LADY DI Y EL PRINCIPE CARLOS: UNA HISTORIA SIN AMOR (Guacamouly.com)
LADY DI Y EL PRINCIPE CARLOS: UNA HISTORIA SIN AMOR Foto: Guacamouly.com
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Realeza

Lady Di y el príncipe Carlos: una historia sin amor ni final feliz

Se cumplieron 40 años de "la boda del siglo".

El 29 de julio de 1981 el mundo se paralizó para seguir los detalles de lo que se convertiría en “La Boda del Siglo” (759 millones de personas lo vieron por TV en 74 países). Una bella, inocente y dulce maestra jardinera, con mirada tímida y sonrisa cálida, se había ganado el amor de los ingleses. Lady Diana Spencer tenía sólo 20 años y el príncipe Carlos, que le llevaba 12 años y era el heredero al trono de Gran Bretaña, la había cautivado cuando se conocieron gracias a la hermana de ella, Lady Sarah (que había salido con el príncipe), y los presentó en un fin de semana en el campo. Pero Carlos ni la registró y fue tres años después, en 1980, cuando en un partido de polo comenzaron a charlar y ella le dijo que lo había visto por televisión y “parecía muy solo”.

Diana contó que él se le abalanzó y la besó. Entonces hubo invitaciones al ballet y a la ópera. Diana conquistó a todos y la Familia Real Inglesa vio que era la candidata ideal para casarse con el príncipe y “blanquear” su figura relacionada con una mujer casada que era Camilla Parker Bowles. Dicen que sólo se vieron 13 veces antes de la boda que  “arreglaron” las dos familias. El noviazgo oficial fue de seis meses y para ella era un cuento de princesas. Pero las señales oscuras comenzaban a repetirse. Y la primera fue al anunciar su compromiso cuando les preguntaron si estaban enamorados y mientras Diana respondió “Por supuesto”, Carlos dudó y dijo: “Signifique lo que signifique la palabra amor”.

La Familia Real, con la reina Isabel II a la cabeza, tal como lo muestra el sitio Guacamouly.com, vistió sus mejores galas para marchar a la Catedral de San Pablo. Más de 1000 agentes y 2000 policías a caballo se hicieron cargo de la seguridad. El vestido de la novia fue uno de los secretos mejor guardados. Ya que los diseñadores David y Elizabeth Emanuel arrojaban a la basura bocetos y telas falsas para despistar a quienes revisaban sus tachos en busca de detalles que revelaran el modelo que era “estilo romántico y algo excéntrico” y que llevó 3 meses de confección. Tenía mangas voluminosas, cintura ceñida, encaje bordado con perlas y brillantes y la cola más larga de un casamiento real, de tafetán color marfil de casi ocho metros.

Era tan extensa que los modistos debieron disponer de un salón del Palacio de Buckingham para trabajar con plisados, tafetán, seda, encaje, volados, adornos de nácar, 10 mil perlas, cristales y, en la etiqueta, coserle una herradura de oro con diamantes como amuleto para darle suerte. Pero los nervios le jugaron una mala pasada a la novia que terminó adelgazando varios kilos y perdiendo 13 centímetros de cintura por lo que el vestido se tuvo que coser cinco veces. Los zapatos de taco bajo estaban cubiertos por 550 cristales y 130 perlas y tenían un corazón y las iniciales C y D. La novia llevó una reliquia familiar, la “Tiara Spencer” con diamantes y piedras preciosas.

Según contó el maquillador de Diana, accidentalmente ella manchó el traje con su perfume preferido, el “Quelques Fleurs”, y luego debió “cubrirlo” con el ramo de flores. Años después tanto Carlos como Diana reconocerían que a pesar de mostrarse felices, por dentro, sintieron que era uno de los días más tristes de sus vidas. Ya que él se casó con una mujer a la que no amaba y ella con un hombre que no la amaba. Pero ese 29 de julio, Carlos lució su uniforme de capitán de la Marina Real mientras la futura princesa de Gales llegaba en la Carroza de Cristal. “Aquí tenemos el material del que están hechos los cuentos de hadas”, proclamó el arzobispo de Canterbury frente a la pareja. Muy diferente a lo que reconocería  Diana años después, “yo me sentí como una oveja que va al matadero”.

Y casi como un presagio de lo que sería esa unión, durante la ceremonia se produjeron errores como al intercambiar sus consentimientos cuando la voz de Carlos tembló y casi no se escuchó su “I Will” (“Acepto”) o cuando Diana cambió el orden de sus nombres al llamarlo “Felipe Carlos”. A esa altura de la ceremonia, Lady Di ya había girado su cabeza y divisado a la amante de su novio, Camilla Parker Bowles, en las filas de los 3500 invitados.

En el banquete al que sólo fue la mitad, lo más llamativo fueron las 27 tortas de boda, además del pastel principal que medía 1,5 metros y estaba decorado con el escudo de armas de Carlos, rosas, lirios y orquídeas, que tardaron 14 semanas en preparar ya que todas las tortas fueron duplicadas por si se producía algún accidente. El costo total de la boda fue de 48 millones que hoy equivaldrían a 110 millones de dólares.

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