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REALEZA

La verdad detrás del complot de la tía de Carolina de Mónaco para quedarse con el trono

Durante la Segunda Guerra Mundial y años posteriores, la royal con su ambición desarrolló varias conspiraciones, pero ninguno tuvo éxito.

Mónaco, con su imponente Palacio Real y sus célebres integrantes de la familia Grimaldi, ha sido siempre un terreno fértil para los secretos y las conspiraciones. Entre las historias más intrigantes de la realeza monegasca se encuentra la ambición desmedida de Antoinette de Mónaco, tía de Carolina, Alberto y Estefanía, quien intentó, en varias ocasiones, usurpar el trono de su hermano, el príncipe Rainiero III.

La historia de complot de la tía de Carolina de Mónaco para quedarse con el trono

Antoinette, primogénita del príncipe Louis II de Mónaco, creció en el lujo del Palacio Real, pero desde muy joven se dio cuenta de que, por las leyes del principado, su hermano menor, Rainiero, sería el heredero al trono, mientras ella quedaba relegada. Este hecho encendió en ella una ambición que moldearía gran parte de su vida.

Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Hitler asolaba Europa, Antoinette, entonces con apenas 22 años, se enamoró de un teniente alemán. Se rumoraba que la princesa tenía la esperanza de que, a través de esta relación, podría obtener el apoyo nazi para que su primogenitura fuera reconocida y así arrebatarle el trono a su hermano. El príncipe Louis II, al descubrir estos rumores, prohibió el matrimonio mientras continuara la guerra, sofocando temporalmente sus aspiraciones.

Después del conflicto bélico, Rainiero ascendió al trono en 1950, con apenas 26 años. En ese momento, Antoinette ya había tenido tres hijos ilegítimos con el tenista Alexandre Noghés, a quienes más tarde legitimaría tras casarse con él. Sin embargo, la vida familiar no apaciguó sus deseos de poder. De hecho, la convirtió en pionera en Mónaco, una de las primeras mujeres de la realeza en tener hijos fuera del matrimonio, anticipándose a los escándalos que más tarde protagonizarían sus sobrinos Carolina, Estefanía y Alberto.

Con Rainiero soltero y sin descendencia, Antoinette vio la oportunidad perfecta para dar el golpe definitivo. Junto a su hijo mayor, Christian-Louis, promovió una campaña para desacreditar a su hermano y hacerlo abdicar.

El plan era ambicioso: si Rainiero no tenía hijos, su hijo ilegítimo pero ya legitimado sería un potencial heredero, y Antoinette asumiría como regente.

El complot no se detuvo ahí. Cuando Rainiero comenzó a salir con la actriz francesa Gisele Pascal, Antoinette hizo circular un rumor devastador: aseguraba que Gisele era estéril y que nunca podría darle herederos al principado. Este rumor fue tan efectivo que incluso llegaron a realizar pruebas médicas a Pascal, cuyos resultados falsificados terminaron por romper su relación con el príncipe. 

El destino, sin embargo, tenía otros planes para Mónaco. En 1955, Rainiero conoció a la actriz de Hollywood Grace Kelly. Su boda, celebrada en 1956 con toda la pompa real, fue un evento mediático mundial que cambió radicalmente la situación de Antoinette.

La llegada de Grace Kelly al principado no solo eclipsó las ambiciones de su cuñada, sino que, con el nacimiento de los hijos de la pareja, Carolina y Alberto, Antoinette y sus descendientes fueron relegados definitivamente en la línea de sucesión.

Antoinette, sin embargo, no se rindió fácilmente. Junto a su nuevo esposo, Jean-Charles Rey, entonces presidente del parlamento monegasco, ideó otro plan para derrocar a Rainiero. Aprovechó un escándalo bancario que debilitó temporalmente la reputación del príncipe para mover sus fichas, esperando que las tensiones internas llevaran a una eventual abdicación- Pero Grace Kelly, una vez más, jugó un papel crucial. La actriz intercedió en favor de su esposo y logró calmar las aguas, salvando el trono de su familia.

Este último intento de Antoinette por destronar a Rainiero, padre de Carolina de Mónaco fue el golpe final en la relación entre los hermanos. El príncipe decidió retirar a su hermana de la vida pública y Grace Kelly, cansada de las conspiraciones, la expulsó del Palacio Real. Exiliada en Francia, se sumió en la soledad y en su pasión por los animales, alejándose del poder y las intrigas.

AM