Natalia Borgo, ¿cómo fueron los inicios del emprendimiento?
En un principio surgió de una necesidad de encontrarme a mí misma, con mi esencia, dado que comencé a sentir que no me sentía feliz y de hecho estaba padeciendo una enfermedad autoinmune. A su vez, mi profesión como Abogada, ya había cumplido un ciclo, al igual que mi trabajo en relación de dependencia en Servicio Penitenciario.
Soy Profesora de Italiano, y en una de mis clases con mis alumnas viendo una película, me replanteo esta situación y allí se me ocurre la idea de armar un Resto Puertas Cerradas, dado que a mí y a mi marido nos gusta cocinar y recibir personas en casa, y que su nombre sería La Contraria, relacionado a esa película.
¿Desde cuándo te relacionas con la gastronomía?
Mi relación con la cocina, recuerdo que, desde chica mi vida estuvo muy vinculada al mundo culinario. Mi papá Julio, trabajó durante 30 años en la Abadía de San Benito, Lujan, en la cocina, producción y armado de lo que en la actualidad es la dulcería. Cuando mi papá estaba en casa, en especial los sábados a la tarde, comenzaba a preparar el menú del domingo, desde el postre hasta las pastas. Puedo nombrar como platos exclusivos pavo con castañas, ravioles de borrajas, la torta Sacher con dulce de damasco hecho por él. En esa quinta, estaba toda cultivada, con muchos frutales, y animales, nada se compraba. Toda la producción se envasaba y se almacenaba en el sótano. Recuerdo empezar haciendo alfajores de maicena, polvorones o buñuelos. O revolver el dulce en verano en la cocina a leña. En verano era la temporada de cosecha de tomates y frutas.
¿Cómo surgió que La Contraria sea una pastelería?
En los eventos familiares siempre fui de preparar tanto lo dulce como lo salado, y la vida me dio la posibilidad, junto con mi actual marido que también es amante de la cocina, y mucha terapia, al hecho de poder replantearme si lo que hacía en mi vida realmente me llenaba y si era feliz. Y así, comencé un curso de pastelería, que duré poco tiempo, dado que todo lo que daban ya lo sabía. Entonces busqué hacer un curso más corto de pastelería avanzada y pensé que por acá es donde quiero estar. Me permitió reencontrarme con mi esencia y volver a crear. Y entonces La Contraria se transformó en pastelería, por el momento desde mi casa.
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