Linda Peretz en +Caras (CARAS)
CARAS TV

De vivir en un conventillo a triunfar en el espectáculo, así fue la infancia de Linda Peretz

Linda Peretz habló de su infancia en el Once, el trabajo de sus padres inmigrantes y sus sueños de niña que logró cumplir en el teatro.

En una entrevista íntima con Héctor Maugeri en +Caras (Caras TV), Linda Peretz, actriz consagrada y presidenta de la Casa del Teatro, repasó su infancia y reveló con emoción cómo pasó de vivir en un conventillo del barrio de Once a convertirse en una de las figuras más queridas del espectáculo argentino. A los 83 años, se animó a recorrer los recuerdos más profundos de su niñez, marcada por la pobreza, el esfuerzo familiar y la sensibilidad artística heredada de sus padres inmigrantes.

La infancia de Linda Peretz

Peretz es hija de Sara y Mois, inmigrantes judíos búlgaros que llegaron a la Argentina con la esperanza de un futuro mejor. Se crió en un conventillo de Once. En ese hogar, creció junto a sus hermanos: su mellizo Tito y su hermano mayor, Joe.

Durante la entrevista, Maugeri le mostró una foto familiar muy antigua de la actriz y se emocionó profundamente. “Éramos muy tímidos los chicos Peretz. Sobre todo yo, muy tímida, muy para dentro, porque mi papá lo era y mi mamá era una campanita”, recordó.

La familia de Linda Peretz.

Una madre artista y un padre trabajador incansable

Linda pintó con palabras una imagen entrañable de su madre, a quien definió como una mujer “búlgara turca que cantaba tangos en el patio de mi casa a los gritos”. “Todos los vecinos la aplaudían, ‘Bravo, Sara’, le decían, porque ella cantaba los tangos de Edmundo Rivero”, agregó nostálgica.

Su padre, en cambio, era más reservado. “Mi papá clavaba clavitos todo el día, porque era tapicero, y mi mamá lo ayudaba cosiendo fundas en el taller. Teníamos un taller adelante de mi casa y ahí se trabajaba mucho”.

En +Caras, Linda Peretz recordó su infancia.

A pesar de la pobreza en la que vivían, Peretz remarcó el valor que sus padres le transmitieron desde chica: el trabajo y la honestidad. “Yo sabía que había que trabajar mucho, porque mi papá siempre me lo decía. Y sabía que tenía que ser honesta. No le veías ninguna fibra oscura a mi papá y a mi mamá, y por supuesto, a mis hermanitos”.

El sueño de Linda Peretz 

Con la sinceridad que la caracteriza, Linda confesó: “Éramos una familia muy normal, pobres, muy pobres. Yo quería comprarme una carterita y no podía”. Y sumó: “Siempre leía las revistas Ahora y esas revistas de princesas. Yo quería ser una princesa, ¿qué voy a hacer? Te cuento la verdad, no voy a venir a mentirte acá”.

Cuando Maugeri le preguntó con quién le gustaría reencontrarse de su familia, Linda no dudó: “Con mi papá”. Y explicó: “Porque no lo disfruté mucho. El hombre es muy fuerte en mí. A mí me gusta cuando me abraza un hombre. Me gusta esa energía”.

Linda Peretz en +Caras: "Yo quería ser una princesa".

Sobre su vínculo con él, reflexionó con algo tristeza: “¿Por qué no habremos charlado más? ¿Por qué él era tan tímido para adentro?”. Según contó, su madre era una figura imponente en la familia: “Mi mamá copaba mucho, era muy estrella. Cuando pasaba, todos hacíamos referencia. Era muy reina, muy peronista y divina, aún con toda la pobreza”.

Un legado inmigrante lleno de esperanza

Los padres de Linda llegaron separados desde Bulgaria y se conocieron en un club búlgaro en Argentina. “Vinieron a la Argentina porque se decía en los años 30 que acá crecía la plata en los árboles. Era ingenuo, por supuesto, pero simbolizaba la esperanza”, relató.

Sobre su madre, reveló: “Vino con seis hermanas mujeres y la madre. Eran ocho mujeres búlgaras que llegaron juntas a la Argentina”. De ese linaje de mujeres fuertes y luchadoras, Linda heredó la resiliencia, la pasión por el arte y la capacidad de reinventarse.

Hoy, a sus 83 años, Linda Peretz no solo es una figura emblemática del espectáculo nacional, sino también una mujer que ha sabido transformar su historia personal en inspiración. De vivir en un conventillo a triunfar en el espectáculo, su vida es un testimonio de lucha, trabajo y amor por el arte.

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