Si hay un ejercicio que Valeria Mazza practica a menudo es el de la empatía. Ponerse en el lugar del otro es una vocación para ella que pensaba ser terapista ocupacional hasta que una pasarela se cruzó en su camino. De su Paraná natal, donde se recuerda varonil, corajuda y poco dedicada a cuidar su imagen, la modelo se subió a un micro a sus 17 años para probar suerte en Buenos Aires y tan sólo dos años después, viajó sola a Milán, cuando los ojos de la moda ya habían descubierto su talento. Sin teléfono ni mucho menos videollamadas, hoy sufre al pensar en la preocupación que sentirían sus padres al ver su joven hija cruzar el océano. Pasó una vida, literal, y hoy Valeria rememora aquella mezcla de preocupación y entrega al vivenciar el momento en el que un hijo está preparado para volar. Así lo reconoce Valeria sobre todo en sus hijos mayores, Tiziano (18) y Balthazar (21), quienes ya cursan su carrera universitaria, mientras los menores, Taína (12) y Benicio (15), perfilan su vocación.
Junto a su esposo Alejandro Gravier, la empresaria celebrará un Día de la Madre distinto producto del aislamiento, al igual que muchos otros argentinos. Valeria Mazza se refugiará en su núcleo familiar directo y no le quedará otra que saludar a su madre, quien vive en Rosario, a través de una videollamada. Sin embargo, rescata el tiempo transcurrido en familia, a pesar de haberse debido a una decisión impuesta. Un valor, el del optimismo, que identifica el legado de esta familia en el que matriarcado y patriarcado conviven en su justa medida.
—¿Cómo está sobrellevando la cuarentena en familia?
—Al principio aprovechamos para estar en casa, hicimos todo lo que habíamos postergado, estuvimos juntos y fue un momento de mucho disfrute, acción y educación. Nos repartimos las tareas y fue de mucho aprendizaje en ese sentido. Después se fue alargando y las emociones fueron cambiando. Por momentos, estás muy bien y en otros te invade la angustia, la incertidumbre y el miedo. Son todas emociones que van tomando protagonismo de diferente manera. Es un aprendizaje de convivir con lo que te toca.
—¿Cómo se organizó con sus hijos?
—Tengo dos en facultad y dos en el colegio. Los de facultad estudian online al igual que los más chicos. Eso les da cierta rutina que es importante porque el no tener que hacer nada es tremendo. Ellos siguen estudiando. Balthazar está en cuarto año de Ingeniería Industrial en el ITBA y Tiziano empezó este año Negocios Digitales en la Universidad de San Andrés. Y Taína está en séptimo, que equivale a primer año acá en provincia, y Benicio en décimo, que sería tercer año.
—¿Cómo se llevaron con esas horas extra de convivencia?
—Nosotros somos de estar mucho tiempo juntos viajando y de compartir y repartirnos tareas. En ese sentido funcionó súper bien y tenemos el concepto del respeto para que todos la pasemos bien. De respetar los límites, el orden de cada uno para no afectar el espacio de los demás. Todo eso ya está aprendido. En lo que hubo que poner más empeño fue en los quehaceres domésticos que no los tenían tan aceitados pero que en esta cuarentena han aprendido (risas).
—¿Es cierto que les enseñó a sus hijos a pasar el trapo?
—Sí, obvio, hubo clase de cómo limpiar. Primero se barre, después se pasa el producto con el trapito para que quede bien brillante. Ellos igual han viajado solos desde muy chicos y tienen cierta independencia para algunas cosas aunque por ahí no han tenido necesidad de hacer otras. Se pulió lo que tenían que perfeccionar.
—¿En la casa de los Mazza–Gravier prevalece el matriarcado o el patriarcado?
—Está bastante dividido porque depende para qué. Hay cosas que las maneja más papá y otras mamá. Para el sí definitivo tenemos que estar ambos de acuerdo. Por suerte hay mucho diálogo y con “Ale” siempre estuvimos muy de acuerdo con las pautas de educación. Son temas que se hablan desde siempre. No hay mucha discusión.
—¿Es una madre rígida o permisiva?
—Soy bastante rígida pero con mucho cariño. Somos padres muy presentes, entonces siempre compartimos mucho con los chicos esta vida nómade que hemos tenido, nos ha hecho compartir mucho con ellos. Me gusta poner pautas claras para que ellos sepan dentro de qué límites se pueden mover y a partir de ahí disfrutamos todos. Mi casa es muy abierta y me encanta que los chicos inviten a sus amigos pero para que eso suceda hay que cumplir con ciertas reglas. Si ellos cumplen con sus responsabilidades, los beneficios son mayores.
—¿Cree que los puede afectar de algún modo cuando se independicen el hecho de que nunca les haya faltado nada?
