Amalia, Alexia y Ariadna, las hermosas hijas de Máxima Zorreguieta, deslumbran con su impronta real
Las princesas, súper fashion, superaron a su madre.
El sábado 27 de abril la ciudad de Amersfoot amaneció con oscuras nubes que amenazaban opacar un festejo para el que los 150 mil habitantes habían trabajado durante los seis meses previos. En uno de los palacios holandeses, a 90 kilómetros de allí, en el hogar del rey Guillermo Alejandro, su esposa Máxima (47) y sus tres hijas Catharina Amalia Beatriz Carmen Victoria (15), Alexia Juliana Marcela Lorenza (13) y Ariadna Guillermina Máxima Inés (11), todo fue festejo desde el comienzo de la mañana. Williem-Alexander Claus George Ferdinand van Orange-Nassau cumplía 52 años y no sólo su familia lo celebraría, sino que todo Holanda se teñiría de color naranja para homenajear a su monarca. En“Prinsenhof” la familia vivió su primera celebración de la jornada y se preparó para partir, a las 11, a continuar con la fiesta. La reina se vistió con un modelo de su diseñador preferido, Natan, con camisa y pantalón ancho y corto, en nude, con grandes apliques de flores en naranja. Que completó con sombrero plato de Fabienne Delvigne, clutch y stilettos con transparencias y recortes en el mismo tono. Un outfit perfecto para la ocasión. Alexia y Ariadna, como siempre, lucieron sus modelos más acordes a su edad. Pero la gran sorpresa la dio la “quinceañera” y heredera directa al trono. Es común ver a Amalia, quien a los 18 comparecerá oficialmente como princesa, luciendo algún vestido del guardarropas de su madre. Tan fashionista como Màxima, aseguran que heredó la pasión por la ropa de la reina. Y que por eso aprovecha, sobre todo, los pantalones, las blusas, algún vestido, los abrigos y los zapatos de su madre. Cuentan en el palacio que, aunque debe lucir faldas por debajo de la rodilla, según lo marca el protocolo, su primer modelo a imitar es Máxima y el segundo, la duquesa de Sussex, Meghan Markle (37). Sin embargo, grande fue la sorpresa hasta de sus padres al verla claramente diferenciándose de sus hermanas que aún conservan una imagen más infantil. Amalia lució un vestido que acompañó con impresionantes tacones que, a diferencia de los de su madre, eran más anchos y no stilettos. Habría elegido este modelo para caminar con la naturalidad que su madre tanto le hizo practicar por los pasillos del palacio para que no le resultaran incómodos. Sin preveer que hoy su propia hija sería su gran competidora fashion.
“¡Son las royals con más estilo de Europa!
“¡Son las royals con más estilo de Europa!”, se enorgullecieron los holandeses al ver a la reina junto a quien en el futuro se convertirá en monarca.
“¡Es una fiesta estupenda junto a mi familia y a mi pueblo!”, repitió el rey emocionado con los festejos en su honor, mientras a su paso, como acompañándolo, el sol comenzaba a abrirse paso entre las tupidas nubes.
“¡Estoy orgulloso de la familia que tengo. De la reina que me acompaña y de mis hijas… Para estar en público hay que conocerse bien a uno primero. Si no, es imposible cumplir con una función así. Es lo que siempre le digo a Amalia: aprende y comete errores como yo lo hice”, agregó con los ojos puestos especialmente en quien a partir de los 18 asumirá nuevas responsabilidades y recibirá un sueldo de casi un millón y medio de euros, de los que sólo podrá utilizar 263.000 para sus necesidades. Mientras tanto, Amalia continúa con sus estudios en el instituto público, preuniversitario, “Gymnasium Sorghvliet” de La Haya. Y como toda adolescente, anda en bicicleta, practica equitación, esquí, hockey, ama cantar y la literatura y, como su madre, es una “fashionista”. Además, ya escribió una obra de teatro titulada “El Monasterio de Navidad”, que firmó con el seudónimo de Emilia von Nassau. Dicen que aunque la más parecida a Máxima es Alexia, son muy llamativos los puntos en común entre Amalia y su madre, a quien públicamente confesó su admiración en más de una oportunidad. Ya que la historia de la argentina, hoy nacionalizada holandesa, es digna de un gran cuento de hadas.
