¿Qué es la procrastinación?
“Pro” significa adelante y “Crastinare” mañana, es decir “lo dejo para mañana”.
Procrastinar significa posponer o evitar, innecesariamente, la realización de una acción – actividad principal hasta otro momento posterior, sustituyéndola siempre con otra actividad alternativa (menos relevante).
Cuando la persona tiene que dar el paso y realizar la primera acción se da cuenta de lo incómodo que resulta salir de “su zona de confort”, así que se dice: “mejor empezaré mañana”… y así se sigue postergando.
¿Cuáles son las consecuencias de esta procrastinación?
Podemos observar consecuencias en diferentes niveles:
A nivel acción y resultados: nos impide concretar nuestros sueños, nuestros proyectos y cosas que son importantes para nosotros.
A nivel de mi ser: tiene un impacto negativo en mi autoestima y autoconfianza. Cuanto más postergamos peor nos sentimos y la postergación empieza a tener efecto en nuestra autoestima y quizás empecemos a sentir que no tenemos voluntad, que somos irresponsables, que no somos lo suficientemente buenos, etc.
A nivel interpersonal: las consecuencias pueden conllevar a un deterioro en la calidad de nuestros vínculos, pérdida de confianza y credibilidad.
¿Por qué postergamos?
Si bien pueden existir varias razones por la que las personas postergan, la principal es la siguiente: postergamos porque tenemos un conflicto interno en nuestra mente, y asociamos más dolor o incomodidad con realizar la acción que con no realizarla.
Si nuestra mente cree que determinada acción nos va a producir más dolor que placer, entonces vamos a hacer lo que sea para no realizar esa acción. Esto tiene sentido, ya que muchas veces las cosas que postergamos las vemos como aburridas, peligrosas, o incómodas.
Por ejemplo, si postergamos ir al gimnasio, es porque anticipamos el aburrimiento de ir si es que no nos gusta, la incomodidad y hasta el dolor físico de entrenar. Si postergamos el decir algo a alguien, queremos evitar la incomodidad que esto puede generar, y evitar el miedo a ser rechazados o lastimados.
El problema es que al pensar así hay una parte que no estamos considerando. Estamos pensando en el corto plazo, pero si seguimos postergando las acciones esto también trae aparejado mucho dolor, especialmente en el largo plazo si seguimos postergando y postergando.
El hábito de la postergación hace que a veces no veamos esta parte de la realidad, y que seguir postergando en general es más doloroso que tomar acción.
Por otro lado, la diferencia entre alguien que se dedica a completar una tarea importante, pero quizás desagradable o estresante, y alguien que la posterga, es cómo gestiona sus estados emocionales.
Si tiene dificultades para gestionar su miedo, ansiedad, incomodidad, etc. la forma que encuentra de manejar estas situaciones es evitando la tarea y los sentimientos negativos asociados con ella. El resultado es lo que observamos como procrastinación.
¿Qué podemos hacer para dejar de postergar?
Debido a que la inefectividad en la gestión de las emociones negativas relacionadas con una tarea es el núcleo de la postergación, encontrar mejores formas de afrontar y gestionar estas emociones es la clave para reducirla.
Sin embargo, el primer paso es tomar conciencia de estos sentimientos y de su origen.
Por ejemplo, las tareas sobre las que nos sentimos inseguros, quizás porque no tenemos información suficiente, pueden generar estrés y ansiedad. Obtener la información que necesita para estar bien preparado y tener claro lo que se requiere para una tarea reducirá la incertidumbre y, por lo tanto, reducirá las posibilidades de que posponga las cosas en esa tarea.
La autocrítica, las dudas sobre uno mismo y otras formas de diálogo interno negativo a menudo pueden amplificar cualquier sentimiento negativo inicial sobre una tarea. Quizás le preocupa que el informe no sea lo suficientemente bueno o que no sea la mejor persona para escribirlo. Tomar conciencia de su diálogo interno es el primer paso para encontrar una manera saludable de lidiar con estos sentimientos que evite la postergación.
Algunos tips que podemos implementar la reducir la procrastinación:
1) Define claramente el resultado que quieres y el sentido que tiene para ti. Muchas personas no actúan porque no tienen claridad en lo que quieren, o se manejan desde una idea de lo que deberían hacer o lo que se espera de ellos, pero no es algo que realmente tenga sentido para la persona.
Definir lo que quiero y el sentido que tiene para mi hacerlo implica replantearme el futuro que quiero para mi, el tipo de vida que quiero.
Un cerebro confundido generalmente no actúa. Por otro lado, aunque tenga claridad en el norte, si no tiene sentido para mi, lo mas probable es que mi acción no tenga la fuerza necesaria, que surge generalmente desde una motivación interna.
2) Ponte plazo: Si tú eres un procrastinador activo, marca una frontera de tiempo o una fecha concreta, momento en el cual debe estar lista esa tarea importante, así crearás la urgencia necesaria para actuar.
Te sorprenderá saber que esta tendencia a posponer lo que no es urgente, tiene un trasfondo evolutivo. Los seres humanos están conectados a considerar las necesidades del presente mucho más fuertemente que las necesidades del futuro.
Así que la estrategia es simplemente convertir esa actividad importante en algo urgente para así tomar acción.
3) Crea una lista con pasos pequeños y muy específicos, y comenzar con el primer paso.
Si esa actividad que procrastinas constantemente se ve del tamaño del monte Everest, lo que tienes que hacer es doblarla varias veces hasta que sea mucho más fácil para comenzar.
La única regla es que dividas esa actividad que pospones en algo tan fácil que cualquier otra actividad con la que decidas procrastinar se vea más compleja.
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Lic. Pía Andújar
Master Coach Profesional
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