No solo se intoxica la mente: también el campo energético, que se vuelve más permeable al ruido del entorno.
La ciencia muestra que el estrés sostenido impacta directamente en el cerebro, afectando la memoria, la concentración y el estado de ánimo. El cuerpo, en modo supervivencia, deja de autorregularse: respiramos de manera superficial, dormimos mal, estamos irascibles o desconectados. Estamos en modo supervivencia, sobreviviendo día a día. Resolviendo día a día, tachando pendientes.
Y de pronto, si se nos da la oportunidad de hacer una pausa, de volver un instante al presente, miramos hacia atrás y nos damos cuenta de todo lo que se nos pasó de largo y no lo disfrutamos: el cumpleaños de nuestro hijo, una charla importante con nuestra pareja, un momento en familia.
Lo veo a diario en Espacio para el Ser, como si fuera un común denominador: mentes aceleradas, cuerpos contracturados, aturdidos de pensamientos y emociones. Todo ese ruido interno no nace solo de la mente; el exceso de estimulación externa, vivir detrás de la zanahoria acentúan este estado de desconexión y supervivencia.
Para mí, el punto para comenzar a vivir sin estar tan aturdidos mentalmente, es aprender a pausar. Comenzar a poner pausas y el cuerpo es la puerta de entrada: una respiración profunda, un silencio consciente, el sonido de un cuenco o de una frecuencia al despertar o cuando te vas a dormir, pueden resetearte.
Hacer una pausa, no requiere grandes rituales, sino pequeños actos diarios de presencia: El sonido, la naturaleza, el descanso y la alimentación son algunos pilares que te pueden ayudar a volver a conectar con vos.
En un mundo que corre, detenerte es una forma de cuidarte y volver a estar presente. Cuando bajás el volumen de la mente, el cuerpo te empieza a hablar. Y cuando logras escucharte, todo empieza a ordenarse.
Lic. Maria Jose Noguer
PSICÓLOGA- Terapia de Sonido y Frecuencias
IG @majo.espacioparaelser

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