A la primera persona que María Eugenia Vidal (43) convenció de ir a votar el domingo 12 fue a su hija Camila (16). La mayor de los tres hijos que tuvo con su ex heredó no sólo el parecido físico con su madre sino también su carácter. “Aún no pude convencerla de que nos vote a nosotros porque es bastante independiente”, bromeó la gobernadora bonaerense, quien horas más tarde se convertiría, sin ser candidata, en la gran protagonista de la jornada electoral. A las 11:20, “Mariú”, como le dicen sus íntimos, ingresó a votar al colegio “William Morris”, de Castelar, junto a su hija y a su ex, el intendente de Morón Ramiro Tagliaferro (46), con quien también tuvo a María José, de 15, y Pedro, de 10. Es inevitable pensar en el esfuerzo que ha hecho la gobernadora para mantener en eje a su familia, pese a su reciente separación (hace un año y medio), luego de 18 años de matrimonio.
“Hoy me levanté temprano, tenía muchas ganas de venir”, dijo “Cami” ante la orgullosa mirada de su mamá mientras la fotografiaba con su celular. La adolescente es una más del millón de “Centennials” (aquellos nacidos a partir de 1997) que representa el 3,4% del padrón electoral, un número nada despreciable en una elección tan reñida como la bonaerense. A pesar de que en su caso el voto es optativo, la joven dejó en claro que se crió en una cuna política. A su misma edad, la hoy gobernadora ensayaba su formación como dirigente en el centro estudiantil del Instituto “Señora de la Misericordia”, del porteño barrio de Flores.
Entre muestras de admiración e indiferencia, Vidal llegó a la Mesa 644 con su hija. A diferencia de lo que ocurrió con otros políticos durante el sufragio, ningún votante la increpó o le recriminó algo. La foto habla de un dato concreto: María Eugenia es la única política que supera el 50% de imagen positiva. Eso la convierte en la favorita del presidente Mauricio Macri.
“Una jornada cívica más que especial porque hoy votó “Cami”. Orgulloso de vos hija!”, posteó horas más tarde en Instagram Tagliaferro. A esa imagen, sumó otra con su hija aún bebé, cuando la realidad que hoy les toca, la de haber postergado el plano personal para asumir importantes roles de liderazgo, era algo demasiado lejano.
Si algo aprendió Vidal en el año y nueve meses que lleva de gobernadora es a priorizar y dar mayor calidad a su escaso tiempo libre. Es por eso que luego de votar, la ex Vicejefa de Gobierno porteña fue a almorzar a la casa de su madre, Norma. “Hay carne a la cacerola con canelones”, le anunció “Mariú” a Camila, y propuso llevar brownie con helado de postre. Toda esa escena hogareña ocurrió frente a la curiosa mirada de los periodistas que cubrían la elección.
Acaso esa espontaneidad sea el capital más preciado que tiene Vidal. Una mujer que mantiene su esencia a pesar de llevar puesto el traje de gobernadora. Algo de eso quedó en evidencia el jueves 10 por la noche en el programa “Intratables”, que conduce Santiago del Moro. Ante las críticas del periodista Diego Brancatelli respecto a la gestión de “Cambiemos”, la gobernadora contraatacó desde las vísceras. Habló del “verdadero cambio” que propone su partido y de las “mentiras” del gobierno anterior. “No elegí vivir en una base militar, lo hago porque doy peleas que ningún otro gobernador dio. Porque dejaron una bala en la puerta de mi casa; porque entraron a mi oficina de noche dos policías, porque tuve amenazas de una persona que tenía una granada en su casa, porque amenazaron a mi familia más de una vez, por eso vivo donde vivo. Y me gustaría vivir en un barrio, en la casa que aún estoy pagando con un crédito”, describió Vidal, y luego puntualizó en temas como la generación de empleo y la pobreza. “Hay una hipocresía que indigna. Me rompo el alma y el que ´te jedi´ recorriendo los barrios… A mí la pobreza no me la cuenta nadie, hace 10 años que recorro las villas”, sentenció. Los analistas definieron la réplica como el “Efecto Brancatelli” y la usaron para explicar la paridad bonaerense entre la fórmula para senadores de “Cambiemos” y la lista de “Unidad Ciudadana” que encabezó Cristina Fernández de Kirchner. “Santa Vidal”, definieron algunos dirigentes oficialistas.
Vidal sepultó de una vez por todas la canasta de Heidi, personaje con la que quisieron caricaturizarla por su imagen naif, para dar a conocer el fuerte carácter que le imprime a su gestión y que sus colaboradores conocen bien y hasta temen.
En un reino de hombres donde las mujeres se abren paso a base de aires de renovación y espíritu maternal, Vidal es la gran protagonista de la elección más femenina de la historia argentina. El costo que tuvo que pagar es dejar a un lado a la María Eugenia madre y a la mujer para asumir las obligaciones del cargo.
