domingo 13 de octubre del 2024

“El cuidado invisible: La carga emocional y física del cuidado en el hogar”

El trabajo no remunerado en las tareas diarias en el hogar, realizado mayoritariamente por mujeres, desempeña un papel fundamental en la economía al sostener la fuerza laboral y contribuir al bienestar de la sociedad. Galería de fotosGalería de fotos

CREDITO CARAS

1. ¿A qué se denomina tareas del cuidado dentro de la economía?

Se denominan tareas del hogar a todas aquellas cosas que se “deben” realizar en los hogares, por ejemplo: limpiar la cocina, lavar la ropa, llevar a las niñeces a la escuela, preparar el pollo al horno para la cena, sacar a pasear al perro, atender a las personas adultas mayores, entre muchos otros múltiples quehaceres. Es así, que la atención se enfoca en el cuidado de “los otros”. Además, son todas aquellas actividades que se ejecutan diariamente, pudiendo “emitir queja al respecto pero no cuestionarlas”, porque los cuidados son parte de la vida cotidiana de los sujetos.

¿Cuál es el punto de encuentro entre las tareas del cuidado y la economía? Tales tareas, están socialmente asignadas a las mujeres, generando una sobrecarga psíquica y física, siendo invisibilizado el proceso de producción social y acumulación, donde las ganancias terminan en manos de los otros.

En las distintas etapas de la vida, las personas brindan y/o reciben tales cuidados de forma directa y/o indirecta, representando las tareas indispensables para cubrir las necesidades básicas de existencia y reproducción, generando los elementos físicos, simbólicos, emocionales, económicos necesarios para subsistir. Aquí, entra la definición de “gestión de los cuidados", que implica un trabajo en todas las tareas convertidas en acciones cotidianas que no suelen ser remuneradas, o son subestimadas en términos de su valor económico, pero que se hacen esenciales para el bienestar y funcionamiento social de un país.

Además, este trabajo está representado en el cuidado de las niñeces, de las personas con discapacidad, de las personas adultas mayores, que conlleva inevitablemente a coordinar días y horarios con distintas actividades, a delegar tareas y a asegurar (como en cualquier trabajo) la existencia de los insumos y recursos económicos necesarios para su desarrollo. Por lo tanto, se incluyen: la atención directa de otras personas; las acciones para llevar adelante tales cuidados; el autocuidado de la persona asignada socialmente a desarrollar tales tareas; y la gestión del cuidado en forma particular u otras instituciones sociales que se ocupan de gestionar “los cuidados”, como por ejemplo: las y los cuidadores de una residencia para personas adultas mayores; los jardines maternales; entre otras posibilidades.

Por otro lado, las tareas del cuidado dentro de una economía, contribuyen al bienestar en general (salud, educación, desarrollo social, etc.) de la población en su conjunto para que puedan recibir la atención y el apoyo necesarios. A su vez, permite que las tareas del cuidado sean enfocadas como una actividad humana esencial, la cual  produce una fuerza laboral, que es tomada como un trabajo NO REMUNERADO, siendo remunerado, sin embargo, en trabajos que son también parte de los cuidados, como por ejemplo: una niñera; o enfermera.

Ahora bien, resulta necesario seguir cuestionando y poniendo en tensión, tal modelo socialmente asignado, para que todas las personas sin importar su religión, su nacionalidad, su orientación sexual, sus edades, compartan todas, todos y todes, tal responsabilidad social. Con el objetivo de lograr que las tareas del cuidado sean igualmente distribuidas, garantizando el acceso a los derechos donde el cuidado mutuo y la solidaridad sean fundamentales para el funcionamiento de una sociedad cohesionada, que asegure una equitativa  participación laboral.

2. ¿Por qué se afirma que las tareas del cuidado están distribuidas en forma desigual?

En la mayoría de las sociedades estas tareas del cuidado representan una diversidad de responsabilidades que recaen desproporcionadamente sobre las mujeres adultas, y en menor medida sobre las adolescentes y las niñas. Esto significa que hacia el interior de las familias, son las mujeres adultas quienes se ocupan del cuidado de las niñeces, de las personas ancianas, de las personas con capacidades diferentes, y del funcionamiento del hogar con toda la estructura que representa. Por ejemplo, se suele ver a las mujeres adultas en su rol materno acompañar a su hijo adolescente con discapacidad en el transporte público, o en su rol de hija adulta realizar los trámites ante instituciones de salud, responsabilizándose además de las personas ancianas de la familia.

Al respecto, queda claro que la fundamentación de tal orden social y patriarcalista, se basa en una serie de prácticas sociales establecidas a través de las normas, de mandatos culturales y de género, definiéndolo como una categoría binaria y relacional que escinde el mundo en dos masculino y femenino, atribuyéndole a cada parte, características únicas y universales. De esta forma, terminan siendo las mujeres las “garantes responsables” del correcto funcionamiento del hogar y de la crianza.

Este argumento revela y visibiliza la denominada “división social y sexual del trabajo”, que es reforzada y representada en los roles y en los estereotipos de género para sostenerla a lo largo del tiempo. Pero que a su vez, genera una división desigual del trabajo doméstico, donde las posiciones que se ocupan en función del género “femenino” y “masculino” organizan y reconfiguran el mundo social, y la vida de las personas se relacionan de la siguiente forma: “mujer=tareas del cuidado=crianza”; y “varón=proveedor=trabajo”.

Por lo tanto, las mujeres quedan relegadas al ámbito de lo privado, con tareas asignadas e identificadas de “forma natural y por amor”. Tareas que no se cuestionan y que no son reconocidas como un trabajo, con la carga psíquica y física que representan. Esto, a diferencia de los varones, que son ubicados como los proveedores en todos los aspectos, y que forman parte del ámbito de lo público.

