Juan Urdangarin no tuvo una adolescencia común y corriente. Desde muy joven, tuvo que cargar con el peso del apellido, los titulares judiciales y la presión pública. Cuando estalló el caso Nóos y su padre, Iñaki Urdangarin, fue condenado, Juan asumió una responsabilidad emocional que no le correspondía por edad. Era el mayor de los hermanos y el que más sintió el impacto de la crisis familiar. En silencio, intentó proteger a los suyos mientras lidiaba con su propio malestar.
Su madre, la infanta Cristina, entendió que la única salida posible era la distancia. Primero se mudaron a Washington, luego a Ginebra, intentando esquivar el foco mediático y encontrar algo de calma. Sin embargo, la herida ya estaba abierta. Juan había sufrido acoso escolar, rechazo y burlas en su etapa en España. Comentarios crueles que apuntaban directamente a su historia familiar, dejando una marca profunda.
El trastorno por el que Juan Urdangarin recibió cuatro años de tratamiento
En Estados Unidos, Cristina recurrió a profesionales de la salud mental. Juan necesitaba más que un cambio de entorno: necesitaba apoyo psicológico sostenido. Fue entonces cuando comenzó un tratamiento terapéutico y médico que se extendió durante al menos cuatro años. Según trascendió, el joven tomó medicación diaria para tratar los síntomas derivados de aquella etapa tan traumática.

Durante ese tiempo, se volcó en actividades que le permitieran reconectar con algo positivo: voluntariados, proyectos sociales y finalmente sus estudios universitarios. En la Universidad de Essex, en el Reino Unido, cursó Relaciones Internacionales y se graduó tras tres años. Decidió quedarse a vivir en Londres, en busca de independencia y normalidad. Sin embargo, la estabilidad ha sido esquiva. La convivencia con su compañero de piso ha tenido altibajos, con discusiones serias y momentos de distanciamiento.
Aun así, Juan Urdangarin continúa adelante. Trabaja, estudia y mantiene su proceso terapéutico como una herramienta vital para gestionar el estrés y las emociones. Lejos de la Casa Real, y con una postura crítica hacia su abuelo, el rey emérito Juan Carlos I, construyó su propio camino priorizando su bienestar.
F.A

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