Los seres humanos somos seres lingüísticos.
Esto quiere decir que necesitamos del lenguaje para poder poner en palabras aquello que nos sucede en nuestro mundo interno (pensamientos, emociones y sensaciones), como también aquello que percibimos en nuestro mundo externo y o queremos generar en él. Es lo que nos diferencia del resto de las especies.
Por lo que el lenguaje tiene un rol fundamental en nuestra vida personal y en sociedad y aún así muchas veces podemos olvidarnos del impacto que éste tiene.
Lo que suele suceder es que nos quedamos con un único aspecto de nuestro lenguaje que es, como mencioné anteriormente, el de describir nuestro mundo interno y aquello que vemos, oímos, tocamos, degustamos y olemos. Podríamos decir que es un rol más bien pasivo de nuestro lenguaje.
Por consiguiente, dejamos de lado el rol fundamentalmente activo de éste que es el de generar realidad. Nuestra palabra se transforma así en acción.
Esto significa que a través de nuestra palabra logramos que las cosas sucedan; por ejemplo, al hacerle un pedido a alguien lo que estoy buscando es satisfacer una necesidad o deseo, que sin ese pedido probablemente no serían cubiertos.
Un “¿Querés casarte conmigo?” seguramente significará un antes y un después en una pareja, sea cual sea la respuesta.
Por otro lado, vamos modificando el tipo de relación que tenemos con los demás. No es lo mismo si pido perdón al darme cuenta que dañé a alguien con algo que dije o hice, a que si no lo hago. Genero una realidad distinta en mis vínculos si pongo o dejo de poner límites a través de mis “No” o le agradezco al otro por aquello que hizo por mí.
Así también con nuestra forma de hablar vamos construyendo nuestra propia identidad y podemos impactar en la de los otros.
¿Qué realidad voy a generar en mí si me digo que nadie me va a querer por cómo soy?
¿Qué mundo le estoy generando al otro si constantemente le recalco sus “errores” o “debilidades”?
Es por eso que es muy importante entender que el lenguaje NO ES INOCENTE!!
Tiene un propósito, tiene un “¿para qué?”; seamos conscientes de ello o no.
Es por eso que la invitación es a ser cada vez más conscientes y responsables de aquello que ponemos en el mundo tanto externo como interno.
Nuestros cerebros no tienen sentido del humor por lo que no entiende de humor, no entiende de chistes; podemos estar diciéndole a alguien más, o incluso a nosotros mismos, algo con mucha liviandad que puede servir de palanca para ir construyendo una forma de vida.
Con nuestras palabras somos capaces de acariciar el alma de los demás o dejar heridas que pueden tardar mucho tiempo en sanar.
Cuando comenzamos a ser conscientes de nuestras conversaciones con otros y con nosotros mismos, podemos hacernos responsables o no de ellas. Nos permitirá elegir si sostenerlas o soltarlas, y modificarlas por otras que nos abran posibilidades y que nos permitan diseñar el camino que queremos recorrer.
Recordá que “Aquellas conversaciones que tenemos de forma inconsciente, nos tienen a nosotros”.
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