Cuando era una inquieta adolescente argentina que estudiaba en el prestigioso “Northland School” y vivía junto a sus padres -María del Carmen Cerruti Carricart y Jorge Zorreguieta (el fallecido Ministro de Agricultura durante la Dictadura Militar)- y sus hermanos -Martín, Juan e Inés (fallecida en junio de 2018)- en un departamento de 120 metros cuadrados en Barrio Norte, no llegó a imaginar que el destino le tenía guardado un futuro de palacios y tronos. Máxima nació en Buenos Aires el 17 de mayo de 1971 y siempre fue curiosa, ávida de información y conocimientos, muy estudiosa, “parlanchina” como la definía su madre, que amaba pasar los veranos en Punta del Este y los inviernos esquiando en Bariloche. Le gustaba la repostería pero debía controlar sus comidas para no aumentar de peso. En 1988 ingresó en la Universidad Católica Argentina y cursó la carrera de Licenciada en Economía, al tiempo que realizaba trabajos de investigación para diferentes empresas financieras y daba clases de inglés y matemáticas a niños. En 1996 fue seleccionada para sumarse al staff del HSBC y terminó trabajando en Nueva York. Luego de dos años ingresó en Dresdner Kleinwort Benson y en 1999 se pasó a las oficinas del Deutsche Bank. Atrás ya había quedado su amada patria. Ya era una mujer formada, atractiva, rubia, independiente, fuerte, simpática y trabajadora. Con educación y unos modales relajados y exquisitos que la hacían pasar por una chica nacida en Inglaterra. En esa época conoció al alemán Dieter Zimmermann que trabajaba en la Bolsa y convivieron en un departamento de Chelsea pero la relación no prosperó y ese mismo año, en un viaje a la Feria de Sevilla, su amiga, Cynthia Kaufmann, le presentó al por entonces príncipe Guillermo Alejandro de Orange. El príncipe holandés primero pidió ver unas fotos de Máxima y allí quedó fascinado con la rubia mujer. El primer encuentro se realizó en España a donde Guillermo las invitó a viajar. Aunque al principio “no hubo química” entre ellos y, como le comentó a “la celestina” en cuestión, “Guillermo me pareció un poco bobo, torpe pero divertido”, el destino comenzaba a trazar una aventurera curva que terminaría marcando definitivamente su historia. Porque a diferencia de ella, Guillermo aseguró, “Apenas la vi, lo tuve claro. Supe que su carácter extrovertido y valiente era lo que necesitaba”, dijo al confesar que había quedado cautivado por su belleza y espontaneidad. En Nueva York Máxima y Guillermo volvieron a cruzarse. El príncipe volaba en su avión a visitarla y, aunque debían cuidar que su ya romance se hiciera público, eran conscientes que la relación iba por un camino serio. Las charlas fueron más profundas; los encuentros prolongaron los café y los intereses mutuos.
