La excéntrica Luna de Miel de Eduardo Costantini y su novia, Elina Fernández
El empresario y la modelo viajaron a Europa y recorrieron Viena, Praga y Amsterdam con CARAS como único testigo.
Tardaron entre media hora y varias vidas para tener una conexión imposible de explicar con palabras. Ni la persistente lluvia ni las aparentes diferencias que existen entre ellos pudieron impedir que se reconocieran como Almas Gemelas. Y ocurrió nomás: se enamoraron perdidamente hace cinco meses, y decidieron pasear su romance por Viena (Austria), Praga (República Checa) y Amsterdam (Holanda), lugares que ninguno de los dos conocía, a pesar de haber viajado tanto. Con CARAS como único testigo, Elina Fernández (29) y Eduardo Costantini (73) se besan, se ríen, comparten paseos románticos en lugares de ensueño. Y confiesan que no fue casual que eligieran esos destinos. “El viaje empezó en New York, donde fuimos a ver la final del Abierto de Tenis de EE.UU, que ganó Rafael Nadal. También visitamos una Muestra de Moda y el Museo Metropolitan. Después de ahí volamos directo hacia Viena”, cuenta uno de los empresarios más importantes de la Argentina. A su lado, la Top Model de Alta Costura agrega: “No elegimos esas ciudades por casualidad, pensamos que era una oportunidad mágica de conocerlas juntos. Fue una experiencia
inédita para ambos”. Y Costantini aporta: “Con esos lugares yo tenía una asignatura pendiente, pero igualmente ya tenemos una lista de otras ciudades que no conocemos y deseamos recorrer”.
Cuando conoció a Elina, Costantini hacía cinco meses que se había separado de la Licenciada en Administración de Empresas Estefanía Daneri (33). “Yo no tenía nada serio con nadie, estaba en tránsito desde fin del año pasado. Fue inesperado lo que pasó, estas cosas te ocurren de una manera fortuita, de un momento para el otro”, explica.
—¿Se consideran Almas Gemelas?
ELINA FERNANDEZ:—Más allá de que Eduardo me encantó físicamente, pienso que somos almas que nos reencontramos. No me quiero aventurar a decir “Almas Gemelas”, porque hace poco que estamos juntos, pero creo que sí. Entre nosotros hay una conexión que es inexplicable con las palabras. Eramos dos almas libres que de repente nos juntamos. Somos amores por destino, porque imagínate que ese día, el del almuerzo, al otro día que me pidió el teléfono, no podía llegar a horario porque pasaba justo el barquito con el que se abre el puente de Madero, y no lograba cruzar. ¡Me quería morir...!
EDUARDO COSTANTINI:—Pensé que no venía. Llegó como 25 minutos tarde... Le mandaba whatsapp a un amigo que es ‘re gamba’, y me decía que si ella no venía, se acercaba él para almorzar conmigo y hacerme compañía. Yo ya había pedido una mesa y Elina no llegaba. Pensaba que lo que había vivido el día anterior no había sido real. Cuando la vi llegar, le mandé rápido un mensaje a mi amigo, porque estaba alerta para ver si tenía que venir o no (Risas).
E.F:—Eduardo es una persona que me encanta exteriormente, pero interiormente sé que es mágico. Pensamos que estamos destinados a ser el amor de nuestras vidas. Yo no se lo quería expresar al principio porque creía que se iba a hacer el canchero, suponía eso porque no lo conocía.
E.C:—Me di cuenta al toque que era un milagro, soy muy intuitivo. En esa primera cita formal, después de almorzar, estuvimos charlando varias horas. Llegó tarde pero aproveché, no la dejé irse tan rápido (Risas).
—Eduardo, ¿usted ya se sentía atraído por el mundo de la moda?
