Tienen una relación que sorprende. Laura Fidalgo y su mamá Susana Lasagni son además de madre e hija, grandes amigas, confidentes y están unidas por un lazo indestructible. Se admiran mutuamente y la bailarina, quien está feliz en su rol de actriz en la obra “El show de los Cuernos” que se presenta en la sala Enrique Carreras, en Mar del Plata, no se cansa de elogiarla.
Junto a su papá Teo y su hermano mayor Leandro, conformaron una familia en la que siempre predominó el diálogo, la libertad y el estímulo. A pesar de ser de otra generación, Susana se caracterizó por ser siempre muy de avanzada y a sus hijos les daba libros de metafísica y los convencía de que todo lo que ellos anhelaban lo iban a lograr. “Me acostumbró a anotar en un cuaderno lo que soñaba. Siempre escribía ahí y después lo guardaba debajo del colchón. `visualizá y de qué forma te imaginás en esa situación´, agregaba, y así lo hacía. Después me decía: `ahora vete, vete, que lo vas a lograr´. Además a la noche hacíamos ejercicios de visualización. Y por último me pedía que agradezca y ayude en lo que pueda”.
Laura, asegura que veía cómo su mamá se esforzaba en el trabajo, y hasta hoy continúa acompañándola y es su principal espectadora. “Aunque esta vez no bailo estoy fascinada actuando en esta obra. Como siempre mamá está cerca. Recuerdo que tenía un local de polirubros y además era líder de una línea de cosmética, tenía revendedores, regenteaba y dirigía a las vendedoras de la zona de Flores. Siempre estuvimos muy pegadas y a pesar de que me dio siempre libertad absoluta, era yo la que no la largaba”.
Chispeante y extrovertida, Laura asegura que su madre es todo para ella y las dos sienten que su amor es puro y transparente. “Ella es mi musa inspiradora en todo sentido. Es una gran luchadora, noble, voluntariosa, tenaz y siempre tuvo una actitud positiva frente a las adversidades que enfrentó en su vida. Además es una trabajadora incansable”, agrega la bailarina que en 2019 integró el VAR en el “Bailando por un Sueño” y luego continuó de gira en motor-home con la obra “Tengamos el Sexo en Paz” .
—¿Siempre fueron unidas?
—Nos acompañamos mutuamente en todo. Cuando hacía teatro ella estaba en la platea y no se perdía ni una función. Yo le decía “Andá mamá que te cansás de estar acá” y ella me contestaba que le encantaba verme. Yo también, desde chica, la acompañaba en su trabajo.
Con sólo tres años comenzó a estudiar danza para gastar un poco de las energías que desparramaba mientras su mamá y la “Nona China”, le hacían los trajes en la Singer que tenían en la casa. “Siempre estaba impecable y yo valoré mucho el esfuerzo que hacía por mí y por eso colaboraba y la acompañaba en lo que podía”.
—¿En qué se parecen y en qué se diferencian?
—Mamá siempre tiene una sonrisa. A la mañana suele decir “el día está hermoso” y se pone a tocar la pandereta y canta, en cambio yo soy más melancólica. Pero ambas somos una 4X4 y hacemos de todo. Somos sociables y nunca nos encasillamos en algo. Yo hago todo y mamá también, Además las dos somos leales y los secretos son sagrados. Tenemos códigos y don de gente.
—¿Qué es lo que más rescata de ella?
—Que es una gran motivadora. El mandato de ella fue formador de mi personalidad. Soy lo que soy por mamá y papá. Ella está antes que yo. Es de roble, es mi alma y mi corazón, es todo en mi vida y no admiro a nadie más que a ella. Es canchera, inteligente y astuta por demás. Tiene el don de desdramatizar con gran naturalidad.
—Si pudiera pedir un deseo por Susana ¿Cuál sería?
—Salud, porque quiero tenerla eternamente conmigo. La vida con ella es un todo porque mi mamá es una maestra de vida.