Desde pequeña, en su casa familiar en los suburbios de Los Angeles, Meghan Markle (38) tuvo que luchar contra la discriminación racial. Su madre, Doria Loyce Ragland (63), es afroestadounidense y su color de piel siempre fue tema de polémica.
‘Mi padre es caucásico y mi madre es afroamericana. Yo soy medio negra y medio blanca", aclaró cuando comenzó su romance con el príncipe Harry (35) y la Familia Real Inglesa horrorizada cuestionaba sus orígenes. En una oportunidad la ex actriz contó, con lágrimas en sus ojos, una experiencia que le tocó vivir siendo niña. “Estábamos en Los Angeles y a mi madre la llamaron “nigger”-que los americanos usan para referirse despectivamente a los negros- y yo me sentí fatal…”, recordó. Toda su vida asegura que debió estar hablando de las raíces ancestrales y “defendiendo” a su madre de los ataques raciales. Por eso, en 2014, publicó una “Carta de amor” refiriéndose a ella. "Rastas. Un aro en la nariz. Instructora de yoga. Trabajadora Social. Espíritu libre. Amante de las patatas fritas y de las tartas de limón. Y si el DJ pincha “Call Me,” de Al Green, entonces olvídate. Meneará sus caderas bailando los pasos más dulces que has vistos, balanceando su cabeza y chasqueando sus dedos como si hubiese estado bailando desde que estaba en la tripa de su madre. Entonces sonreirás. No podrás evitarlo. La mirarás y te pondrás contento. Estoy hablando de mi madre”, escribió pensando poner fin a todos los ataques. Quizás también con ese propósito se convirtió en una inquebrantable defensora de la igualdad de género como parte de “ONU Mujeres”, una organización que depende de las Naciones Unidas y está centrada en el empoderamiento de las mujeres sin importar su color de piel.
Cuando nació su hijo Archie, hace poco más de un año, nuevamente Meghan sintió el dolor de la discriminación al ver algunos diarios y revistas inglesas que publicaron titulares como “El primer Windsor mestizo”. Y, cuando pensó que su vida ahora, instalada en Los Angeles, iba a transcurrir lejos de las peleas de Buckingham por carriles muy tranquilos, la muerte de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis y la violenta reacción en las calles con algunas declaraciones en contra también, sintió que el racismo volvía a apoderarse del país y temió, una vez más, por su madre.
Rápidamente Meghan volvió a publicar un video que realizó en 2012 luciendo una remera que dice “No toleraré el racismo”, repudiando la injusticia y levantando nuevamente sus banderas anti racismo. Una de las razones por las que, comentó en la intimidad, se alejó de la familia de su marido y volvió a buscar la paz en su país. “Para mí esta lucha es realmente personal... Yo soy birracial. Toda mi vida me he sentido una mosca en la pared. Siempre me han afectado mucho las ´bromas´ ofensivas o cuando escuchaba que a mi madre la llamaban N Word (como nigger)… Recorrer el mundo me ha servido para ver el largo camino que aún nos queda por caminar ante el racismo exagerado que aún hoy existe en Estados Unidos y en el mundo. Yo estoy muy orgullosa de la herencia que tengo por mi madre y por mi padre… Pero espero que la gente tenga la mente más abierta a cómo están cambiando las cosas y que de lo que se trata es de tener un mundo mixto. Eso, sin dudas, lo hace más hermoso e interesante”, advierte con dolor Meghan. Y, aunque cuentan que su relación con la reina Isabel II (94) era casi normal, en la intimidad del Palacio se dice que la monarca jamás terminó de aceptarla por su origen popular y su falta de roce social. A pesar de haber renovado varias viejas costumbres de la Casa Real, también provocó la furia de la abuela de Harry cuando en su visita como duquesa de Sussex a Sudáfrica declaró: ¡Estoy aquí como madre, como esposa, como mujer de color y como vuestra hermana..!”, un cachetazo a su familia política.
Meghan Markle, hoy instalada en una lujosa mansión en la que, aparentemente, nada le falta, tampoco puede vivir tranquila. La nueva reacción racista que hoy ataca a la par del COVID 19 en los Estados Unidos, no le permite dormir sin sobresaltos. En su mente y en su corazón, el bienestar de su madre Doria Ragland late como su gran preocupación. Y la Familia Real Inglesa vuelve a sumergirse en un profundo silencio negándose a hablar de los duques que decidieron abandonarlos.
Tras el estallido social que se desató en Estados Unidos por la muerte de George Floyd, Meghan volvió a dejar por sentada su postura. Las palabras fueron directamente destinadas a la clase de graduados 2020 de su antigua escuela secundaria: "Me di cuenta de que lo único incorrecto que decir es no decir nada. Porque la vida de George Floyd importaba", manifestó de forma contundente.