Había decidido renunciar a mi trabajo. Fue una decisión impulsiva, aunque con un largo proceso mental detrás. La discusión con un colega fue el empujón que necesitaba para levantarme del escritorio, guardar mis cosas y salir de aquel lugar al que ya no pertenecía.
Pensé: "¿Qué estoy haciendo acá? Yo podría estar trabajando para mí, como lo está haciendo él". Bajé por el ascensor y, al salir del edificio, rompí en llanto, pero ni siquiera eso me detuvo. Todo sucedió un viernes por la mañana, en noviembre de 2018.
Una amiga me cedió un espacio en su estudio contable, y ahí comenzó esta aventura llena de todo tipo de momentos. El primer semestre fue el más complicado; no tenía clientes ni ahorro, solo mi notebook, que había comprado de segunda mano y que aún me acompaña.
Mi amiga, con su gran corazón, me pasaba algunos trabajos y, cuando estaba muy ocupada, me permitía atender a los nuevos clientes que llegaban a su estudio. Mi mamá me ayudaba con la mitad del pago del alquiler de mi casa, pero esa gran ayuda no alcanzaba para cubrir todas las necesidades diarias.
Hubo un momento crucial en el que me sentí desbordada; los gastos extraordinarios parecían surgir de la nada. Estaba muy estresada; la ansiedad y el miedo me inundaban. Una de esas noches, literalmente, no pude dormir; los pensamientos no paraban, y podía sentir que pensar de esa manera estaba afectando y lastimando mi cuerpo.
A la mañana siguiente, me levanté como todos los días para enfrentar "lo que me tocaba vivir". ¿Dónde había quedado todo el empoderamiento que había sentido? Estaba tan atrapada en ese túnel oscuro que me costaba recordar qué era lo que me había llevado hasta ahí.
Recordé que me ayudaba mucho visualizarme como realmente quería ser. Comencé a imaginar las cuentas pagas, la alacena y la heladera llenas, a imaginarme pagando completamente el alquiler de mi casa. Y volví a sentir cómo la plenitud me llenaba el cuerpo y el alma. Nunca más volví a vivir una situación similar. Mi vida ahora está colmada de abundancia y agradecimiento. Todo lo que deseo, lo puedo tener. Te lo aseguro. Fue mi propio poder el que me trajo hasta aquí.
Lo que estás viviendo, por más oscuro, duro o intenso que parezca, no te define. No sos esa oscuridad; sos la luz que elegís ser. Conéctate con tu poder, con quien verdaderamente sos. ¡Podés cambiarlo todo!
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Fotos: Ariel Gómez