Emprendí desde que salí de mi ciudad natal en Tandil. Me subí al micro con 18 años y llegué a Buenos Aires y ahí comencé mi historia. Trabajé, estudié, me casé y tengo 2 hijos. A los 35 años una tormenta emocional apagó mi capacidad de conectar con la Vida y una gran depresión abrió la fibra más interna de mi ser y allí donde la oscuridad aparece, la locura también. Mi familia me acompañó hasta el final de esta enfermedad que me hizo sentir morir, debí luchar por vivir porque dentro de mí algo quería expresarse.
Hoy tengo 48 años y a los 40 empecé de nuevo a caminar, a ser madre, a ser esposa, a ser yo misma. Comencé a pintar e hice pastelería, con muchísimas horas de trabajo decidí emprender comercialmente y abrí una pastelería en el pueblo donde hoy vivo, en General Belgrano Provincia de Buenos Aires. Ahí fui muy feliz y luego de tres años cerré. Aposté por otra de mis pasiones: la decoración. Ahí puse toda mi energía y busqué. El que busca encuentra, vi el local y elegí qué vender.
Amo todo lo que tiene que ver con la decoración: los aromas, el buen vivir, colores, flores que me transportan y me dan serenidad. La mujer liderando es multifacética, estamos en todo, nos reinventamos y así llegamos a la meta.
El mayor éxito para mí es la vida misma, vivir sin miedos, tener coraje, saber que puedo hacerlo. Todos pueden, solo hay que atreverse, el resto viene con disciplina, habilidad, humildad, empatía. La comunicación es el factor humano que abre puertas permanentemente.
Gracias a ello hoy estoy exponiendo mi historia. El fracaso es necesario atravesarlo y vivirlo porque de ello surge lo más maravilloso: la Vida.
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