Lilita Carrió presentó a su hija y la nueva colección de su marca "By Lilitas"
“QUIERO DEMOCRATIZAR LA MODA”
En la casa de Capilla del Señor de Lilita Carrió (64) está prohibido hablar de política. Basta hacer alguna mención al tema para que “Lilita” sea terminante: “Aquí sólo se habla de filosofía, música o moda”, dispara con su humor característico quien hoy se define como “miniempresaria”. La exdiputada nacional abrió con su hija, Victoria Benítez (30), la marca de indumentaria para la mujer “By Lilitas”, que vende online y ya suma casi 30 mil seguidores en su cuenta de Instagram. “Quiero democratizar la moda”, enuncia Carrió, quien con la moda como eje, hace un recorrido por su vida y una oda a la libertad de la mujer.
—¿Cómo surge By Lilitas?
—Victoria Benítez: Era el cumpleaños de mi mamá el año pasado y como había dejado la política, me dijo que tenía ganas de hacer una marca de ropa. Como yo trabajo mucho en redes sociales, soy fotógrafa y edito videos, me pidió que la ayude. Ese día me apareció con tres bolsas de ropa y dos modistas que la habían confeccionado para empezar. Me dijo que había comprado las telas con las tarjetas de crédito y que ahora había que vender. Como mi deuda es su deuda, empezamos. Empezamos a sacar fotos con cualquier mujer que quisiera posar con nuestra ropa. Le dije que hiciéramos venta online porque no teníamos plata para alquilar un local. Tuvimos muy buena recepción de parte del público por la ayuda de mamá y de los medios que le dieron difusión.
—¿Quién diseña?
—Elisa Carrió:¡Yo! A mí me encanta desde chica la ropa y el diseño en general. La casa, los muebles, la decoración, la mesa, todo, entonces desde la adolescencia nos juntábamos con amigas y nos hacíamos la ropa para estrenar el fin de semana. Tenía una costurera de mi madre que me hacía los vestidos de gasa, como si fuera una película. Siempre me gustó la ropa, no me gusta usarla igual, siempre ando en camisón. Digo con muchas amigas que nosotros nos ponemos un vestido para ir a la fiesta y vivir una película. Y me gustan las telas y el diseño. By Lilitas tiene mucha calidad de telas y diseños clásicos.
—¿En el negocio textil le gusta ser tan protagonista como en la política?
—EC: Victoria maneja todo porque te imaginás que yo no sé prender ni apagar un celular. Tengo redes sociales pero la llamo a Berta –su community manager– y le digo:´decía tal cosa´. No sé atender un celular para que tengas una idea.
—VB: La gran pelea entre nosotras es que ella es la cara, claramente sin ella no podríamos tener el alcance que tenemos, pero de repente le querés hacer una foto y tenés tres segundos (risas). Si repetís, nos peleamos.
—EC: Pero esa lucha se da con los periodistas también cuando vienen a entrevistarme. Cuando estaba en la política, o mejor dicho, ahora también… no sé ni en qué lado estoy (risas)... yo no aguanto mucho las fotos, pero ya se acostumbraron que son 10 minutos. No aguanto mucho las fotos.
—Si tiene que viajar, ¿En la tarjeta de migraciones pone de profesión política o empresaria?
—EC: Pongo abogada porque ejerzo la profesión o miniempresaria, porque es lo soy. Estratega, organizadora de fiestas y eventos, decoradora… como soy media ama de casa, me gustan las cosas de la casa, más allá de que mucho no haga. Toda la vida me educaron en el arte. Tenía una tía que era profesora de historia del arte. Entonces a veces tenía dinero producto de mi familia, aunque a veces había economía de guerra y se comía albóndiga con arroz durante una semana, y después pasaba. Yo pasaba de un extremo al otro. Esta tía me enseñó que tan sólo mirar las cosas, mejoraba el gusto. Muchísimas veces en la vida me pasó que no podía acceder a las cosas que me gustaban, pero en consecuencia, con el gusto que uno va tomando al viajar, fui tomando un estilo.
—¿Y define su estilo?
—EC: Mi estilo es clásico, de buena cartera, buen pañuelo, collar de perlas y buenos zapatos. Me visto así desde mis 20 años. Me gustan los colores, a diferencia de las argentinas en general que van al beige. Me gusta mucho el negro y el azul marino pero también me atrevo con los colores vibrantes. Eso es By Lilitas, el clásico con colores vibrantes. Todas las mujeres me preguntan qué color de lápiz labial uso porque es para mujeres outlet como yo (risas), mayores de 50 años, o menores clásicas. El otro distintivo es que la colección no está marcada por temporadas. Con Ana buscamos telas y modistas. Trabajamos con mucha gente porque también es ayudar a dar trabajo en medio de la pandemia.
—¿Es cierto que pusieron a la venta una colección suya tipo vintage?
—EC: Sí, ese fue mi capital porque no tenía un peso (risas).