Desde el minuto cero resignó libertad, cuando el personal asignado a su custodia le exigió que se mudara de su modesto chalet de Castelar a la Base Aérea Militar de Morón. “Es un cambio importante en mi vida y en la de mis hijos. Pero cuando asumí la gobernación sabía dónde me estaba metiendo y sabía que iba a dar peleas muy difíciles contra las mafias. Quería estar segura de que podía preservar a mis hijos, de que cuando yo me fuera a trabajar y ellos se quedaran en casa, podía irme tranquila porque estaban en un lugar seguro”, explicó en una reciente entrevista a Jorge Lanata. Su premisa siempre fue que la rutina de sus hijos se modificara lo menos posible. Por eso aún estudian en el colegio privado “Crear y ser”, que promueve la solidaridad, el compromiso y el esfuerzo.
Casi en simultáneo a su asunción y a la decisión de la mudanza, se separó del padre de sus hijos, en marzo de 2016, recién iniciada su gestión. Con Tagliaferro se conocieron mientras estudiaban Ciencias Políticas en la Universidad Católica. A diferencia de otros matrimonios de dirigentes, en su caso el amor precedió a la política. Hoy mantienen una buena relación personal que tiene su correlato en la política, donde llevan un vínculo de gobernadora a intendente. “Hoy los dos queremos que el otro esté bien, que sea feliz. Tenemos una gran relación de papás. Hablamos todo el tiempo sobre los chicos; sobre los límites que sean iguales en una casa que en la otra. No tomamos ninguna decisión importante sobre ellos sin consultarnos”, explicó en un reportaje de campaña.
Como madre admite ser “bastante densa”, porque así fueron sus padres con ella. Es de hacer hincapié en el sacrificio, el esfuerzo y la responsabilidad, y es consciente de que el crecimiento en la vida profesional es “paso a paso”. “Soy más transpiración que inspiración, y a mis hijos les transmito eso”, remarca en cada entrevista.
Aunque en un primer momento prefirió preservar a sus hijos de la política entendió que la actividad es parte de su vida y decidió participarlos en sus actividades, como una manera de que entiendan su trabajo y comprendan sus ausencias.
En ese sentido, siempre que su agenda lo permita, por la noche tiene un espacio irrenunciable con sus hijos: comer con la televisión apagada para promover la charla y después irse un rato a la cama con ellos. Ese es su cable a tierra, su “desintoxicación”, que le hace olvidar la contractura en la espalda con la que convive desde hace un año y medio.
Pero el “corset” no sólo ajustó su vida personal. En busca de un mayor bienestar y de sentirse más a gusto con su imagen, a fines de 2015 perdió 15 kilos con una dieta del doctor Alberto Cormillot. El ritmo de la política y del año electoral no quebró su disciplina alimentaria. A su rutina sumó el yoga, una actividad que compartió brevemente con su hija y luego abandonó, así como la cinta para correr que le regaló Macri, que casi no usó. Lo que no claudicó fue la dieta a base de mucho pescado, poca carne, variadas frutas y verduras, y pocas harinas. Ese ha sido el secreto para permitirse “abusar” de la minifalda, que tanto sus colaboradores como su madre le piden que modere.
El tradicional poncho también se convirtió en otro objeto fetiche. Los acumula a montones porque se los regalan en cada pueblo que visita y explica que le gustan porque es bastante friolenta. La gobernadora, que incluso ha adoptado tips de la primera dama Juliana Awada, es práctica a la hora de elegir sus “outfits”. Prefiere los jeans con camisas, remeras o camisolas holgadas y cómodas. Casi siempre lisas. Y usa el corte de pelo en capas, una tintura de su mismo tono natural y un alisado suave que no requiere de peluquera a diario. En ese sentido, también prefiere un maquillaje natural que se adapte a las exigencias de sus actividades cotidianas y no requiera retoques. Usa una base de su mismo tono de piel, algo de rubor, máscara de pestañas y, en algunas oportunidades, brillo labial suave.
Los fines de semana prefiere dormir a hacer gimnasia. En un caso excepcional, el sábado 12 y el domingo 13, durmió la siesta, algo poco habitual en ella pero necesario para la rutina pre y poselectoral. Normalmente, suele ver Netflix y acepta las sugerencias de series del Presidente. Ahora está retomando “Sobreviviente designado”, trama política protagonizada por Kiefer Sutherland.
Detrás de la coraza de gobernadora, la incógnita es si el corazón de Vidal tiene dueño. Dice ella que está soltera y que aún es pronto para pensar en una nueva relación. El gran desafío en ese plano es encontrar a alguien que sepa ver a la mujer más allá de la gobernadora. Y es consciente de que el amor es el único poder que puede romper con sus rígidas estructuras.
Ahí está la pista para descubrir a la Vidal íntima. Porque proyecta el amor más allá de su cargo de gobernadora, imagina su vida con alguien el día que deje su cargo. Al menos por ahora, no se proyecta eternizada en el poder.
¿Si le pesa ser la política con mejor imagen de la Argentina? “Eso pasa, es sólo una foto. Y lo que importa es la película, la huella que podés dejar, lo que puedas hacer, no cómo midas en una encuesta. Algún día voy a volver a ser una vecina más sin cargo y quiero volver a tener esa vida; caminar por la calle, hacer lo que hace todo el mundo y no tener esta responsabilidad. Pero hoy la tengo y la asumo”.
Por Diego Esteves