Su infancia y adolescencia en Los Cardales, rodeada de verde por donde se lo mire, condicionaron su amor por plantas y flores y desarrollaron en paralelo su percepción olfativa y visual.
Entre tantas vivencias Yanina Screpante (36) recuerda su favoritismo por un descampado repleto de violetas, las que juntaba y agrupaba en ramos para vendérselas a los clientes de la farmacia de su madre, el aroma de esa rosa rococó de la vecina de su abuela Elba, en Capilla del Señor, el ciruelo en flor de su jardín o las semillas de zapallo que esparcía traviesa para que crezcan.
Además, sus dos abuelas adoraban también las plantas, todos granitos de arena que fueron cimentando una conexión extra con la Naturaleza. Y que explican en parte esa absoluta pasión hacia la flora que manifiesta hoy, donde el destino le planteó un reto que superó con creces: armar su propio jardín sobre el cemento de la terraza del dúplex que habita en Vicente López, situado en un piso 14, con intensos vientos por la cercanía del Río de la Plata y el sol que pega fuerte.
También instaló el verde en el balcón que mira al río y en los interiores, todo apoyándose en su espíritu autodidacta, en la experiencia que cosechó en Europa y en China, y en sus estudios terciarios de Diseño de Interiores.
“Las flores inspiran mi olfato, y por eso los jazmines nunca van a faltar donde yo viva. Capaz influyó mi segundo nombre (Jazmín), pero un sello distintivo de mis casas es el olor a jazmín. Siempre leí mucho sobre jardinería y miro videos, más allá de que en mi caso sea una cuestión innata”, señaló la modelo antes de explayarse sobre su fastuosa obra natural en las alturas: “La gente que viene acá no puede creer que armé semejante ‘Concrete Jungle’. Cuando me instalé hace un año la terraza estaba pelada, y de las tres torres de enfrente podían ver todo. El desafío fue cómo meterle intimidad a semejante espacio, y empecé trayendo palmeras con macetas altas para generar altura. También había plantado enredaderas para que vayan cubriendo las paredes, pero justo tuve un viaje largo, no me las regaron y se secaron. Y como el clima condiciona, tengo muchas suculentas por su gran resistencia a los vientos, al sol y poca necesidad de riego. El primer paso lo logré, hoy tienen que mirar con binoculares para ver lo que pasa acá”, explicó mientras posa junto a la cantidad de especies que se expanden prolijamente sobre el cemento: palmeras Phoenix roebelenii, agaves, seis macetones de jazmines, suculentas de toda clase, Strelitzia Nicolai (más conocida como flor de pájaro), cáctus, violetas de los Alpes, helechos, potus, aloe vera, begonias, gomeros, geranios, un árbol de liquidámbar y rayito de sol, entre tantas otras.
“Debe haber más de 200 macetas, una amiga arquitecta me carga preguntándome si tengo chequeadas las vigas para que no se venga la terraza abajo”, comentó. Si para mucha gente la cuarentena puso al límite sus reservas emocionales, Yanina combatió el encierro y la monotonía dedicándole atención full time a su jardín.
Y mientras la mayoría concurría a farmacias o supermercados para autoabastecerse, ella se refugió en el vivero para stockearse. “Todos se compraban alcohol o alimentos, pero yo arrasé con macetas y bolsas de tierra (risas). A los viveros voy de shopping, prefiero comprarme plantas antes que una remera. Y la cuarentena fue una gran oportunidad para armar macetas nuevas e ir haciendo hijitos, así cuando llega la primavera está todo explotado. También tuve que fumigar, regar, pasar muchas plantas que van creciendo a macetas más grandes, y ponerle un producto a los jazmines para que las hojas no se pongan amarillas por fata de hierro. Amo ni laborarorio verde, no hay nada más lindo que ver florecer las plantas”, confiesa con la compañía cercana de sus dos mascotas, “Camilo” y “Corbata”, ambas de reluciente pelaje negro y muy obedientes para mirar a la cámara.
Muchas tardes de cuarentena, dice, dejaba el celular en otro lado y se la pasaba horas en la terraza, donde la presencia de su novio, Federico Rozas (32), le aporta contención y colaboración: “Por momentos me encerraba en mi mundo verde, dejaba el teléfono abajo y me pasaba horas con las plantas, me abstraía totalmente del mundo exterior. ‘Fede’ me ayuda un montón porque le encanta y además entiende bastante”.
En menor medida en cuanto a volumen, los espacios interiores del departamento de Vicente López cuentan también con plantas para la ocasión, como el ficus pandurata. “El verde puede acompañar los interiores dándole calidez, forma parte del interiorismo de todo hogar. Yo tengo plantas en todos los rincones, en el living hay una que se trepó varios metros por la pared y le dio una impronta selvática al ambiente increíble”, contó, y agregó que el año pasado pudo canalizar como pocas veces su vocación ambientando la apertura de un edificio boutique en Colegiales: “Me contrató el desarrollador Hernán Chammah para que decore una torre inspirándome en la vegetación brasileña y amazónica. Requería de mucha vegetación y lo hice todo en tiempo récord, me encantaría sumar más trabajos así porque lo llevo en la sangre. Ultimamente hay mucha gente que invierte en plantas, hoy está muy de moda. Es que le generás calidez al espacio y lo oxigenás, el verde siempre es vida”, aseguró.
Si bien en algunas de sus anteriores casas, como la que compartió en el country Highland con su ex pareja, Ezequiel Lavezzi (35), a veces contrató paisajistas, Yanina confía en su instinto autodidacta para configurar los espacios verdes. “Todo lo que planto prende y crece, esa casa del country era un bosque, con árboles super añejos y el aroma a jazmín diseminado por todos los ambientes”, recuerda sin nostalgias y acuñando un deseo que cada vez la estimula más: “Como lo dije siempre, sueño con tener mi casaquinta donde disponer de mis animales y mis plantas. En algún momento se que se va a cumplir”.
Prod: Sol MIranda
Fotos: Fede De Bartolo