—Es un tema de modo de vida. Tanto Alejandro como yo siempre demostramos el sacrificio y el trabajo que uno pone en las cosas para poder lograrlas. Los chicos tienen el ejemplo, es lo que ven. En ese sentido, el deporte ha sido muy educador porque aprendieron el sacrificio, la disciplina, ponerse objetivos y trabajar para conseguirlos, manejar la ansiedad y la angustia, y estas cosas que son importantes en la vida. Son chicos que son muy afortunados por tener papá y mamá, un plato de comida y una cama caliente, pero eso no lo tienen que vivir con culpa sino con responsabilidad. Si tienen la posibilidad la tienen que aprovechar. Por eso su responsabilidad es el estudio, prepararse, ser responsables. Con el deporte han tenido muchas frustraciones y es un volver a empezar para levantarse y dar pelea. Son chicos que tienen los pies sobre la tierra y son muy concientes de cómo y dónde viven, de la situación. En ese sentido estoy muy orgullosa porque los veo muy concientes.
—¿Cómo fue para ellos crecer siendo hijos de Valeria Mazza?
—¡Es una pregunta para mis hijos esa! (risas) Me acuerdo que para mi era un tema porque yo quería ser simplemente su mamá, y no más que eso. Era un tema de cómo iban a manejar el hecho de tener una mamá famosa. Todo fue muy natural porque depende de la manera en que uno lo aborda. Cuando llego a mi casa, soy mamá, soy mujer, ama de casa… para mí es un trabajo. Termino de trabajar, llego a mi casa y me saco los tacos y el maquillaje. Me encanta ser “la mamá de” en el ámbito de mis hijos. Los protagonistas son ellos. Me acuerdo cuando eran chicos que me preguntaban por qué nos conocían y por qué me saludaban. Lo supieron llevar adelante con naturalidad y saben que es mi trabajo. Hoy para hacer las fotos les pregunté si querían hacerlas, les doy esa libertad. El ser conocida o famosa es una consecuencia y nunca tiene que ser el objetivo. Es una consecuencia del trabajo.
—¿Taína le pregunta por su época de súper modelo?
–Con ella compartimos muchas cosas, es re femenina y le encanta lo que tiene que ver con la ropa, el maquillaje, etc. Es súper artista y le gusta mucho cantar, bailar y tocar instrumentos musicales. Ahora está componiendo canciones. Le encantaría hacer algo con todo eso.
—¿Es positivo para usted que no haya querido seguir sus pasos por temor a que se pueda frustrar?
—Si el día de mañana quisiera ser modelo, nosotros no tendríamos ningún problema y la ayudaríamos en ese sentido. Pero todavía es chica, tiene 12 años, veremos qué es lo que quiere hacer; por ahora es muy artista.
—¿Qué diferencias y similitudes tiene Taína con usted a su edad?
—¡Un abismo! Primero que crecí en Paraná, una ciudad muy tranquila. Iba al colegio hasta el mediodía y después almorzaba en mi casa, dormíamos la siesta, iba al club y era muy deportista, muy varonera. Taína es todo lo contrario. El deporte que hace lo hace porque es una familia de deportistas, pero ella prefiere bailar y cantar. Yo no tenía desarrollada esa parte artística y la disfruto muchísimo. Yo era un espanto, lo más viejo, arrugado y roto me ponía. Cuando se me empezó a despertar la feminidad me empecé a arreglar y la pasión por la ropa apareció con el modelaje. Ella lo tiene incorporado y le encanta.
—¿Cómo se lleva con su mamá?
—Mi mamá vive en Rosario al igual que mi familia, menos mi padre que está en Santa Fe. Mi hermana, Carolina, que tiene dos años más que yo, era la princesita de la casa, que debía dar el ejemplo y ser la más responsable. Yo le di más dolores de cabeza a mi mamá porque los más chicos llegamos para romper moldes. Con Taína pasa lo mismo, cada chico tiene su personalidad. Cada hijo busca su personalidad en la familia. No me gusta definirlos en las entrevistas porque es como si los marcaras con un sello. Cada uno tiene su personalidad y son diferentes y buscan sus pasiones y su vocación, su lugar en la familia. Somos muy abiertos, no tenemos patrones de qué nos gustaría que hicieran. Por suerte en el colegio los han educado de forma muy abierta con estímulos en diferentes ámbitos para que se descubran.
—¿Son muy distintos entre sí?
—Sí, cada uno tiene su personalidad, son muy distintos. Pero también es lindo ver la relación que tienen entre ellos, son muy unidos. Cuando construimos esta casa yo quería que durmieran juntos. Entonces hicimos un cuarto para mujeres y otro para varones porque todavía no teníamos hijos. Nunca imaginamos la situación de tener tres varones y una nena. Entonces los tres varones dormían juntos y Taína dormía sola. Y todas las noches se pasaba a la habitación de sus hermanos, hasta que Balthazar se fue a dormir sólo y quedaron Tiziano y Benico con ella. El año pasado Tiziano se fue a otro cuarto y hoy duermen Benicio y Taína. Les gusta dormir juntos.
