Hay una frontera, ese instante en el que el punto se convierte en infinito. Un límite que excede cualquier profesión y pasión, y nos eleva a otro nivel. El pintor, el músico, el poeta, el jardinero, el diseñador, el empresario… Cualquier alma que profundiza en su adorada tarea puede encontrar la unidad y dar a luz al Artista. El Verdadero Artista con mayúscula. Alan Faena (58) es un ejemplo de esa metamorfosis. A él le gusta llamarlo “evolución”. Y es eso lo que él hizo: evolucionó.
“Para construir mis sueños, primero tuve que construirme a mi mismo. En este libro comparto los secretos de esa arquitectura”, afirmó al presentar su última obra “Arquitectura de Ser” (Editado por la casa editorial Rizzoli, 2021), donde comparte con los lectores sus caminos hacia la autoconciencia, la realización y el dominio de su propia existencia.
Parece algo normal hablar hoy del Imperio Faena, pero a fines de los noventa, Alan Faena era quien motivó a su “conocido”, el prestigioso arquitecto Philippe Starck a diseñar sus edificios en lo que el por entonces dueño de la marca de ropa ‘Via Vai’ llamaba “Las Ruinas Mayas”. Se refería a “los escombros” y edificios destruidos entre yuyos y arbustos, ubicados en la orilla este de Madero. Nadie creía en ese lugar. Solo Alan…
Al terminar la secundaria en el Colegio Saint John’s, de Martínez, Faena viajó a París, vivió en Saint Tropez con una novia francesa y traía ropa de Europa que luego vendía en la Argentina. “Empecé a fabricar y vender. Me ganaba 10 mil dólares y con eso tenía para vivir los próximos meses. Así empecé. Pero nunca sentí que mi camino se estaba definiendo. Era nada más que una sensación de tranquilidad en el día a día”, comenta con respeto a su emprendimiento en el que tenía como socia a Paula Cahen D’Anvers. A los 21, Faena tenía una compañía que empleaba a cuarenta personas y contaba con cuarenta locales.
El propio Alan reconoció su ADN de comerciante al explicar que los Faena eran judíos sefardíes echados de España, que se refugiaron en Siria. Contó que los primeros en llegar a Buenos Aires desde Damasco fueron sus abuelos. En 1915, Jaime Daúl, se asentó en Barracas y se casó con Sarah, la abuela materna de Faena. Era el rabino de toda la comunidad sefardí de Barracas. El abuelo paterno, Slan Faena, primero se instaló en Escobar. Después puso un negocio de Ramos Generales.
Más tarde, el abuelo Faena empezó un negocio textil, que con el tiempo se convirtió en una gran empresa: Industria Aslana. “Vengo de esa mezcla de comerciante y de rabino”, confesó Faena.
A la muerte del abuelo, sus hijos continuaron con el negocio. El padre de Alan, Víctor Faena, fue uno de ellos. ‘Via Vai’ se volvió un clásico: “Se fue generando una empresa que terminó facturando 30 millones de dólares. Había empezado desde cero”, dijo Alan.
Cuando cumplió 32 años, Faena vendió la marca de ropa y se mudó a la casa que tiene en La Boyita, Uruguay. Por esa época, alguien le habló de los silos de Madero Este. Pensó a lo grande y visualizó al arquitecto francés Philippe Starck ayudándolo a construir su sueño. Lo contactó a través de Claude Challe, una especie de “Alan Faena parisino”. En pleno Mayo del ‘68, Challe fue el coiffeur preferido del Jet Set internacional.
En algunos de sus viajes, Challe llegó hasta Punta del Este y pasó por la casa de Faena. Más tarde, consolidada una amistad, Challe le dio el teléfono de Starck. Y así empezó a gestarse la expansión de Alan en Puerto Madero. “La arquitectura y la construcción de uno mismo es el trabajo de una vida porque, al fin y al cabo, esa construcción de ser es el trabajo de la vida. No hay ninguna arquitectura, ni proyecto más grande que la posibilidad de construirse a uno mismo. También, se trata de comprender que cada batalla que nos debilita es una oportunidad de evolución. Esos dolores, que son las debilidades de hoy, terminarán siendo la fortaleza del mañana”, comentó Faena, en el marco de la presentación de su último libro “Arquitectura de Ser”, compuesto por ocho pilares temáticos: Creación, Visión, Debilidad, Silencio, Camino, Presente, Amor y Arquitectura.
Actualmente, Alan Faena vive entre París y Miami. Dice que “Arquitectura de Ser” lo escribió durante la cuarentena. “Es mi mejor obra. Aproveché ese momento de pausa para sacar otra parte de mí”, confesó el hombre que antes de materializar su proyecto en Madero, cultivó rosas en Uruguay.
También desarrolló barrios enteros en Miami Beach, donde el Faena Festival inaugura cada año la semana de Art Basel. “En ‘Arquitectura de Ser’ pude poner en palabras, que es lo más difícil y complejo, mi manera de transitar la vida, de sentir, de comunicarme (…). Mi experiencia de cómo me pude sostener a través de todas las batallas, que son mi propio combustible. Desde ‘Via Vai’, la filosofía no cambió: sembrar rosas junto al mar en Uruguay, desarrollar Puerto Madero, crear el Faena District en Miami, todo eso parecía imposible. Estar preparado para perderlo todo es la única manera de poder ganar. El renunciamiento es clave, no estoy atado a ninguna situación que me dé seguridad. Hay más riesgo en vivir de esta manera, pero el riesgo te mantiene atento”, expresó.
