domingo 15 de septiembre del 2024

¿Siempre es malo el “estrés”? Estrés Vs. Distrés. Por Dra. Mariela D’Agostino, Médica Psiquiatra

Solemos escuchar que el estrés es el “cuco” de la medicina y causante de todo lo malo que nos pasa. Sin embargo, no siempre es así; también nos salva la vida cuando funciona como modo de supervivencia. Galería de fotosGalería de fotos

CREDITO CARAS

Si bien en la práctica médica habitual hablamos de estrés en general, es importante que, al menos conceptualmente, tengamos claro que el estrés incluye el “eustrés” y el “distrés”.  Podemos definir al estrés como una reacción fisiológica que aparece ante una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada producida por el sistema nervioso autónomo simpático que es el encargado de dar esta respuesta, a través de la liberación de adrenalina, noradrenalina, y cortisol, generando taquicardia, aceleración de la respiración, aumento de la presión arterial, sudoración, nerviosismo, temblores, rubicundez de la piel, erizamiento de los vellos de la piel. 

Esta reacción es natural y es la que permite la supervivencia.  En un ejemplo bien gráfico, si estamos en una calle y aparece un puma, nuestro cuerpo va a tener toda esta reacción para generar la huida y sobrevivir.  Esto sería el “eustrés”, es decir, generar un estado de adaptación para protegernos de ese estímulo amenazante.  Este mecanismo está preparado para actuar durante un tiempo corto para que sea beneficioso y no deletéreo.

Cuando los montos de estrés se prolongan en el tiempo, o son demasiado intensos, el organismo no logra producir un estado de adaptación, y aquí es donde aparece el “distrés”, fenómeno anormal que, bajo determinadas circunstancias frecuentes en ciertos modos de vida, induce a problemas graves de salud generando enfermedades o empeorando las ya preexistentes.

Se han estudiado las principales categorías que incluye el distrés y son: situaciones que fuerzan a procesar información rápidamente, estímulos ambientales dañinos o cambios, percepciones de amenaza y/o de intimidación, alteración de las funciones fisiológicas (enfermedades, adicciones, etc.), aislamiento y confinamiento, bloqueos en los intereses del sujeto, presión grupal, frustración, en especial, bloqueo de la capacidad de motivación y proyección hacia el futuro, no obtención de objetivos planeados, relaciones sociales complicadas o fallidas, colocación del sujeto en situaciones creadoras de manifiesta inseguridad, abandono y/o miedo.

Muchos estudios científicos sobre este tema demuestran que cuando el estrés sobrepasa ciertos límites por su intensidad y/o duración puede producir desde modificaciones más o menos leves y reversibles hasta situaciones en las que puede haber muerte neuronal.  Este daño está relacionado con los altos niveles de hormonas (ejemplo cortisol), que en exceso puede dañar distintas áreas del cerebro, pero sobre todo a nivel del hipocampo que está relacionado con el aprendizaje y la memoria.

Por eso es importante tener una visión global de la persona y no tratar sólo la enfermedad emergente sino también todas las dimensiones de la misma, y así poder trabajar en modificar todos esos factores estresores que condicionan la calidad de vida de las personas.

Dra. Mariela D’Agostino

Médica Especialista en Psiquiatría, Medicina Legal y Profesora universitaria.

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