—VB: Me gustaría destacar otro aspecto porque la gente piensa que el negocio funciona sólo por el apellido. En un primer momento no teníamos plata y ni siquiera podíamos pagar las deudas a las modistas y a las telas, que nos habían dado en concesión pero teníamos un plazo. Como ella tiene mucha ropa que no usa o la usa una sola vez y se pone el camisón, tenía buena ropa de marca así que empezamos a vender eso para saldar las deudas.
—EC: Yo entregaba el placard, total ya no lo voy a usar (risas). A muchas mujeres les encanta y no la uso mucho, a no ser cuando voy a televisión o a algún evento.
—¿Se pagaba más por ser suya la ropa?
—EC: La pusimos a buen precio y apostamos a lo que se puede hoy. Había vestidos y tapados de los 80s y 90s. Había de muchas marcas pero no las Louis Vuitton. Había marcas conocidas pero también prendas de Zara que estaban impecables. En general cuando compré ropa no me fijé en la marca sino en la calidad de la tela y en buenos diseñadores. Me acuerdo que en los 90 compraba ropa por 20 pesos, o al menos eso le decía a mi marido cuando llegaba con bolsas de ropa para los chicos, que me había salido 20 pesos (risas). Las cosas lindas y bellas pueden ser baratas o caras, pero nunca compré caro en cantidad, a lo sumo un pañuelo o una artesanía veneciana. Compraba telas en el exterior, por ejemplo en México el algodón rústico o en la ruta de la tela de Israel, donde le compraba a un turco que era maravilloso hasta que me echó porque le pedía mucha rebaja (risas). La calidad no pasa, por eso Grondona pasó (risas).
—¿Hay algo en su vestidor de lo que no se desprendería?
—EC: Algunas porque tienen valor personal. Hay muchas personas que me regalaron ropa y mujeres que murieron y me dejaron ropa. Gino Bogani también. Esas son joyas que las tengo como si fueran piedras preciosas porque tienen que ver con otras vidas también. Son actos de amor de amigas. Y cuando elijo una cosa elijo para siempre. Tengo blazers de 30 años.
—Finalmente con la subasta, ¿Pudieron remontar la situación financiera?
—EC: Sigo con las deudas pero por lo menos estamos pagando las deudas de la temporada. Seguramente el año que viene tengamos ganancias. No recordaba que habíamos empezado hace un año, para mi pasó una década (risas).
—VB: No tenemos ganancia pero cuando ves que empezamos con deudas y seguimos así, estamos en pandemia y a mí me viene bien el trabajo, por más que sea un ingreso mínimo, pero al ayudar a mucha gente, eso también es una ganancia. Le dimos trabajo a mucha gente desocupada.
—EC: Trabajamos con costureras pero también con las mujeres de la cooperativa de Toty Florez “La Juanita” de Laferrere, que van a hacer la moda de playa. Somos cocreativas con ellas y con mucha gente. Y la verdad es que se vende todo. Queremos tener un precio razonable, tampoco podemos ponerlo menos porque la tela es de mucha calidad.
—VB: Tenemos una producción pequeña, dos o tres prendas por diseño.
—EC: Y también es talle grande, que es el gran problema de la Argentina. Aquí los talles están manipulados.
—¿Tiene la intención de democratizar la moda?
—EC: Exacto, quiero democratizar la moda, desde el precio, la edad, los estereotipos… la belleza no depende del talle, depende del alma. Lo que me di cuenta es que la moda para personas grandes era muy antigua, por eso siempre me tuve que hacer la ropa. Era muy delgada hasta los treinta y pico, pero este era un nicho que juega con la igualdad. Yo no tengo ganas de ser delgada, me gusta cómo soy.
—VB: A nosotras nos compran en todo el país de forma online. Las clientas más fuertes están en pueblos, campos, son señoras de talle L o XL que están renovando su vestuario. Se quieren llevar todo. Berta, una clienta, nos contó que no podía acceder a este tipo de prendas. Son clientas muy fieles, se vende todo. Es una alegría y tenemos un feedback muy lindo, más allá de que hay muchas seguidoras por mamá. Recibimos mucho amor, y no se habla de política.
—¿Hay clientes kirchneristas?
EC:—No sabemos… lo que nadie sabe es que en la mayor parte de mi vida, soy otra persona. En general, suponen que el que hace política está hablando todo el día de eso, y en mi casa está prohibido hablar de política. Es como si fueras dentista y llegás a tu casa y te hablan de los dientes. Siempre cumplí con mi deber, pero cuando vienen incluso amigos políticos, está prohibido hablar de política. Se habla de cultura, se pone música, se toca la guitarra, porque sino no se puede sostener esto por tanto tiempo.
—¿Es admiradora de Eva Duarte de Perón?