—¿Qué travesuras hizo de chica?
—Me perdí varias veces. Me acuerdo que en un casamiento de mis padres me perdí, era muy corajuda, entonces empezaba a caminar y me fui. Después tuve mil caídas y lastimaduras de treparme a los árboles. También me acuerdo una vez que íbamos caminando al colegio con mi hermana y un día nos quedamos jugando con otras chicas y llegamos más tarde y estaban todos buscándonos. Nos quedamos el resto del día de castigo encerradas en el cuarto. Eran otros tiempos. ¡No existía el teléfono! Cuando me pongo a pensar que a los 17 años me vine a vivir a Buenos Aires y a los 19 estaba en Milán sola, me parece una locura. Me gusta que los chicos crezcan con libertad y enseñarles a hacer uso de ella. Lógico que la inseguridad es terrible, pero no me gusta que tengan miedo pero sí que sean precavidos. La tecnología ayuda en ese sentido.
—¿A su mamá la vio durante la cuarentena?
—No, porque no pude ir a Rosario y ella tampoco puede venir. No los veo desde enero porque estaba en Europa. Estamos súper conectados por videollamada, así que será un día de la Madre a la distancia. Si algo hizo la pandemia es igualarnos así que todos pasaremos un festejo lejos de nuestras madres. En algún punto, la cuarentena dejó en evidencia las desigualdades que hay y nos puso a todos en un mismo lugar, por la vulnerabilidad, porque no importa dónde vivas y cuanto tengas, le puede llegar a cualquiera. El Día de la Madre será duro para todos los argentinos que están lejos de su familia.
—¿Le gustaría adoptar a un hijo?
—En algún momento fantaseé con la idea pero hoy no lo pienso. Estoy más cerca de que me lleguen los nietos y tener otra perra (risas). Cuando no quise tener más hijos, le hice tener cachorros a mi perra y me quedé con una. Luna es la mamá, una Bichón Frisé, y Sol es la hija.
—¿Cómo se imagina con Alejandro cuando sus hijos se independicen definitivamente?
—Es algo que no pasa de un momento a otro. Todos los años uno los dedica a la familia, es una forma de vida. Es importante en este tiempo dedicarle tiempo a la pareja, porque uno sabe que algún día los hijos se van a ir. No descuidar a tu pareja ni a uno mismo. Vivo con mucha naturalidad y tranquilidad porque disfruto de mi pareja y tengo una vida más allá de ser mamá. Veo a la mujer diversificada en varios roles y supongo que lo interesante es poder crecer en todos esos roles, el profesional, la mujer y la amiga, más allá de la mamá que es protagonista absoluta. En definitiva eso te hace ser mejor mamá, porque si una es feliz, todo lo que das lo hacés con amor. Es muy difícil explicar ser madre cuando no sos madre. Es un sentimiento completamente distinto a todo el amor que podés tener, lo descubrís cuando te ponen a tu hijo en brazos. Darías la vida y más por esa personita. En mi familia tengo una adopción de parte de mi tía. Es un acto de amor dar a tu hijo cuando sentís que no te podés hacer cargo pero decidís llevar el embarazo adelante igual, así como asumir la crianza de un niño. Mi tía, la hermana de mi mamá, adoptó a un bebé que es mi ahijado y tiene más de 30 años. También trabajé en hogares de chicos de tránsito hasta que puedan volver con sus familias o ser adoptados. Siempre me involucré con temas de Infancia, Educación y Salud. De chica estudié Terapia Ocupacional, quería ser maestra y estudiar Psicología porque es mi verdadera vocación, no son temas que me sean ajenos. Los tengo a flor de piel y soy muy sensible a estas situaciones. Uno nunca puede juzgar a nadie porque cada uno resuelve y hace con su vida lo que puede. Y está bueno que pueda haber otra persona para recibirlo.
—¿Le gustaría retomar esa profesión o tener su propia fundación benéfica?
—Soy parte de muchos proyectos. Sigo con Olimpiadas Especiales que participo desde los 13 años cuando fui voluntaria; desde hace 15 años que organizamos la cena benéfica para el piso pediátrico del Hospital Austral; y hace cinco años que armé un taller de Moda en la Escuela de Moda Domingo Savio en el barrio de La Cava con adolescentes de 13 y 14 años. Todo lo que tiene que ver con la Moda es una excusa para ayudarlas a que se reconozcan y se cuiden. Siempre voy a estar para colaborar con lo que tiene que ver con amplificar mensajes. Y gracias a mi profesión siempre tuve la posibilidad de ayudar a comunicar. Encaro la vida de esa manera. Me gusta rescatar a las personas, al ser humano, en el sentido de poder verlo más allá de la circunstancia. A veces con un simple gesto, con el hecho de no ignorar, ya podemos colaborar.