Muchas personas se preguntan por qué no se sienten entendidas por determinadas personas cercanas o de su entorno.
Personas que cuestionan su sentir, que apoyan desde el famoso positivismo tóxico y dan consejos del estilo “Uf otra vez con eso”, “Hechale ganas” o peor “Ponete bien, que eso no es nada”.
Este tipo de respuestas tiene varias aristas. Por un lado, un contexto global de súper productividad donde las emociones “molestan” y todo debe estar bien todo el tiempo, pase lo que pase. Haciendo fuerza en esta bien llamada “Positividad tóxica” negando, tapando y minimizando las plataformas emocionales como la tristeza, el miedo, enojo, o las ansiedades, etc.
Y por otro lado, la dificultad o la falta de empatía; el no poder conectar con el otro, racionalizando sus vivencias emocionales desde nuestras experiencias y características, cómo si el otro fuese igual.
Esto último es como mezclar peras con tomates, ambas son frutas pero solo una vale de postre.
Cuando alguien está desbordado o totalmente tomado por una emoción, muy difícilmente pueda conectar con el razonamiento y menos si no es propio. Por lo cual, cuando alguien apoya desde la imposición del razonamiento, termina por convertir la ayuda en algo contraproducente, ya que genera en el otro, la disonancia emocional: que es este conflicto interno que comienza a desarrollar la persona entre lo que siente y su entorno. Resumidamente, esa persona, lejos de sentirse apoyada, puede ponerse mal por haberse sentido mal. Generando una doble cuota emocional, primero la emoción original y luego la desencadenada por los invalidantes externos.
Cualquiera de las dos posturas con la que resuenes al leer esta nota, tienen opciones más respetuosas y resolutivas. Si te cuesta empatizar, validate expresando y permitiendo que el otro entienda tu postura y de este modo también, podés revisar por qué las emociones te incomodan. Ahora si sos de los que no se sienten comprendidos, y el pedido expreso al otro no alcanza, podes compartirles esta nota para que entiendan qué te está sucediendo.
Sentirnos acompañados, de la manera en la que necesitamos, también es salud. La higiene emocional se practica activamente desde la emoción y luego desde la razón.
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