“Recuerdo que cuando Alex nos la presentó nos encontramos con una mujer muy abierta y divertida. Diferente a él pero con los mismos principios. ¡Estaban hechos de la misma madera! Lo maravilló su espontaneidad y naturalidad pero sabía que debía vencer un obstáculo y era que su madre, la reina Beatriz, le diera su aprobación ya que su novia era una plebeya”, reveló una íntima. Y esa fue la nueva “prueba de fuego” a superar por Máxima. Era espontánea y natural, nada más lejano a la realeza, por sus venas no corría “sangre azul”, no tenía experiencia en la aristocracia y debía renunciar a su “libertad” si quería continuar con su historia de amor. Dicen que la reina Beatriz aceptó la elección de su hijo quien le pidió “¡Confía en mí!” y pensó que juntos podrían ser los primeros de una nueva generación de reyes que se abriría paso en las acartonadas monarquías de Europa. Con una imagen más fresca, familiar, moderna, digitalizada y fashionista. Porque aunque al principio Máxima desconocía todas las reglas de la realeza, las obligaciones y el protocolo, sí manejaba como nadie el mundo de la moda. Beatriz sintió que sería la encargada del gran cambio de la monarquía en un mundo muy diferente al que ella había vivido durante sus 30 años de reinado. “Máxima llevaría a la monarquía holandesa a los nuevos tiempos”, afirmaron. Beatriz confió en su hijo, en el amor que lo unía a la argentina y la ayudó a prepararse para ser parte de la familia, de la gran Casa Orange. Le brindó sus mejores consejos, la “retó” a superarse cuando veía flaquear sus fuerzas, y hasta le ofreció “su hombro de madre”, teniendo en cuenta que María del Carmen estaba tan lejos. Hoy, Máxima y Beatriz son inquebrantables aliadas y grandes amigas.
“Como dije el día que cumplí la mayoría de edad; seguiré a mi corazón. Estoy muy seguro de la persona que elegí y creo que es digna del pueblo holandés”, expresó Guillermo el día de su compromiso, al anunciar que la boda se realizaría el 2 de febrero de 2002. Desde entonces Máxima estudió y se preparó. Renunció a su pasado y hasta acató el pedido de que su padre no fuera a su casamiento. Casi doce horas diarias pasó estudiando el idioma, más las clases de historia y sociología de los Países Bajos. Con sus temores a cuestas y su indiscutida seguridad estaba transitando el camino hacia el trono. Firmó acuerdos prematrimoniales, cumplió con formulismos y tradiciones y aceptó cláusulas como la prohibición de fumar en público, usar jeans y anteojos, besar en la boca a su marido ante la gente, caminar delante de él o saludar con un beso. Las estrictas normas que, con los años, se iría descartando. Se adaptó a sus obligaciones reales en tiempo récord. “La plebeya latina dio brillo a la monarquía de Holanda”, titularon los diarios y ella sintió que había ganado su gran batalla. “La tenacidad, el empeño y su ambición, más su simpatía, convencieron a los holandeses al punto de que hoy es uno de los miembros más populares de la Casa de Orange”, contó el escritor Gonzalo Alvares Guerrero. Y sí, ella ya era parte de una de las casas reales más ricas de Europa, cuya fortuna está valuada en cinco mil millones de dólares. Los Orange son una de las monarquías más caras; reciben 40 millones de euros al año, sin contar los gastos extra y de seguridad. El presupuesto incluye unos 10 millones de euros anuales para el mantenimiento de sus palacios (Noordeinde, Soestdijk, Huis ten Bosch y el de Amsterdam, entre otros), 40 millones para seguridad, cerca de 4,6 millones que gastan los municipios cada vez que reciben una visita real y los 22,5 millones anuales que insume los diferentes viajes por trabajo de la pareja real. Actualmente, los reyes de Holanda tienen un ingreso de 8,2 millones de euros, más 28.3 que reciben para gastos de funcionamiento y para extras otros 5.8 millones de euros. Y en cada viaje que realizan en logística y alojamiento gastan 15 millones de euros.
