Aunque su apellido remite automáticamente a la realeza monegasca y su imagen se asocia a las campañas más exclusivas de Chanel, Charlotte Casiraghi hizo su propio camino, alejado de la frivolidad con la que suele vincularse a la aristocracia contemporánea.
Hija de Carolina de Mónaco y nieta de la icónica Grace Kelly, Casiraghi eligió una forma distinta de ejercer su influencia: desde los libros, la filosofía y los encuentros culturales que ella misma ha sabido construir. Lejos de ser tan solo una musa decorativa de la moda, la royal es una amante de la literatura, pensadora crítica y promotora del pensamiento filosófico.
Esta faceta intelectual, Charlotte fue reconocida en 2023 con el título de Personaje del Año por la revista Vanity Fair, premio que compartieron previamente figuras como Rafael Nadal, Salma Hayek y Mario Vargas Llosa.
Una vida entre libros y caballos
Charlotte creció entre la elegancia palaciega y la pasión ecuestre, disciplina en la que supo brillar internacionalmente. Sin embargo, detrás de las medallas y la perfección de sus apariciones públicas, siempre hubo una vocación más profunda: la filosofía.
Licenciada en la Sorbona, Casiraghi fue discípula y luego colaboradora de Robert Maggiori, crítico literario de Libération y autor con quien escribió Archipiélago de pasiones, ensayo que reflexiona sobre las emociones humanas desde una mirada crítica y accesible. También se supo rodear de figuras como el filósofo Raphael Zagury-Orly, con quien impulsa los encuentros Les Rencontres Philosophiques de Monaco, un espacio anual de discusión abierto a todo público en el que se abordan temas que van desde el cambio climático hasta los dilemas existenciales contemporáneos.
A sus 38 años, Casiraghi sabe cómo combinar la herencia fashionista con la profundidad intelectual. Desde 2021, colabora con Chanel en una serie de encuentros literarios llamados Les Rendez-vous Littéraires Rue Cambon, donde conversa con autores y filósofos sobre la vigencia del pensamiento en una era dominada por las pantallas y la urgencia. Estos espacios se alejan del ruido mediático y se han convertido en plataformas desde las cuales Casiraghi reivindica a Virginia Woolf, Rainer Maria Rilke o Emily Dickinson como pilares de su formación personal.
Su admiración por Karl Lagerfeld, con quien compartió una cercana amistad, también fue clave. “Karl admiraba mucho a quienes dedicaban su tiempo a la literatura”, comentó recientemente. No es casual: Lagerfeld tenía una biblioteca de más de 300.000 volúmenes, con la que Charlotte entró en contacto en su adolescencia.
Si bien su nombre suele figurar entre las listas de las royals mejor vestidas, Charlotte se permite hablar de Nietzsche, Kierkegaard o María Zambrano con una soltura que descoloca a quienes solo buscan el último modelo de Chanel. Su discurso siempre insiste en el poder transformador de la lectura, en el rol de la poesía para comprender el mundo y en la necesidad de hallar espacios de silencio para digerir ideas en una época donde “vivimos en una emergencia constante”.
En una entrevista reciente, fue clara: “Solo si aceptamos perder el control es cuando las palabras pueden pegarnos fuerte”. Esa búsqueda por el sentido, la define más que cualquier título nobiliario.
VO