Más allá de que es importante poder aceptarnos de mal humor y no ponernos en constante pelea interna con nosotros mismos cuando estamos tristes y enojados, a veces nos falta motivación, la energía necesaria para salir al mundo y enfrentar lo que nos esté afectando en ese momento. Muchos sabemos lo difícil que es salir a trabajar, mantener una vida social, incluso a veces cumplir con actividades básicas como alimentarnos, bañarnos, descansar cuando nos sentimos bien bajoneados. En todo tratamiento terapéutico siempre va a ser importante hacer una correcta conceptualización del caso, porque a veces (no siempre) va a haber un diagnóstico diferencial. Otro de los puntos que deben poder responderse es el que respecta a los factores protectores del paciente. ¿Cómo podemos distinguirlos? Los factores protectores pueden ser personas, animales, lugares, actividades, aromas, colores, sonidos, sabores… no tienen que ser demasiado complejos. Por lo general, son aquellos que más se identifican con nuestros valores, creencias, los que conforman nuestra esencia o “marca personal”. Otros los definen como un gran cable a tierra, donde los problemas no se solucionan, claramente, tampoco se esfuman las preocupaciones, pero nuestro estado anímico mejora al menos un cachito. No es tan imprescindible la búsqueda de “estar bien”, al menos no tanto como la de “estar menos mal”.
¿Por qué es importante para el psicólogo conocer los principales factores protectores del paciente? Porque son los que nos van a ayudar a construir una nueva ruta motivacional. Cuando el desgano viene muy intenso y nos cuesta activar con la rutina, una buena opción es armar un plan de acción involucrando algunos factores protectores. Depende de la persona, el motivo de consulta y sus padecimientos, estas intervenciones se van adaptando.
Lic. Camila Kessler. MN 78121 - MP 190123
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