En este punto emergen las siguientes preguntas: ¿esto siempre fue así?; ¿es el resultado de una evolución natural? Pues resulta que no, es consecuencia de la Revolución Industrial, que llevó a que los hogares que se concentraban en las tareas productivas como las reproductivas, se escindieron en dos ámbitos laborales distintos: “lo público y lo privado”. El efecto directo de tal escisión fue la desvalorización y minimización del trabajo doméstico y de los cuidados, que ubican directamente a las mujeres como las principales responsables de los cuidados y reproducción del hogar, proveyendo una base para sostener el sistema de producción. Que a su vez, deviene en una realidad cambiante, de acuerdo a los distintos contextos históricos, sociales, políticos y económicos.

Otro aspecto a tener en cuenta, es la construcción de la “masculinidad”, que se ha ido dando como un hecho social, cultural y de poder. Es decir, que sostener las desigualdades en las tareas del cuidado, ha sido sostener las desigualdades de género entre varones y mujeres, ubicando a éstas “últimas” en lo privado y a los “otros” en lo público. Que además, generan relaciones sociales situadas en lugares de “dominio y dominada”, donde la desresponsabilización de los varones sobre las tareas de cuidado y reproducción, ha recaído en las mujeres, aumentando las horas de trabajo y la sobrecarga psíquica. Al respecto, se puede relevar que una de las consecuencias más nocivas para las mujeres, ha sido el escaso tiempo con que cuentan para desarrollarse en la vida laboral, profesional y social.

Por último, no se puede dejar de recordar, que en la actualidad, cada 8 de marzo se conmemora el “Día de la Mujer Trabajadora”, convocando al paro internacional de mujeres, donde se reclama por la igualdad de los derechos sociales y económicos, visibilizando además la desigualdad en las tareas del cuidado dentro de los hogares, en las instituciones, es decir en las sociedades.

3. ¿Qué costos representan las tareas del cuidado dentro de una familia?

Se puede pensar como un ámbito de la producción y reproducción. Así, en este caso, el desarrollo del grupo familiar conlleva una variedad de costos, que se pueden dividir en dos categorías: los costos económicos directos; y los costos económicos indirectos.

Entre los primeros, se pueden identificar todo lo relacionado al sector servicios, por ejemplo, por un lado,  las y los cuidadores y cuidadoras profesionales, como ser: niñeras y enfermeros.        Por otro lado, las instituciones que brindan servicios de cuidado: guarderías; residencias geriátricas; y centros de atención terapéutica. Sumado a esto, se deben tener en cuenta los costos identificados con la salud y el bienestar de los miembros de la familia por ejemplo: los gastos médicos; coberturas de prepagas; gastos en medicamentos, etc.

Otros costos directos son los referidos a la situación infraestructural y habitacional de la familia, que permiten que pueda estar establecida, necesitando de materiales y equipos con los cuales construir y habitar la vivienda, por ejemplo: la compra de los materiales de construcción; el pago del alquiler; el pago de los servicios básicos (luz, agua, gas, etc.); otros muebles y materiales como sillas de ruedas, pañales, alimentos especiales, tratamientos médicos, entre otros. Finalmente, el costo de transporte es el que cerrará la sección de los costos directos. Es decir, el traslado de los miembros de la familia a sus lugares de trabajo, escuela, etc.

Los segundos, son los costos indirectos, que se relacionan a los ingresos perdidos por la reducción de carga horaria o el rechazo de puestos de trabajo privados, los cuales son descartados por las mujeres por encontrarse “tomadas” por las tareas de cuidado. La consecuencia es la dependencia económica respecto de los varones, que además, en sentido amplio, implica la pérdida de autonomía.

Por otro lado, cabe señalar, que el costo que representa el descartar las distintas oportunidades laborales, profesionales y de educación, por enfocarse en las tareas de cuidado, y que obliga a optar por trabajos con menor remuneración, limita las capacidades de los miembros de la familia para acceder a una mejor calidad de vida.

Es así pues, que el estar en situaciones de estrés por tener doble o triple jornada de trabajo en el caso de las mujeres, termina con agotamiento físico y mental, siendo una de las consecuencias los problemas de salud, porque están a cargo de las tareas del cuidado y reproducción. Otra consecuencia, es que termina afectando o bien la salida de tal situación insalubre, o bien resulta en el ingreso tardío al mercado laboral. Lo cual conlleva a la reducción de ingresos, afectando también los costos de mantenimiento y reproducción del grupo familiar.

4. ¿Cómo impactan los costos en un espacio de género?

Los costos pueden impactar de varias formas dentro de un espacio de ejercicio profesional independiente en género. Por un lado, los honorarios elevados pueden limitar y excluir el acceso de una parte de la población a tal espacio de género, creando barreras económicas y sociales para una mayor asistencia y participación de la misma. Como consecuencia directa de esto, se reproducen y sostienen las desigualdades.

Por otro lado, el alto costo de los servicios que se ofrecen desde el tratamiento individual y/o grupal, desde la organización de talleres, desde las capacitaciones a profesionales y a la comunidad, terminan afectando la calidad y equidad de las distintas propuestas, agregando a esto además, los costos que conlleva la publicidad actualmente en las redes sociales.

Finalmente, cabe decir que desde un espacio de género, se busca como objetivo comercial, por un lado hacerlo atractivo con distintas propuestas enfocadas en la sensibilización y prevención en vínculos tóxicos y/o violentos. Por otro lado, se busca garantizar un buen servicio profesional y de calidad, que permita la conquista de los objetivos propuestos para la atención de la población.

Natalia Lorena Rigamonti

- Lic.  en Trabajo Social M. P: 12659

“Taller Las Mariposas”

 

 

 

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