La muerte de Diego Armando Maradona conmovió al mundo entero. Pasan las semanas, la ausencia del astro futbolístico se siente con más fuerza y toma relevancia la palabra de quienes compartieron la vida junto a él.
Uno de los conceptos que se repitió una y otra vez a lo largo de la vida de Maradona fue el de “el entorno”, el cual siempre fue apuntado como el gran responsable de los problemas del “10”. Omar Suárez (54) fue parte de ese entorno. Durante años integró ese círculo íntimo y acompañó incondicionalmente a Diego a donde fuera que vaya. Esto incluyó la internación en Cuba y viajes por el mundo entero; hasta que una foto con Guillermo Cóppola, cuando el mánager ya estaba peleado con Maradona, generó la ruptura de una relación que ya nunca volvería a ser.
El empresario, dueño del emblemático boliche nocturno “Cocodrilo”, se encuentra en Carlos Paz, rodeado de su mujer Denise Cerrone y su hijo Bauti (7), presentando en la temporada teatral serrana su espectáculo: “La Revista de Cocodrilo”. Con la tranquilidad de las sierras de fondo, Suárez dialogó con CARAS y recordó esa movida etapa de su vida que le tocó compartir con Diego Maradona. “Tuve la oportunidad de conocer a Diego en el año ‘98, cuando era muy difícil acercarse a Maradona. Desde el primer abrazo y tras compartir juntos una mesa, comenzó una amistad muy linda, muy sincera. El día después de que lo conocí, me invitó a jugar un partido de fútbol en la Quinta Presidencial con el entonces presidente Carlos Menem. En menos de una semana conocí al ídolo de toda mi vida y a los pocos días estaba almorzando y jugando a la pelota con el presidente de la Nación”, rememoró Suárez. “Diego esas cosas no las medía. Para él la amistad estaba antes que todo. Un día te invitaba a un almuerzo con un presidente, o te decía que tomáramos un avión privado para jugar un partido en cualquier provincia, o también podíamos estar encerrados en una clínica de rehabilitación de Cuba durante meses, comiendo fruta”, agrega.
—¿Cuánto tiempo permaneció en Cuba junto a Maradona?
—Diego fue a Cuba en el 2000 y se extendió su estadía hasta el 2004. Yo, durante esos cuatro años, fui dos o tres veces por año y, en cada viaje, me quedaba dos meses. Todos los cumpleaños de él los pasé allá. Eran días muy largos. Tuvimos la suerte de que Diego se entusiasmara por el golf. Cuando un ser humano normal juega 18 hoyos y se va a la casa, Diego era capaz de hacer 36 o 72 hoyos. Estar 11 o 12 horas jugando. Nosotros lo acompañábamos porque el aire libre, el pasto, la caminata, eran todas cosas que le hacían bien y lo alejaban de sus adicciones.
—Cuando se habla de Maradona, se habla indefectiblemente del entorno. Usted fue parte de ese círculo íntimo. ¿Qué significa ese concepto?
—Yo fui parte del entorno más fuerte de Diego. Un sector de la prensa nos calificó como el “Maldito Entorno”, pero hoy con el diario del lunes yo puedo asegurar que nosotros éramos “el Entorno del Amor”, el que estuvo con Diego incondicionalmente. Hubo dos entornos en la vida de Diego: el “Entorno del Amor” que fuimos nosotros, un entorno que le dio sinceridad, cariño, fidelidad y lealtad; y por otro lado está el “Entorno Comercial y del Dinero”, que es el que Diego tenía últimamente, al cual yo no lo critico, pero no lo comparto. En nuestro entorno no había plata, no había camisetas ni valores. Cuando hablo de “nosotros” hablo de Guillermo Cóppola, del doctor Alfredo Cahe, Gabriel Buono, Mariano Israelit, un grupo de gente que cada vez que Diego nos necesitaba, estábamos ahí. Nadie le pedía nada a cambio. Yo me pagué mis pasajes a Cuba, mis estadías e incluso hubo momentos en que le llevé bolsones con ropa. En Cuba pasamos etapas donde no había un peso, y Diego tal vez no se levantaba para hacer una nota y se perdía de ganar 30 mil euros. Ahí estaba Cóppola y también Claudia (Villafañe) manejando ese vendaval. Fueron épocas duras. Hoy son todos amigos de Diego, pero en ese momento éramos contados con los dedos de la mano los que estábamos.
—¿Le tocó atravesar momentos duros durante esa etapa?
—Pasamos de todo. En una oportunidad, cuando Cóppola ya no estaba, un representante de Diego le hizo hacer malos negocios y lo dejó tirado en Bolivia. Entonces viajé yo a buscarlo a él y a los demás, y los traje para la Argentina. En cuanto a la salud de Diego, con el doctor Cahe nos juntábamos una vez por semana y nos daba indicaciones médicas. En el 2004 nos reunió y nos dijo:“Hasta acá llegamos. Diego no da más, se nos va a morir”, y se lo internó de prepo en Buenos Aires. Con esa internación, se logró que Diego dejara definitivamente las drogas.