El 30 de marzo de 2001 Máxima habló por primera vez al pueblo holandés para anunciar su compromiso, con un increíble anillo de diamantes en su dedo. Y ese sábado 2 de febrero pasó frente a las más de 80 mil personas que la esperaban en los alrededores de la Nieuwe Kirk de Amsterdam para ser testigos de “la gran boda del siglo”. El atrio de la catedral miedeval fue cubierto por millones de flores blancas. Máxima sintió que vivía el momento culminante de su gran sueño de hadas. Con un vestido de novia de Valentino (de 160 mil dólares), inspirado en el traje de bodas de la reina Beatriz, en color marfil, con corte imperio y una cola de 5 metros con un velo íntegramente bordado a mano. Lució aros y pulsera de diamantes y platino y una diadema de diamantes con estrellas. “Guillermo es el gran amor de mi vida”, repitió entre lágrimas de emoción y tristeza por la ausencia de su padre. Novecientos millones de espectadores no se perdieron detalle de lo transmitido por la televisión holandesa. El príncipe Guillermo lució su uniforme de gala de capitán de la Marina. “¡Ja ik will!”, fue la respuesta de Máxima ante la pregunta si aceptaba al príncipe como su esposo. “¡Sí quiero!”, repitió para adentro. Intercambiaron sus alianzas con bandas de platino de 2,5 milimetros de ancho. El pueblo se tiñó de naranja para festejar el paso de los novios en un carruaje de 1898, tirado por seis caballos, estilo renacentista. Las Casas Reales de Europa estuvieron presentes y las mujeres más bellas y poderosas compitieron en joyas, sombreros y trajes. Los recién casados recibirían a partir de ese momento, una pensión anual de 625 mil dólares. Hubo viajes por el mundo, compromisos y protocolo. El 7 de diciembre de 2003, la pareja tuvo a su primera hija, Catharina Amalia Beatriz Carmen Victoria de Orange Nassau. El 26 de junio de 2005 nació Alexia Juliana Marcela Lorenza de Orange Nassau y el 10 de abril de 2007 llegó Ariadna Guillermina Máxima Inés de Orange Nassau.
Máxima se fue convirtiendo en un gran referente para las mujeres del mundo entero. A su innata simpatía le sumó conocimientos y fomentó su costado solidario que le inculcó también a sus hijas. Pero también se dejó fascinar por un mundo fashion que siempre la atrajo. Los diseñadores más prestigiosos del mundo se peleaban por vestirla. Y entre sus preferidos se destacó el holandés Jan Taminiau quien terminó creando un increíble vestido para el día de su coronación. Ya que el 30 de abril de 2013 la reina Beatriz abdica y Guillermo sube al trono holandés. Un inolvidable traje azul la llevó a protagonizar una de las imágenes más inolvidables del siglo. Sólo un año como “Reina Consorte” le bastó a Máxima para que su popularidad entre los holandeses alcanzara el 83 por ciento, duplicando la de su marido que sólo llegaba al 42 por ciento.
“¡Máxima la reina más..! Bella, simpática, solidaria, espontánea, fashion, fresca, creíble, natural… La mejor! Y esperamos que Amalia llegue a ser su vivo reflejo”, la definió su propio pueblo. Ella jamás sintió miedo y hasta se animó a dejar de lado, en muchas oportunidades, el férreo y antiguo protocolo, y romper las reglas. Como cuando visitaron Inglaterra y les habían recomendado que no se podía besar a la reina Isabel II (92). Ante las miradas atónitas de todos, Máxima y Guillermo hicieron la reverencia de costumbre que indica el protocolo y luego besaron en la mejilla a Queen Elizabeth. Tampoco sienten vergüenza de manifestarse públicamente el amor que sienten con cariñosos gestos, abrazos y hasta besos, ante la gente. Ella suele hacer “ostentación” de la tierna pulsera que le regaló su marido cuando cumplió los 40, que más allá de que sea de oro, tiene las iniciales de los dos, “A”, por Alex como ella lo llama, y “M”, por Max, como él le dice, más la de sus tres hijas.
El costado fashion de Máxima también la ha llevado a ser la primera royal en sumarse a la moda “Low Cost”, reciclando vestidos de su guardarropas (para ella y, desde hace un año, también lo extendió al de sus hijas mayores), actualizando algunos viejos de su suegra, repitiendo modelos en eventos y actos oficiales y comprando en tiendas más populares como Zara, donde adquirió, por sólo 99 euros, un pantalón y chaleco naranjas que lució en Vietman. Obviamente, a la hora de las joyas, tiene a su disposición las valiosísimas colecciones de oro, plata y las más exquisitas piedras preciosas e invalorables diamantes de Beatriz, aunque ella ama sus maxi collares en piedras y maderas y su gran colección de insectos en hebillas, ganchos para el cabello y prendedores (algunos realizados por el argentino Celedonio Lohidoy).