Faena proyecta crear en Europa distritos hoteleros enteros, como en Buenos Aires y Miami (El Faena District es, según la prensa internacional, el mayor emprendimiento inmobiliario de los últimos 100 años en Florida. Costó, hasta ahora, 1.000 millones de dólares y es el primer gran proyecto que fue pensado y desarrollado íntegramente por un argentino).
Aunque él aclara que no hace hoteles, sino espacios que tienen que ver con la longevidad. “Hay una parte de bienestar que me interesa mucho. Me parece que tener el cuerpo y la mente integrados es clave en estas batallas del día. Estamos haciendo crecer nuestro centro de Wellness, que llamamos Tierra Santa Healing House (…).Ya lo es en Miami, pero cada vez me parece más importante en este nuevo mundo la conciencia de estar alineado con el cuerpo. Hay muchos avances sobre lo que la tecnología y la ciencia tienen para ofrecer al cuerpo, y trabajamos con algunos doctores de longevidad muy buenos (…). Uno de los murales que hizo Juan Gatti en la entrada del hotel de Miami, que se llama Amor, tiene la fuente de la Eterna Juventud. Es lo que venían a buscar los españoles que llegaban a la Florida, a un lugar florido (…). Uno quiere sentirse lo más fuerte, lo más expansivo posible, para poder dar lo mejor a quienes tenés cerca. Si estás metido para adentro, dejás de dar”, comentó.
Cuando se estudia la mente de un emprendedor, la filosofía profunda de un exitoso de cualquier ámbito, suelen existir denominadores comunes. Pero las maneras de expresarlos y sentirlos siempre son
muy particulares. El caso de Alan Faena es un ejemplo de creatividad existencial, expresada en cada acción y emprendimiento.
“Uno puede crear edificios, o grandes cosas, pero si no puede lograr construirse a uno mismo, nada tiene mucho sentido. A pesar de que no hablo de mí mismo, no me tomo como ejemplo, sí tomo acciones y situaciones y palabras y emociones que me llevaron al entendimiento que tengo del vivir. Para mí el camino espiritual no es un camino paralelo a quién soy yo. Creo en mi propio camino, que es espiritual porque es el mío. Y porque lo creo, lo siento y lo vivo, entonces es espiritual. Espiritual es estar conectado con la creación misma, con la vida, con el propio ser. No creo en que tengo que hacer yoga para estar conectado. También hago yoga, pero es parte del camino. No es que una situación te hace más o menos espiritual”, comentó en una entrevista. Y profundizó en tales conceptos al afirmar: “El éxito es, de alguna manera, que los demás te aprueben. A mí eso nunca me importó. No me identifico con esa palabra. Esa palabra es cómo los demás me pueden ver a mí, no yo. Yo sigo andando como el primer día, imaginando como el primer día, haciendo mis acciones como cuando estaba en esos años de París; en la Argentina en los ‘80, junto con Paula, tratando de vender remeras. Y después, esas cinco, diez, veinte, cincuenta remeras se convirtieron en mil, y después en cinco mil, y después en un movimiento más generacional. Y todo en un concepto de vida épica”, agregó.
Otro de los emprendimientos de Alan es el “Faena Art”, una organización internacional que realiza una convocatoria abierta para el Premio Faena a las Artes 2022.
Este premio bienal reconoce la experimentación artística, alienta la exploración postdiciplinaria y temporal, y fomenta la indagación de los infinitos vínculos existentes entre el arte, la tecnología y el
diseño. Considerado uno de los premios de arte más prestigiosos de las Américas, Faena Art premiará a la propuesta ganadora con $100.000 dólares. Esta nueva edición del Premio Faena tendrá lugar por primera vez en Miami y la obra resultante se exhibirá en Faena Beach durante Miami Art Week 2022. Nunca terminamos de sorprendernos con un ser realmente creativo como Faena.
Después de inaugurar el Faena Hotel, en Buenos Aires creó el Faena Art Center y las residencias de Faena Molinos Building. Y en Miami las residencias del Faena District, como Faena Vesailles Classic, Faena House y Faena Mar. Alan tuvo varias parejas como Paula Cahen d’Anvers y Natalia Lobo.
Es padre de Noah, de 12 años, que comparte con Ximena Caminos, su última pareja, de quien se separó en 2017 aunque siguen manteniendo su Partnership en los proyectos que nacieron de su vida en conjunto: ella es la curadora del Faena Art Center y Directora Creativa del grupo. Pero una de las más gráficas auto-definiciones (aunque él detesta definirse porque considera que es lo mismo que limitarse) fue la confesión de que se considera un “Guerrero de sus Sueños”, y admitió que está aprendiendo todo el tiempo de todo lo que le sucede.
“Mi universidad es la vida y para eso tenés que estar despierto y siempre aprendiendo”. Atentos a cada enseñanzas, quienes lo admiran por su obra y forma de ser, buscan que de él salga algún consejo o guía para inspirarse.“Nunca doy recomendaciones, pero la única que podría dar es que uno tiene que hacer lo que le emocione y le guste a todos los sentidos. Esto es muy individual y creo que realmente uno tiene que hacer lo que el corazón le dice”, supo expresar en un reportaje. Y remata con frases de su libro: “Cada ser lleva en el alma el mensaje de la Creación: la evolución y la conexión con el todo. Su fuego vive en nosotros, y en su movimiento nos hace parte de su totalidad, impulsándonos a avanzar. Así, la Creación se refleja en todo lo creado y todo lo creado se espeja en la Creación (…). Uno piensa que hace la obra, pero la obra lo hace a uno. Ahí está escrita nuestra alegría de vivir”.