miércoles 11 de diciembre del 2024
CELEBRIDADES 27-05-2022 16:50

Guadalupe Cuenca y Mariano Moreno: diez cartas de amor a la deriva

Una de las historias de amor que marcaron la historia argentina.

Guadalupe Cuenca y Mariano Moreno: diez cartas de amor a la deriva
Guadalupe Cuenca y Mariano Moreno: diez cartas de amor a la deriva | CARAS

«Mi querido Moreno de mi corazón: me alegraré que esta carta te halle con perfecta salud como mi amor lo desea; yo extrañándote cada día más.» Estas palabras escribía María Guadalupe Cuenca el 25 de mayo de 1811, mirando la pirámide inaugurada para celebrar el primer aniversario de la Revolución de Mayo, en la plaza de la Victoria, frente al cabildo.

Guadalupe quería que su esposo supiera todos los pormenores del gobierno que lo había dejado de lado, pero también necesitaba decirle cuánto lo extrañaba y el dolor que le provocaba su ausencia. Lo que no sabía la mujer, es que ni esa carta, ni las restantes nueve, jamás llegarían a las manos del dueño de su corazón.

La historia de su amor fue novelesca. Mariano Moreno, estudiante de abogacía, llevaba en la sangre el ímpetu de aquellos que saben que la vida ha de vivirse en serio: el amor, los ideales, la pasión.  Le interesaban las leyes y hasta Chuquisaca había ido a estudiar, en una carrera que derivó desde teología —un mandato familiar— a la prestigiosa universidad Mayor Real de Juristas que le otorgó el título de abogado. 

Mariano la descubrió en un retrato. Era el comienzo de 1804 cuando vio en un escaparate el relicario con la imagen de una mujer que lo impactó. Entró en la tienda dispuesto a conocer la identidad de esa joven, y luego la buscó sin descanso: la misma pasión que le despertaban los principios de la Revolución Francesa, le provocó la mirada desenvuelta de Guadalupe. 

Guadalupe Cuenca y Mariano Moreno
Guadalupe Cuenca y Mariano Moreno: diez cartas de amor a la deriva

Se enamoraron, se comprometieron por amor y se entregaron a una vida juntos. Abrazaron ese amor que parecía contrariado y también compartieron la pasión por los ideales de la patria que estaba naciendo.

En Argentina, María Guadalupe descubrió dos nuevos mundos: el del compañerismo y la revolución. Y Moreno, que fue clave en la Primera Junta de Gobierno aquel 25 de mayo de 1810 y fundador de la Gazeta de Buenos-Ayres, no pudo ocultar el fuego que quemaba en su interior y que no le permitía ser tibio. Un año después era un estorbo para la causa. Los desencuentros con su eterno rival, Cornelio Saavedra lo llevaron a aceptar un viaje diplomático a Londres y allí partió, en la fragata Fame, en enero de 1811.

En Buenos Aires quedaban sus ideas más implacables y también su esposa. «Ay, Moreno de mi vida, qué trabajo me cuesta el vivir sin vos, todo lo que hago me parece mal hecho… las gentes, la casa, todo me parece triste», decía Guadalupe. 

No tenía respuestas. Y la melancolía no tenía fin. «Ay mi Moreno de mi corazón, no tengo vida sin vos, se fue mi alma y este cuerpo sin alma no puede vivir y si quieres que viva venite pronto, o mandame llevar…»

Guadalupe Cuenca y Mariano Moreno
Guadalupe Cuenca y Mariano Moreno: diez cartas de amor a la deriva

Pero ella le siguió contando, trazo más trazo, hasta su última carta el 29 de julio de 1811: “…no dejes de escribirme todo lo que te pasa, ábreme tu corazón como a tu mujer e interesada en todas tus cosas; basta de guardar secretos a mí, porque sin vos no puedo vivir…”.

El 1 de agosto Guadalupe cruzó la plaza de la Victoria y no miró la rústica pirámide de ladrillos -más bien, un obelisco- de 14 metros que se le antojó ridículo. Ese puñal clavado en el corazón de su patria le recordaba el silencio de su esposo, la traición de los amigos y la soledad.

Llegó a su casa y abrió la puerta. Sobre la mesa de entrada descansaban, intactos y premonitorios el abanico, un velo y un par de guantes negros que alguien había dejado como obsequio. 

Cuando finalmente Guadalupe recibió la respuesta que tanto ansiaba, no era de Mariano. Le entregaron un atado de sobres que comenzaban a ponerse amarillos, sellados por su mano y con letras que nunca llegarían a su destinatario. Mariano Moreno había muerto en altamar, posiblemente envenenado, sin conocer la letanía de la mujer del relicario que lo había enamorado en los albores de la revolución.

Diana Arias
Escritora y periodista
Autora de Amores inmigrantes

Guadalupe Cuenca y Mariano Moreno

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