Cómo define un éxito? ¿Por qué un producto es exitoso y otro no?
–En el caso de la obra que estoy protagonizando en teatro “Piel de Judas”, el mayor mérito es el texto. Si no tenés un excelente texto que te avala, todo se derrumba. Luego viene el casting. En EEUU, precisamente en la entrega de los Oscar, se premia a los “casteadores”. En el caso de “Piel de…” parece haber sido escrita para mí. Marión tiene mucho de mí y yo de ella.
–La obra se transformó en un acontecimiento único. La sala está llena todas las noches y la gente la espera a la salida para saludarla y tener un contacto real y verdadero con usted.
–Si, si, lo que pasa con la gente es impresionante. Te juro que me conmueve. Hacia 24 años que no hacia teatro. Para la gente que nunca me vio en escena es una fiesta: se ríen, se conmueven, me lo dicen, me lo agradecen. El otro día llamo María Amuchastegui, y le dijo a mi secretaria que la obra era sanadora. Y me pareció buenísimo…
–La gente tiene ganas de divertirse, de establecer con usted un código de complicidad que los aleje de las angustias y los problemas diarios.
–¡Pero por supuesto!. Y ésto es algo que noto. ¡Por favor!. La gente grita en el teatro, me hacen notar su amor permanentemente. Me da mucha ternura el cariño de la gente. Lo siento. Lo palpo. A pesar de estar acostumbrada a recibir mucho cariño del público, por suerte, lo que me dicen cuando salgo del teatro es impresionante. Apenas aparezco en escena siento un tsunami de aplausos y gritos que tengo que hacer un gesto para poder comenzar con la obra. El día del debut estaba atemorizada, me preguntaba cómo me iba a ir, dudaba y sufría pensando que me podía olvidar la letra. Hoy, no siento temores al salir a escena, pero siempre existe en mí una adrenalina que me eriza. Es fabuloso. Es muy movilizante escuchar lo que me dicen.
–¿Qué le dicen que no le hayan dicho en tantos años de carrera y éxitos?
–La otra noche, una señora viejita me agarró de la mano y me dijo: “Susana, me tengo que operar del corazón, y no quiero morirme antes de verte”. Son muchas emociones juntas.
–La gente ahora tiene la oportunidad de percibir en vivo su energía.
–Si, yo soy una mujer optimista y creo que eso la gente lo nota. Jamás les he mentido. El público sabe que no soy una mina que se esté quejando, o aburrida, o triste. Es muy difícil que yo conviva con esos sentimientos. Naturalmente soy así. Es muy raro que esté de mal humor. Y sí, eso se transmite. Es más, a veces salgo del teatro con la garganta quebrada y agotada pero no impide que me quede con la gente que me espera afuera sacándome selfies, saludando o hablando con ellos. También es mi manera de agradecerles todo.
–Usted dice que nunca se enoja, pero cuando algo la pone de mal humor tiembla todo.
–Y si, obvio, también tengo mi carácter. Pero trato de que nunca me gane el mal humor. A no ser que me esté divorciando de alguien que me haya mentido y robado, entonces sí, le rompo la cabeza con lo primero que tengo en la mano (risas) Naturalmente soy una mujer muy educada. Trato muy bien a todo el mundo. Jamás me permito estar malhumorada con la gente que trabaja tanto en mi casa como en el teatro. Siempre “por favor” y “gracias”. Prefiero la risa a la amargura. Yo cuando estoy en mi camarín me rio. Celebro. Ese es mi espíritu. La gente que me rodea tiene un humor increíble. Miguel (Romano, su estilista de toda la vida) el día del debut, en el que estábamos todos nerviosos, a los gritos dijo “Paren todo, estamos en el medio del mar, ahora hay que ir para adelante”. Y era cierto. Ya no había manera de volver atrás. Todo lo que dice Miguel tiene mucha gracia y es sumamente talentoso como inteligente.
–Su productor, Gustavo Yankelevich, dijo que decidió poner las entradas de “Piel de Judas” a un precio alto por una sola razón: Porque el público, además de ir a ver una excelente comedia, tiene la posibilidad de celebrar un encuentro con usted. Que se trata de un evento único y exclusivo.
–La gente viene a reírse, la risa es sanadora. Y me encanta saber que me voy a encontrar con ellos. La gente me dice que le encanta verme caminar, lo que llevo puesto, los zapatos que tengo, el vestuario. Que están pendientes de cada movimiento. Es halagador, y soy muy agradecida. Aunque la otra vez, una señora le dijo a otra “Escuhá a Susana, mirá que buena dicción que tiene”. Y alguien que observa eso es porque sabe de teatro. Tener buena dicción y que se escuche hablar bien y en toda la sala, es lo que me enseñaron cuando me subí por primera vez a un escenario. Nunca me voy a olvidar lo que me repetía Pepe Cibrian cuando debuté en el teatro con “Las Mariposas son Libres”: “Quiero escucharte desde acá, desde la fila 30”. Trabaje mucho para lograrlo. Por eso odio a los actores que hablan despacito y rápido.