viernes 29 de marzo del 2024
ACTUALIDAD 30-11-2016 16:40

Rossella Della Giovampaola: "La moda es arte"

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Ya desde fines del siglo XIX, entre moda y teatro se instauró una relación indisoluble y biunívoca. Los escenarios donde se lucían actrices, bailarinas y cantantes tuvieron la función de pasarelas de excepción para las creaciones de los couturier, y la moda se fue alimentando de las ideas y de las sugestiones que el espectáculo contribuía a crear, renovar, o simplemente, difundir poniendo en contacto culturas diferentes y lejanas entre sí, sin posibilidad de comunicación y confronte. Dos artes juntas, una textil y la otra expresiva, que con la ayuda de la música lograron dar vida a otro mundo impregnado de una magia misteriosa, seductora, burbujeante  y escalofriante que se respiraba sobre los escenarios.

¿Qué une la moda al teatro, a la lírica y a la danza? El universo de las  artes expresa cómo y cuánto el mundo significa en el tiempo a través  de una creatividad sin limites: es el solo lenguaje común a todas sus formas diferentes de expresión. Una forma inusual de observar, conocer y reconocer el arte se encuentra en la unión entre arte y moda. Arte es todo lo que comunica al ojo de quien observa y ese mismo proceso pasa con la moda, que se convirtió  en un componente central de la cultura contemporánea.

La moda es creación, idea, visión e imaginación. A dar vida a esta “liason” fueron las grandes firmas de los creadores internacionales que durante su carrera crearon sueños realizando vestidos y trajes para el mundo del espectáculo, primeros entre todos el teatro de la Ópera y la danza. Crear para el teatro permitió a los “designers”  liberarse de una visión estrictamente comercial para dejarse ir a aquella puramente artística.

La relación entre teatro y moda nace ya en la segunda mitad de los  ochocientos, con las creaciones de Charles Frederick Worth , al cual se atribuye el origen de la Haute Couture, y con Paul Poiret, considerado el primer creador de moda en sentido moderno. La relación se fue reforzando  en 1924 cuando Coco Chanel diseñó los trajes de “Le Train Blue”, irónica idea  de Jean Cocteau al dibujar los pasatiempos balnearios de la clase alta parisina durante sus  vacaciones en una playa a la moda de la Costa Azul.

Después de este importante debut, en el curso del siglo XX, la fascinante relación entre moda y teatro se consolidó y gracias a las puestas en escenas  de importantes eventos y espectáculos, la relación con los grandes talentos de la moda se hizo más intensa. Fue a partir de los años veinte que se empezaron  a encontrar en los carteles de las más conocidas compañías de ópera y de ballet los nombres de grandes diseñadores como Jeanne Lanvin, Pierre Balmain, Maggie Rouff, Christian Dior, Yves Saint Laurent, Jean Paul Gaultier y Christian Lacroix, entre muchos.

La teatralidad del gran Roberto Capucci estalló con la realización de los suntuosos trajes para las voces más importantes de la lírica internacional: desde la primera mitad de los años ochenta los sopranos más destacados del momento lucen los vestidos creados por el diseñador. Cada vez que un creador se acerca al teatro, imprime su sello de unicidad  haciendo reconocibles a los trajes y yendo mas allá de la reconstrucción filológica del vestuarista.

El diseñador lleva la acción a su propio mundo, impone su signo inconfundible de un lenguaje preciso, de su propia “griffe”, y por eso se habla de “La Flauta Mágica” de Romeo Gigli y  de  la “ Lucía de Lammermoor” de Missoni. Los vestuarios “signee” por diseñadores de moda ayudan a los personajes a inventarse de nuevo y a entrar en el tejido narrativo con una fuerza inédita, con una avasalladora modernidad.

Fue en 1980 cuando las hermanas Fendi y su director creativo, Karl Lagerfeld, declararon oficialmente su amor por la ópera: trajes con detalles de piel, capas, y toda la elegancia de la famosa maison romana fue exhibida con una continuidad única en numerosas producciones, desde Verdi a Puccini, desde Mozart a Bizet.

En el teatro, Fendi logró experimentar y buscar en cuanto a líneas, materiales y técnicas, características constantes propias de la producción cotidiana de la maison. Mismo año de debut en el teatro para Giorgio Armani, que se caracterizó por incursionar en las escenas teatrales como creador de moda. El estilo de Armani se convirtió en emblemático para personajes que parecían llegar de un mundo aparte con respeto al contexto narrativo. La producción teatral de Armani encontró su campo de acción ideal en la danza, como demostró la espectacular “bata de cola” que el bailarín de flamenco Joaquín Cortes lucía en  su espectáculo “Soul”.

“El teatro es mi verdadero amor”, declaraba Gianni Versace, hablando de su pasión por la ópera y la danza. La mirada de Versace se abría con una libertad total de inventiva cuando realizaba trajes para el teatro, cuando las colaboraciones con Maurice Béjart, Bob Wilson, John Cox, William Forsythe le ofrecían la posibilidad de volver a inventar el pasado. En las obras teatrales para las cuales colaboró Versace, se percibía la capacidad de crear la atmósfera de un preciso momento histórico a través de  una contaminación lingüística. El mismo Gianni sostenía que la posibilidad de trabajar para el teatro era una “liberación total”, como “volar lejos de la tradición y de los esquemas para volver a interpretar sin constricciones personajes y mitos”.

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