Y, si en algo son muy celosos los actuales reyes de Holanda, es en la educación que reciben sus hijas. Las princesitas van a una escuela de elite pero pública, practican mucho deporte y les fascina la música y el teatro.
“Yo aún no había aceptado que iba a suceder a mi madre en la corona y quería conocerme a mí mismo. Es lo que debes hacer en primer lugar; y es lo que estoy subrayando constantemente con Amalia. Siempre le digo: averigua tus límites…”, volvió a repetir el rey que intenta inculcarle a su hija en el duro camino de preparación hacia el trono de Holanda. En un transitar en el que deberá aprender mucho de su madre. Ya que Máxima no se limita a sus obligaciones junto al rey, sino que como cuando era una adolescente, siempre va por más. En los últimos encuentros de líderes mundiales ella ocupa un lugar de privilegio junto a las mujeres ý hombres más poderosos del mundo. Y allí comenzó a promover el empoderamiento femenino desde el lugar que le es familiar, el de la economía. Así fue parte del “Women20” y el “G20”. “Lo que hoy puedo hacer y lo que pude hacer en toda mi vida fue el resultado de la lucha de muchas mujeres. Hay que continuar con esa pelea; dar el ejemplo y demostrar que podemos avanzar”, dijo ante la admiración de sus pares.
Las revistas del mundo engalanan sus portadas con la imagen de la reina de Holanda como símbolo de alegría, positivismo, viralidad y naturalidad. Su gran sonrisa –desaparecida durante muchos meses luego del fallecimiento de su hermana–, su largo cabello rubio y su “casi insolencia” de mostrarse bebiendo felizmente un porrón de cerveza, la humanizaron y la hicieron bajar a la tierra de un trono, hasta su llegada, sólo querible en los cuentos de princesas de Disney.
El 30 de abril celebraron sus seis años en el trono holandés en el que fueron coronados en 2013, Guillermo festejó sus 51 años y el Día del Rey, y Máxima sus 20 años en la realeza holandesa. Todo el país se tiñó de naranja en su honor. Los holandeses salieron a las calles con pelucas, remeras y sus rostros pintados en el color de la Casa de Orange. Y brindaron con sus bebidas preferidas: cerveza y Orange Bitter (un licor de naranja que se remonta al 1620), y comieron su “Bitterballen” (un snack de carne molida con harina, perejil, sal y pimienta) en honor de “¡Willen van Orange!”. Los festejos comenzaron ya la noche anterior. Cuando el himno a su rey se impuso en cada hogar. “Guillermo de Nassau soy yo, de sangre neerlandesa, a mi patria fiel permaneceré hasta que muera… Un rey de Orange yo soy libre y valeroso…”, cantaron todos y Máxima no pudo evitar sus primeras lágrimas de orgullo por el hombre que conquistó su corazón hace casi veinte años.
Como es tradición, fueron a visitar un pueblo llamado Amersfoot (todos los años la pasan en una localidad diferente), donde los recibieron con todos los honores por el alcalde Lucas Bolsius y el gran amor de sus habitantes. “Koningsdag”, “El día del Rey”, fue celebrado junto a otros miembros de la familia, como el príncipe Constantino y su mujer Laurentien que fueron con su hijo y los primos de Guillermo -hijos de la princesa Margarita, hermana de Beatriz- el príncipe Floris y su esposa Aimée, el príncipe Bernardo van Vollenhoven y Annette, y el príncipe Maurits y su nujer Marilene. Entonces Máxima volvió a brillar con su look y sus hijas la custodiaron como en la más prestigiosa pasarella de moda. Como es costumbre para el “Koningsdag” la Familia Real Holandesa festejó a lo grande y junto a su pueblo. Sin embargo este año, al brillo de siempre de Máxima, sorpresivamente, se le sumó todo el encanto de su hija mayor que ya se perfila como una digna heredera al trono. Cada una de ellas ha heredado algo de su madre y ha aprendido a escuchar los consejos de su abuela paterna que supo reinar Holanda durante 30 años.
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