“Somos seres ansiosos. Aceptémoslo”.
Esa frase surgió casi como una revelación al final de una charla entre nosotras. Y, aunque simple, nos permite preguntarnos si ponemos la ansiedad en foco: ¿Qué pasa cuando dejamos de huir?
Como psicólogas, observamos que uno de los grandes desafíos actuales es dejar de ver a la ansiedad como un enemigo a eliminar, y empezar a identificar, conocer y habitar lo que sentimos. Podríamos decir que hay que reescribir la ansiedad y pasar del miedo al entendimiento.
En esta nota compartimos algunas de las ideas, reflexiones y herramientas que trabajamos día a día en consultorio y en nuestras redes desde Psicoincidir.
¿Qué es realmente la ansiedad?
Aldana: La ansiedad es una emoción humana, esperable y muchas veces necesaria. La ansiedad no es una emoción negativa, en todo caso puede resultar que no es placentera sentirla. Sentir ansiedad ante un examen, una entrevista de trabajo o una mudanza, por ejemplo, puede indicarnos que estamos ante algo que nos importa.
Natalia: El problema aparece cuando esa ansiedad deja de ser puntual y empieza a ser excesiva, incontrolable o tan intensa que interfiere en nuestra vida cotidiana. Ahí es donde se vuelve importante distinguir entre una preocupación esperable y una que ya necesita ser atendida, es decir una preocupación patológica.
¿Cómo se puede diferenciar una ansiedad “normal” de una que ya es patológica?
Natalia: Una de las claves está en observar los parámetros medibles de la preocupación: la frecuencia, la intensidad y la duración de lo que sentimos. También es fundamental preguntarnos: ¿Esto se activa frente a una situación concreta, o frente a un pensamiento que anticipa algo que aún no pasó? ¿La preocupación convive con la persona, se instala y va de a poco afectando las distintas áreas de esa persona?
Aldana: Muchas veces la ansiedad no surge de un peligro real, sino de pensamientos que se disparan solos, sin pausa, y que generan malestar. En esos casos, el trabajo terapéutico apunta a repasar nuestra historia: entender de dónde viene lo que sentimos y por qué hoy se reactiva de esa forma.
¿La ansiedad también se manifiesta en el cuerpo?
Aldana: Sí, absolutamente. El cuerpo muchas veces es el primero en hablar. Dolores físicos, contracturas, insomnio, malestares digestivos, dermatitis… son formas en las que la ansiedad puede expresarse cuando no encuentra otro canal.
Natalia: Lo explicamos muchas veces con una metáfora: “Es como si se prendiera una alarma todo el tiempo, incluso cuando no hay peligro”. El cuerpo queda en estado de alerta permanente, y eso lo agota. También agota a la psiquis.
¿Cuál es el rol del terapeuta frente a estos cuadros?
Natalia: Nuestro rol no es el de tener todas las respuestas, ni el de dar soluciones mágicas. Es el de alojar, acompañar, preguntar, habilitar sentidos, leer junto a la persona lo que está sintiendo.
Aldana: La terapia no es un lugar para bajar línea, sino para invitar a pensarse. Cada paciente llega con su propia historia, su ritmo, sus recursos. Acompañar es respetar eso.
En consulta, ¿hablan sobre la falta o lo que no se puede decir?
Aldana: Sí, porque también forma parte de nuestra condición humana. No todo lo que sentimos puede decirse con claridad, ni entenderse por completo. Siempre hay algo que queda por fuera de la palabra, y eso no es un error: es parte de lo que somos.
Natalia: Aceptar esa falta también es una forma de alivio. Nos baja la exigencia de tener que entender y controlar absolutamente todo.
¿Qué estrategias pueden ayudar a transitar momentos de ansiedad?
Aldana: No hay fórmulas mágicas, pero sí herramientas que pueden ofrecer alivio, sobre todo si se usan con constancia y cuidado. Algunas de las que solemos trabajar con pacientes son:
Nombrar lo que me pasa. Poder decir “esto que siento es ansiedad” ya nos saca de la confusión y nos posiciona de otra manera frente al malestar.
Escribir. Poner en palabras lo que da vueltas en la cabeza puede organizar, dar perspectiva o simplemente descargar.
Mover el cuerpo. La actividad física —caminar, bailar, correr, hacer yoga— es una aliada para regular el sistema nervioso.
Respirar y hacer pausas. Las técnicas de respiración o los ejercicios de conciencia corporal nos devuelven al presente cuando la mente se acelera.
Observar si hay una causa concreta. ¿Esto se activó por algo puntual o es parte de un patrón más profundo?
Escuchar al cuerpo. El cuerpo también habla. Poder registrar lo que siente, sin juzgar, es una forma de autocuidado.
Pedir ayuda. No hace falta llegar al límite para consultar. A veces, una escucha empática basta para abrir un proceso.
Aceptar lo que no se puede controlar. No todo se resuelve, no todo se entiende. Tolerar esa incomodidad también nos hace más libres.
¿Cuál sería una idea final que quisieran dejar?
Natalia: La ansiedad no es un enemigo a erradicar, sino una emoción que, con acompañamiento profesional adecuado, puede transformarse en una señal comprensible. No se trata de vivir sin ansiedad, sino de aprender a vivir con ella, reconociendo que incluso lo incómodo puede volverse habitable cuando se le da un lugar, una voz y un sentido".
Aldana: Se trata de resignificarla. Comprenderla, nombrarla y ponerla en contexto es el primer paso para hacerla parte de una vida más habitable.
Sobre las autoras
La Lic. Aldana Redondo y la Lic. Natalia Sganga son psicólogas clínicas y fundadoras de Psicoincidir, un espacio dedicado al acompañamiento terapéutico, desde una mirada actual y profundamente humana.
Instagram: @psi.coincidir
www.psicoincidir.com




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