lunes 07 de octubre del 2024

Carolina Laura: Abogada de Familia y emprendedora, nos ofrece una mirada actual sobre el divorcio

El mal divorcio. Cuando uno de los padres utiliza a los hijos para dañar al otro.

CREDITO CARAS

Hemos hablado de varios temas en torno a una buena separación, pero lamentablemente hay veces en que las separaciones no se dan con la madurez necesaria de parte de uno o ambos padres.

Los hijos en estos casos llevan las de perder, naturalmente, aunque no tienen ni culpa ni responsabilidad en nada de lo que la familia está atravesando.

Es frecuente escuchar en la consulta a padres o madres que se quejan de lo que el otro progenitor los descalifica o acusa en la cabeza de los hijos. Los padres  no se están hablando en forma directa, y ante ese límite el padre o madre que se encuentra más disconforme con la situación intenta dañar a su ex criticándolo, acusándolo o descalificándolo con comentarios como:

“Tu mamá es una regalada (o algún otro término más peyorativo)  porque sale con todos”;

“Tu papá es un miserable porque no paga lo que debe pagar”;

“Tu mama nos abandonó”;

“Tu papá se robó los frascos de la alacena”

Sí, a veces las miserias humanas son así de absurdas. Y los hijos pequeños no tienen  modo de defenderse cuando es su propio padre o madre el que está abusando de su cabecita.

¿Cómo actuar cuando nuestro hijo pequeño viene con esos relatos?

El primer reflejo es decir que el otro progenitor está  mintiendo. “Yo no me llevé los frascos”. Si los hijos tienen cierta edad  puede ser una alternativa, pero si son muy chicos es mejor preservarlos  al menos de un lado. Se puede responder algo así como:

“Tu mamá y yo vamos  a ponernos de acuerdo en eso, vos no te preocupes por nada”;

De esa manera el chico no irá con la respuesta (“Dice papá que sos una mentirosa”), y no se convertirá en un mensajero del odio entre sus padres.

No es fácil, pero si ambos padres entran en ese mismo juego, para el hijo es devastador.

Una buena terapia de coparentalidad podría ayudar, aunque solo uno de los padres esté dispuesto a asistir a la misma. En mi modesta opinión los hijos pequeños (menos de 6/8 años)  no deberían ir a terapia, sino que deberían hacerlo en todo caso sus padres.

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