El Chino Moro y su familia en Tulúm (caras)
El Chino Moro y su familia en Tulúm Foto: caras
El Chino Moro y su familia en Tulúm Foto: caras
El Chino Moro y su familia en Tulúm Foto: caras
El Chino Moro y su familia en Tulúm Foto: caras
El Chino Moro y su familia en Tulúm Foto: caras
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El Chino Moro y su familia en Tulúm Foto: caras
El Chino Moro y su familia en Tulúm Foto: caras
El Chino Moro y su familia en Tulúm Foto: caras
AL NATURAL

Conocé la increíble vida y casa del Chino Moro en Tulúm

"Fue la mejor decisión de nuestras vidas", asegura el fotógrafo.

No les iba para nada mal mientras vivían del mundo de la moda en una de sus grandes capitales, la cosmopolita Nueva York. Viajaban muy seguido a México y una vez les salió la oportunidad de comprar un terreno en un pueblo desconocido cercano a Tulum, Francisco Uh May, un paraje selvático hinóspito bien a la medida del Chino” Luis Moro (59). Así fue como el fotógrafo bahiense y la modelo Martina Correa (31) descubrieron un paraíso que, con el paso de los años y la llegada de un hijo, se convirtió en su ireemplazable lugar en el mundo. “Venir a vivir a Tulum fue la mejor decisión de nuestras vidas. Al principio teníamos dudas y miedo, pero a partir de la crisis del 2008 y del hastío que ya sentíamos del mundo de la moda, concidimos en que lo mejor era empezar a construir algo acá para tener una base. Todo se fue dando de manera mágica y nos instalamos definitivamente en el 2011, después de mucho tiempo yendo y viniendo a NY. Como dice Paulo Coelho (72), cuando uno elige el camino correcto, el universo conspira para que todo te vaya bien’. Y acá estamos, creo que el destino nos premió por haber elegido esta calidad de vida”, expresó Moro vía audio de WhatsApp, una voz que deja filtrar el ténue sonido de pajaritos tan típicos del envidiable hábitat.

   Con él a cargo de la arquitectura y su mujer de la decoración, la pareja irrumpió en la selva mexicana con una construcción pequeña que a partir de la llegada de Lorenzo (7) fue cobrando otra dimensión. “Al principio estábamos solos en medio de la jungla (risas), a 25 kilómetros, media hora en auto, de la mejor playa del mundo. Había monos, ciervos, pitones, alacranes, y como de ambas partes respetamos nuestros espacios se fueron alejando, nunca tuvimos alguna experiencia fea con ellos. Fue toda una aventura radicarnos acá, siendo autosustentables y viviendo de la huerta, parecemos a la Familia Ingalls. Eso sí, con muy buena Internet, porque es importamte estar conectados, la tecnología es una herramienta necesaria si la sabés utilizar bien”, recordó de cuando se afincaron en Tulum, donde el primer gran desafío fue la superviviencia económica: “La moda ya había llegado a su punto máximo de lo que a mi me gustaba, no te daban los números y había que reinventarse. Y esa decisión de hacer otras cosas me hizo sentir mucho más joven, comenzamos a diseñar muebles y a venderlos a todas partes del mundo. Tuvimos mucho éxito con nuestras hamacas, sillas, atrapasueños, sin darnos cuenta empezamos a vivir de eso”.

    —¿Cómo es hoy vivir en Francisco Uh May?

   —La vida acá es espectacular, tanto yo como Martina tuvimos de chicos ésta calidad de vida y quisimos lo mismo para “Lolo”. Te levantás con el sonido de los pájaros y te acostás con el de las ranas, te acoplás a la sinergía de la Naturaleza y respetás sus horarios. Nos hicimos una casa con todo lo que nos encanta, tenemos huerta, un buen lugar para estar en el agua, muchos árboles, gallinas. Y ahora, con mi nuevo hobby de la astrofotografía, vamos arriba donde está el telescopio y nos quedamos tomando un vino con Martina. Con los vecinos no tenemos paredones que dividan las casas, los senderos te conectan. Una noche se cena en una casa, otra en otra, o vamos todos a ver una película o nos juntamos a hacer un fuego tocando tambores y charlando. Todo es magico, contagioso.

   —¿Reciben muchas visitas de amigos argentinos?

   —Sí, y muchos de los que vinieron terminaron siendo vecinos nuestros, se armó una comuna hermosa de gente. También estuvieron Nico Repetto (63), Rocío Guirao (36), una vez con Lucila (Polak) le festejamos el cumple a Al Pacino (80) con un asado increíble. Cuando llegan acá todos reaccionan de la misma manera: el primer día te dicen “pero Chino, ¿no se aburren acá todo el día sin hacer nada, cómo hacen?” Al segundo día te preguntan si no hay un terreno para vender, y lamentablemente ya no hay nada. Y al tercero no se quieren ir más (risas).

   —¿De qué manera resuelven la formación escolar de Lorenzo?

   —Lolo” no va al colegio, hace Homeschooling por Zoom y aparte tiene sus clases de surf y equitación. Los dos decidimos no mandarlo, nos parece que ese modelo de educación quedó obsoleto, la cosa ahora va por otro lado. Acá tiene un montón de amiguitos y estudian juntos; además, su madre se pasa horas enseñándole de todo. Lo mejor que podés darle a tu hijo es el amor de sus padres, y Martina es una madraza, estoy orgulloso de ella y orgulloso de ver crecer a nuestro hijo como está creciendo. El amor de familia es todo.

   —¿Tulum es un destino tan soñado como se dice?

   —Es paradisíaco. Si bien no me gusta ir en temporada alta, lo importante es que no se trata de playa y nada más, para nada. Tenés lugares para ir a comer espectaculares, los cenotes, ir a visitar las ruinas de los alrededores, tenés fiestas, hoteles increíbles como el Azulik, Nómade, Posada Margarita... Para que hayamos tirado el anclá acá es por algo, viene mucha gente talentosa y creativa de todos lados, amamos vivir en Tulum. México es un país generoso que te abre las puertas y te ayuda, te da la posibilidad de crecer. Es triste decirlo, pero México me dio más felicidad que la Argentina.

   —¿Cómo se vivió la pandemia del coronavirus? ¿Tuvieron cuarentena?

   —Acá en Tulum el Covid-19 no se sintió, creo que apenas hubo un caso de un taxista contagiado. En Yucatán sí hubo más, y la cuarentena no la sentimos porque hace casi diez años que vivimos como tal. Hubo más libertad que en otros lados, ahora van abriendo los hoteles y de a poco se vuelve a la normalidad. Es más, escuché que se espera una buena tenporada.

   —Definitivamente, ¿Encontraron su lugar en el mundo?

    Sí, fue nuestra mejor decisión. Prefiero estar vendiendo cocos en la playa antes que estar en Nueva York corriendo detrás de la plata para pagar la renta. Siempre hice lo que me gusta, y creo que el secreto de la juventud y la felicidad es hacer lo que uno ama. Hay que dejar los miedos de lado y animarse, acá todo fluye. Y no te quepan dudas que conocer       Tulum es un antes y un después.

 

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