E.C:—La estética es parte de la vida, pensá que yo vendí bufandas y chalecos a los 22 años. Compraba la lana en Once, después combinaba los colores que quería. Tenía una máquina semi industrial y creaba mis propios modelos. Me gusta el diseño, el arte, la arquitectura, estoy muy conectado con lo estético. Y ella es obvio que también lo está, pero la respuesta va más allá de las afinidades que tenemos. Los dos nos hicimos “de cero”. Los dos tenemos un Norte en la vida, estamos agradecidos de estar vivos, pero el amor energético es casi inexplicable. Es una dimensión que no podés explicar a través de la razón ni de las palabras. Tenemos los mismos valores: honestidad y respeto, son como los cimientos de una pareja. Y después nos gusta viajar, comer, tomar vino, visitar museos. Me encanta verla desfilar, la vi en el desfile de CARAS. La admiro y aparte es súper divertida. A veces es como una “cañita voladora”, es muy emocional...
—Se lo ve muy enamorado...
E.F:—Sí, totalmente. Y yo también. ¡Estamos muy enamorados! Más allá de que nos atraemos físicamente, nuestro amor es muy puro. Fue un flash a primera vista, almas que se reencontraron. Cada día descubrimos cosas diferentes.
—¿Quién le “sigue el tren” a quién?
E.F:—Sin dudas, yo a él, porque tiene más energía. Cuando estamos remando, bueno, él rema solo porque yo no hago nada (Risas), después se baja del bote y quiere que vayamos a andar en bicicleta. Y más tarde desea caminar. ¡No para un segundo! Yo tengo alma vieja y él, alma joven (Risas).
E.C:—Ella vivió tan intensamente, es otra temporalidad. Porque existe el tiempo físico, el psicológico, el emocional, el profesional. Ella en la moda logró todo, vivió en China, en Japón, trabajó en Europa, en Nueva York, en México. Es “La Modelo de Alta Costura de la Argentina” desde hace años. Ella tuvo grandes vivencias.
—¿Quién cocina, por ejemplo?
E.F:—El me gana en eso también. La primera vez que dormimos juntos, al otro día él me preparó el desayuno. También me cocina y yo hasta ahora nunca. Pero ya va a llegar el momento (Risas). Eduardo es muy romántico, es genial. Es original en todo. Si bien me gusta que me haga regalos, me seduce más siendo tan caballero. Sale del esquema de lo que conocemos que son los hombres hoy en día. Tiene cosas como estar todo el tiempo pendiente de mí, es muy compañero. Un día fui a tomar el té al Patio Bullrich con un compañero, y él me pasó a buscar para ir a cenar. Cuando salí, estaba afuera del auto, preparado para abrirme la puerta. Llegamos al restaurante y se bajó rápido para abrirme de nuevo la puerta, son cosas increíbles. Me pregunto si este hombre es real (Risas). El amor que tiene hacia mí es incondicional, y es mucho más valorable que cualquier cosa material que me pueda llegar a regalar.
—Eduardo tiene una familia muy numerosa, ¿Cómo la recibieron?
E.F:—Su familia me integró desde el primer momento. Un día organizó un almuerzo en su casa de Nordelta, para presentarme a todos. Lo único que desean es ver bien a su padre, y como lo ven tan feliz, creo que es por eso que me aceptaron.
—Entonces el saldo del viaje fue positivo y ayudó a fortalecer la relación...
E.C:—La idea original fue conocer lugares que vamos a recordar por el resto de nuestras vidas y compartirlos juntos. Porque podríamos haber ido a París, pero al ir a Amsterdam, que ninguno de los dos lo conocíamos, eso queda grabado para siempre.
E.F:—Las tres ciudades fueron muy románticas y divinas. De Viena nos encantó la gente, una cultura sana mentalmente, son muy amables. Praga es un lugar tan romántico, con esos puentes, esos cielos... Y Amsterdam es soñado. Nuestros viajes son mágicos porque entre nosotros nos vamos conociendo más, y cada día descubrimos algo de nuestro interior que nos hace ver más claramente quiénes somos. Por ejemplo, de repente venía un mozo y nos descubría llorando, porque somos los dos muy sensibles. A lo mejor le conté a Eduardo alguna experiencia personal y a él lo emocionó. Y a la media hora estábamos riéndonos, entonces la gente miraba como preguntándose si estábamos peleando o si nos estábamos reconciliando (Risas). Somos muy emocionales.
—¿Cómo definen esta relación tan inesperada?
—Nuestro amor tiene la belleza de una gran obra de arte.
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