EC:—Sí, eso viene de la Ciencia Política. Siempre me pareció una mujer sufriente y hermosa. La entendí como proceso, porque hay un momento en que se llena de cosas de Dior, pero termina con trajes de sastre. Y tenía 26 años, que es lo que nadie ve. Cuando la culpan a Evita, no se dan cuenta que tenía 26 años y muere a los 33. Como mujer y líder político, con todos los defectos y virtudes de los líderes, fue una cosa impresionante. Por eso muchas veces hablo de Evita. Me llevo muy bien con mucha gente del peronismo, obviamente el kirchnerismo es otra cosa. Esto de antinomia es nuevo, por lo menos para nuestra generación, de los 60 o 70 años. Tengo muchas amigas peronistas y de todos los partidos, pero también tengo otras figuras de mujer.
—¿Qué mujeres admira?
—EC:-Marguerite Yourcenar como escritora, Rosa Luxemburgo, y muchísimas mujeres que lucharon a lo largo de la vida como la esposa de Pericles, Aspasia de Mileto… hoy es más fácil ser mujer que hace mucho tiempo. Siempre recuerdo que mis abuelas no podían ir solas a un bar a tomar un café, más allá de que una sí lo hacía que era muy libre y gitana y hacía lo que quería. Todavía hoy en los pueblos no es fácil ver a una mujer de más de 60 años sola sentada en un café. Eran incapaces de hecho, como los niños, hasta la reforma del año 66. No podían administrar sus bienes. Lo que pasó es extraordinario. Yo siempre ejercí la libertad igual. Pero hay una generación anterior a la mía que no la tuvo.
—¿Cómo le cambió la relación con el cuerpo con el paso de los años?
—EC: Yo medía 90-60-90 pero vivía muerta de hambre. Hay una discusión con una militante nuestra fundadora del partido que estuvo presa en la dictadura y decía que ella había pasado hambre, y yo le respondía en chiste que lo mío había sido peor porque había pasado hambre teniendo toda la comida alrededor. Yo le comía la comida al mayor. Además, cuando uno es muy lindo, nadie ve tu alma, es una cosa muy impresionante. Mi madre me decía que si era linda e inteligente no podría tener ningún problema. También la buena forma esconde a la verdadera persona. Y cuando me quedé embarazada de Victoria me rebelé. Iba a la facultad, comía chipa y tortas, y engordé bastante con el embarazo. Y cuando vino el otro hijo más el estrés de la política, me llevó a un exceso de peso producto del estrés, un shock metabólico. No tengo ningún problema con la apariencia porque nosotros tenemos que ser lo que somos. Lo importante es cómo uno se sienta y se plante ante la vida. La moda expulsa a muchas mujeres… yo creo que hay una multiplicidad de estéticas y que es una cuestión de actitud, la persona hermosa es así por su actitud y por su empatía, y eso se nota en todo. Es un llamado a las mujeres a ser quienes son y a que no las menosprecien. A mí me critican por gorda, sucia y loca, etc., pero es una forma de discriminación de la mujer y a mí me encanta, porque en el fondo ni me tocan. En todo caso soy un ejemplo de cómo siendo muy linda y flaca o muy gorda en otro momento, siempre fui la misma. Y nunca me sentí fea, ni cuando llegué a pesar 120 kilos… me miraba a la cara, pero para abajo no. A lo que me ayudó la celulitis es a no creerme la fama. Yo era una profesora muy famosa en la facultad de Derecho del Norte. Cuando fui a la Convención Constituyente a los 37 años y empecé a salir en la tapa de los diarios, había un título que decía: “De gordita anónima a estrella de la Convención”. Me agarró el tema de la fama. Me fui corriendo al departamento, me saqué la ropa y me miré la celulitis y me deprimí. Así que mi gran arma contra la fama fue la celulitis (risas). Nunca compré la fama.
—¿Qué imagen le devuelve el espejo hoy?
—EC: Me veo bien, ese es el problema (risas). Yo me veo mal cuando estoy deprimida, pero hoy me veo bien en camisón o en el mejor vestido. Lo que ya no soportamos más las mujeres son las prendas ajustadas.
—VB: Yo la veo bien y me veo bien. Una se ve cómo se siente y no como ve. Es muy subjetivo. Me puso contenta esa respuesta de mi madre. Yo soy más prudente que mi madre y muchas veces chocamos por eso, pero le agradezco la libertad de expresión que siempre tuve para con ella y con la vida, siempre me incitó a expresarme, eso se lo agradezco y es lo más valioso que me enseñó, a ser libre y bancar mis decisiones.
—EC: No hay que tenerle miedo al ridículo, eso me lo enseñó mi padre. No hay que reprimirse, yo me río de mi misma y no le temo al ridículo. Porque yo soy un meme, sólo hay que tenerle miedo a mentir o a robar. Hice todo en la vida, incluso By Lilitas. Esto de tener libertad de la política, más allá de la responsabilidad de estar en los momentos difíciles, te permite dar trabajo y ser creativa, que es lo que quiero transmitir. Como creo tanto en Dios, vivo a la deriva de la providencia.
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