabat siempre tuvo en claro que el rumbo del negocio familiar debía quedar en manos de alguien de su misma sangre.