A los 18, Máximo Menem tiene un estilo distinguido y una mirada relajada y bondadosa hacia los demás. Es un joven feliz al que le gustan las puestas de sol, hacer fotos de paisajes y mimar a su perra Lola. Heredó las facciones de su amada madre Cecilia Bolocco mezcladas con algunos razgos de su padre, Carlos Saúl Menem, quien falleció el 14 de febrero del año pasado.
“Fue difícil contactarme con él. Era largo el proceso, llamábamos a uno de sus custodios, pero se complicaba. Cuando viajé a Argentina no fue lo que esperaba. Nunca pude estar solo con él. Él tampoco hablaba mucho, estaba viejo. No tengo muchos recuerdos de él, porque tampoco lo conocí mucho. Es que además tenía que pasar por la Zulemita, para llegar a hablar con él. Hace poco más de un año, tuve el último encuentro con mi padre. Fue la única vez que pudimos estar a solas. Estaba internado y muy grave .Me acuerdo que le agarré la mano y le hablé una hora sin parar. Y sé que me estaba escuchando, porque en ciertas partes el monitor se alteraba. Ese encuentro me alivió”, recuerda.
Máximo Menem debió enfrentar el momento más difícil en noviembre de 2018, cuando le descubrieron un tumor cerebral por el que debió ser operado y luego soportar un intenso tratamiento con el que logró curarse. “Yo creo que lo pasé muy mal en el 2018 y lo que me ocurrió fue el final de esa experiencia mala”, dice.
Durante todo el 2019 estuvo en tratamiento en Miami y luego en la ciudad de Memphis. Reconoce que ese año fue el peor de su vida, pero más que por la enfermedad, por todos los problemas que tuvo con la familia Menem.
Para él, de alguna forma, existe un antes y un después de su tumor cerebral. “Me sentía mal y mi mamá me mandó a la clínica con el chofer. Luego llegó ella con el doctor. Jamás pensé que me iba a morir. Nunca. Yo siempre supe que iba a estar bien. Mi mamá estaba demasiado tranquila o así me lo hizo sentir”, cuenta.
En esos días Carlos Menem viajó a Chile para verlo: “Me acuerdo haber despertado y verlo sentado ahí pero no dimensioné nada más. Eso sí, sentí rabia de saber que había venido Zulemita (Menem, su media hermana), cuando ella siempre me había hecho la vida imposible. Verla llorar en televisión, eso me ofuscó” confiesa y asegura que en Menphis no sólo encontró la cura a su enfermedad si no también pasó momentos intensos y amorosos con su mamá, quien sintió que se moría cuando se enteró de la enfermedad de su hijo.
Mientras Máximo Menem realiza la entrevista para la revista "Velvet", Cecilia comenta: “Tengo un hijo tan especial, tan valiente, tan empático, tan espiritual, que no puedo más de amor”.
El joven la escucha y le corresponde ese amor incondicional: “Mamá siempre me ha protegido, siempre ha estado a mi lado...Jamás la vi titubear durante la enfermedad, jamás me hizo sentir que era algo grave. Yo nunca pensé que me iba a morir. Ella hizo que todo fuera súper tranquilo”.
Hoy Máximo está sano, es muy amistoso y un apasionado de los deportes acuáticos, del esquí de nieve y del buceo. “Me encanta bucear porque me produce una sensación de desconexión total. Las mejores experiencias las tuve en Isla de Pascua. Me gusta colaborar desde mi lugar con la lucha por el medio ambiente”, asegura y muchas veces va a las playas a sacar basura y, cuando está en Miami, tomas su kayak en la Bahía de Biscayne muy temprano para recoger escombros.
Se lo nota tranquilo y con una templanza poco común a su edad. Dice que le hubiera gustado tener más cerca a su padre pero trata de quedarse con lo mejor: “No lo conocí mucho. Cuando era chico veía a mis primos jugar con sus papás y me preguntaba por qué yo no tenía al mío, pero después uno crece. Muchos aseguran que heredé de él lo encantador que dicen que soy. Me gustaría descubrir cómo fue mi papá y por qué fue tan encantador como dicen que era”, concluye.