El peso de las palabras: Cómo los Estereotipos Corporales Impactan Nuestra Relación con la Comida y la Salud

Vivimos en una sociedad donde el cuerpo es tema de conversación constante. Se opina sobre los kilos ganados o perdidos, se celebran los “cuerpos de verano” y se critican aquellos que no encajan en un ideal impuesto. Pero, ¿nos detenemos a pensar cómo esas palabras afectan a las personas?

Como licenciada en nutrición y como alguien que no tiene un cuerpo hegemónico, puedo decir que el peso de los estereotipos va más allá de la imagen: influye en la autoestima, en la relación con la comida y en la manera en que nos percibimos.

El impacto del discurso sobre el cuerpo

Desde la infancia, se nos enseña que ciertos cuerpos son mejores que otros. Los medios refuerzan la idea de que la delgadez es sinónimo de salud y éxito, mientras que los cuerpos más grandes son asociados con la pereza y la falta de cuidado. Esta narrativa no solo es injusta, sino también errónea.

La salud no se mide exclusivamente en kilos. Factores como la alimentación equilibrada, la actividad física y el bienestar emocional son determinantes clave. Sin embargo, el discurso social sigue centrado en la balanza, generando culpa y frustración en muchas personas.

Cómo afecta en la relación con la alimentación

Cuando se impone la idea de que un cuerpo “correcto” es sinónimo de valor personal, la alimentación deja de ser un acto de autocuidado y se convierte en un campo de batalla. La culpa por comer, el miedo a engordar y las dietas restrictivas nos alejan de la conexión real con nuestro cuerpo y nuestras necesidades.

He visto en consulta cómo muchas personas llegan con miedo a ciertos alimentos porque “engordan” y cómo el rechazo a su propio cuerpo las hace sentir que no merecen cuidarse. Y esto no solo afecta a quienes viven en cuerpos grandes; incluso quienes tienen cuerpos socialmente aceptados pueden sufrir ansiedad y miedo al cambio físico.

El rol de los profesionales de la salud

Desde mi profesión, siento la responsabilidad de cambiar esta narrativa. La educación alimentaria debe enfocarse en la salud integral, sin promover la cultura de la dieta ni reforzar estereotipos dañinos.

No podemos seguir midiendo el bienestar de una persona solo por su índice de masa corporal ni perpetuar discursos que dañan la autoestima. La nutrición no se trata de encajar en un molde, sino de aprender a escuchar a nuestro cuerpo, nutrirlo con respeto y disfrutar la comida sin culpa.

Hacia un cambio de mirada

Es momento de cuestionar cómo hablamos del cuerpo, tanto el nuestro como el de los demás. No sabemos qué historia hay detrás de cada persona ni cómo nuestras palabras pueden afectarla.

La salud no tiene una única forma ni un peso ideal. Lo que realmente importa es cómo nos sentimos, cómo nos cuidamos y cómo aprendemos a tratarnos con más amabilidad.

El camino hacia una relación saludable con la comida y con nuestro cuerpo empieza cuando dejamos de juzgar y empezamos a escuchar.

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