Luego de un mes de permanecer internado en el “King Edward VII” y en el “St. Bartholomew”, el 16 de marzo regresó a su hogar. Su deseo era morir en su casa, en el Palacio de Windsor. El duque Felipe de Edimburgo estaba a días de celebrar sus 100 años. Pero, como dicen sus íntimos, él sospechaba que no llegaría al 10 de junio. Por eso la reina Isabel II (94) se mantuvo firme junto a su cama y le tomó la mano hasta su último suspiro. La gran habitación con vistas a los jardines de East Terrace, con glamorosos muebles cubiertos de portarretratos entre los que se ve a la pareja en su día más feliz, el de su boda, en noviembre de 1947, con sus hijos y con sus nietos y bisnietos.
Los más añorados, eran en los que se veía a una joven y bella Isabel, cuando apenas tenía 22 años y nació el príncipe Carlos (72), al que luego le siguieron Ana del Reino Unido (70), Andrés de York (61) y Eduardo de Wessex (57) “El ha sido mi fuerza y mi apoyo”, dijo con lágrimas la mujer que siempre se mostró inquebrantable. Pero no pudo contener más el llanto cuando los médicos le comunicaron que su esposo durante 73 años había fallecido. Dicen que su corazón no pudo resistir más.
Quienes bien lo conocieron aseguran que se fue tranquilo. Porque las últimas semanas pudo ver nuevamente reunidos a sus hijos, ya que como todos se habían vacunado por el COVID pudieron visitarlo. Con ellos charló, leyó párrafos de sus libros preferidos y hasta se animó a escribir algunas cartas. Recibió el saludo de su nieto, el príncipe Williams (38) y de su esposa Kate Middleton (39) por quienes, dicen, sentía especial debilidad. Pero también cuentan que mantuvo una especial charla por videollamada con Harry (35) y con el pequeño Archie (un año y medio). El 9 de abril, cuando Felipe falleció, el príncipe Carlos se encontraba en su casa de Highgrove, en Gloncestersire, organizando su especial e íntima celebración por los 16 años de matrimonio que cumplía con Camilla (73). Pero tuvo un llamado urgente que interrumpió sus románticos planes y debió salir en su auto a toda velocidad para el castillo a consolar a su madre. Luego llegarían Andrés, Eduardo y su esposa Sophie de Wessex (56).
Mientras Londres comienza a cubrirse de árboles con nuevas hojas verdes y las primeras flores asoman anunciando la próxima primavera, los 41 disparos de salvas de cañón irrumpieron en una soleada mañana dando la primera despedida al esposo de su Reina. Un hombre que dicen que abandonó su propia vida de orígenes griegos (es pariente de la reina emérita Sofía de España), daneses y rusos, para estar siempre a la sombra de Isabel II. Un hombre irónico e irreverente como lo definen quienes bien lo conocieron. El mismo que, cuentan, fue capaz de decirle a su nieto Harry, cuando les anunció su noviazgo con Meghan Markle (39), “¡Hijo, uno sale con actrices no se casa con ellas!”. Atractivo, con una rica conversación que inmediatamente se ganaba toda la atención, el duque era un apasionado del polo y por ese motivo, en 1962, visitó la Argentina y se alojó en la estancia “La Concepción” de la, por entonces viuda, Malena Nelson de Blaquier.
Dicen que la belleza de la mujer cautivó inmediatamente toda la atención de Felipe y que vivieron un romance tan prohibido como escondido. El era el esposo de la Reina y no podía siquiera mirar a otra mujer. Aunque durante la que fue la primera boda real, transmitida a 200 millones de personas de todo el mundo por la BBC, dicen que los novios tuvieron señales de que su matrimonio no duraría. Eso lo contó la propia Isabel cuando dijo que dos horas antes de la ceremonia se rompió la tiara de diamantes que llevaría y que había recibido como regalo de su abuela la reina María. Pero ya como muestra de la fortaleza que caracterizaría el resto de su vida, secó sus lágrimas y la mandó a soldar. Ahora también dicen que Isabel II debió guardar su pañuelo y pedir que la despedida de su esposo fuera respetando todo lo que él mismo dispuso durante sus últimos años de vida. A Felipe de Edimburgo no le gustaban las pompas y dejó instrucciones precisas, como su renuncia a un funeral de Estado. También dejó escrito que quería una despedida austera y con marcado carácter militar. Por eso el funeral será el 17 de abril en la Capilla San Jorge de Windsor, a las 15 horas, y con sólo 30 personas. Tampoco quiso flores y solicitó que todo ese dinero se destinara a donaciones benéficas y que las condolencias fueran escritas en un libro especial. Esto dejó sin efecto la “Operación Puente de Forth” (en honor al puente ferroviario en Escocia) que desde hace casi veinte años tiene organizado Buckingham para despedir al consorte de la reina.
A las 14.45 Carlos y sus hermanos caminarán en procesión detrás del ataúd de su padre custodiados por las Fuerzas Armadas de la Corona. El féretro será llevado desde la entrada estatal del castillo hasta los escalones occidentales de la capilla en el Land Rover que el propio Felipe ayudó a diseñar. El cajón estará envuelto en el estandarte personal del duque que, a su vez, será cubierto por flores, su gorro naval y su espada. Luego lo bajarán los integrantes del Primer Batallón de la Guardia. Al tiempo que sonará una banda de gaitas de la Royal Naval. El arzobispo de Canterbury, Justin Welby, y el decano de Windsor, David Conner, lo recibirán para darle su última despedida. También dicen que su secretario personal, Archie Miller Bakewell, podría leer alguna de sus cartas. En la puerta de la capilla estará la lista de invitados en la que figuran Carlos y Camilla, Andrés, Ana, Eduardo, los príncipes Williams (con Kate Middleton) y Harry (que viajó solo ya que Meghan no lo pudo hacer por su embarazo), el Primer Ministro Boris Johnson, Timothy Laurence y Sophie de Wessex, Sarah Ferguson, Peter Philips, Zara Tindall y su marido Mike, Lady Louise Windsor y James, Eugenia de York y su esposo Jack Boorksbank, Beatriz de York y Edoardo Mapelli Mozzi, el Duque de Kent (primo de Isabel II) y su esposa Katherine y Alexandra y el príncipe Michael de Kent.
Todos deberán cumplir con el luto y riguroso negro –los hombres con una banda negra sobre su uniforme– con el uso de mascarillas y el distanciamiento social de dos metros. Por las restricciones, el ataúd de Felipe no podrá ser exhibido en público y tampoco habrá desfile militar por las calles de Londres para evitar aglomeraciones. Finalmente será enterrado en la bóveda real debajo de la capilla. Se declaró el duelo nacional de ocho días durante los cuales las banderas de Gran Bretaña flamearán a media asta. Todos se mantienen atentos a Isabel II quien, ya dio instrucciones para que se suspendan los actos de celebración por sus 95 años, el 21 de abril. Mientras la fortuna de 12 millones de euros del Duque será heredada por su viuda, la reina Isabel II.
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