Como si todo se detuviera en el tiempo y el único sonido fuera el de su ser interior, así, en la absoluta paz, elige pasar sus días la princesa Lætitia d’Arenberg. “Aquí estoy en paz. El lugar que elijo para celebrar en silencio. Agradecida y conmovida de saber que la vida es hoy y el hoy es para siempre. Por un año de paz y prosperidad. Aquí estoy en armonía, pero siempre de pie”, describe sobre su amado oasis esteño: una acogedora mansión en José Ignacio, decorada y diseñada por ella misma, desde la alfombra hasta las importantes arañas de cristal. Un espacio único que, con vistas al sunset esteño en primera fila, coopera poderosamente con su más profundo anhelo: el deseo de paz.
“Es como si todo se detuviera en el ocaso. El cielo se despide del día y yo, emocionada, renazco con más fuerza y más vida. Describir este momento está vinculado con la magia que me provoca la naturaleza. Una paleta de colores dorados que se funden en un mar que aguarda la calma desde mi rancho en José Ignacio. La templanza se siente en la piel”, admite la creadora de sus propios sueños.
La exclusiva villa uruguaya posee dos habitaciones en suite, un cuerpo principal que funciona como quincho de lujo y amplias salas de estar con sillones de mimbre franceses protagonistas. Sin embargo, la princesa, que le abrió las puertas a CARAS para entrar en su universo más íntimo, elige no hablar de
abundancia o bienes materiales. “Tengo una sola ambición: seguir tirando puentes y transmitiendo la fuerza que tengo adentro. Para mí es vital escuchar, soy una persona que ha venido para escuchar a otros y aprender”, reconoce quien trabaja para enriquecer su interior. “Me motiva estar en silencio con mi mente y proyectar la vida que quiero. No hablo de cosas materiales sino de rescatar mi propia esencia y reflexionar sobre la vida. Hay que ser agradecidos. Darle importancia a lo verdadero. La vida es fugaz, pero brillante, si sabes vivirla con intensidad”, declara desde la mansión donde el 90 por ciento de los objetos están vinculados a los animales, otra de sus debilidades.
Laetitia sabe que lo tuvo todo y no lo da por hecho. “Me considero una mujer fuerte y valiente porque pude hacer lo que quise en mi vida. Muy jovencita cerré la puerta de mi casa y me fui. Hice mi camino a mi manera. Construí mi futuro en todo lo que quise hacer y eso gracias a no tener
miedo”, repasa la princesa, que involucrada con la Naturaleza y el Planeta, creó su propio oasis de ensueño en Uruguay, con pileta frente al mar, donde se conecta con los atardeceres como en ningún otro lugar en el mapa.
“Es mi lugar en el mundo. Dios es mi razón de vida, está dentro y fuera de mí. En cada plantita que miro, en cada animal que veo y en la inmensidad del cielo. Soy una mujer extremadamente agradecida a la vida, que me ha dado visión, el poder hablar, caminar, abrazar y decir lo que siento. Soy una agradecida todo el día por el maravilloso mundo que estoy aún con esta edad. El día de mañana me gustaría ser recordada a través de mis nietos, hijos y amigos como una mujer que siempre hizo el bien hacia su prójimo”, concluye con la certeza de que así será.