jueves 25 de abril del 2024

ANGIE CHAMOSA, Educadora Musical

LAS CANCIONES DE AYER EN EL AULA DE HOY. Galería de fotosGalería de fotos

CREDITO CARAS

“Arroz con leche/me quiero casar/con una señorita/de San Nicolás/que sepa tejer/que sepa bordar/que sepa abrir la puerta para ir a jugar”, canción de nuestras infancias donde un hombre busca mujer con determinadas condiciones. Al igual que “Aserrín, aserrán/los maderos de San Juan/Piden pan, no le dan/piden queso, le dan hueso/y le cortan el pescuezo”, ejemplo de la explotación y el poder. También recuerdo un juego de manos que decía: “El verdugo Sancho Panza/ha matado a su mujer/porque no tenía dinero/ para irse al café”… letra que hoy se llama “femicidio”. Y aquella Catalina que esperaba a su esposo que había marchado a la guerra y en una de sus estrofas determina: “Siete años he esperado/siete más esperaré/y a mis tres hijas mujeres/al convento enviaré/y a mis tres hijos varones/a la Patria los daré”, nos da cuenta de una época donde la mujer si no era con su marido, no era con nadie. Y revisando las novelas que mirábamos en mi infancia, surgieron cosas aún peores: “mirá la flaca no tiene nada/y ese gordo es un lechón”… (Cebollitas, años 90), el bullying que aún no se visibilizaba como tal…

Ahora bien… ¿qué pasa con la memoria emocional que esas canciones producen en nosotros, siendo docentes? ¿Debemos dejarlas de cantar por el hecho de que los tiempos han cambiado o podemos cantarlas como parte de nuestra identidad musical y hacer pensar a esos niños sobre sus letras? Este planteo lo hemos debatido muchas veces con una compañera educadora musical, que me decía que “La Catalinita” se la cantaba su abuela. Y si bien hoy nos hace mucho ruido la letra y el destino de las mujeres al convento y de los hombres a la guerra, a ella siempre la va a convocar el recuerdo de esa abuela que le cantaba.

Los tiempos han cambiado y estas canciones han sido abordadas por los docentes, creando nuevas versiones, como la del Arroz con leche con perspectiva de género que dice: “Arroz con leche/yo quiero encontrar/a una compañera/que sepa soñar/Que crea en sí misma/que salga a luchar/por conquistar sus sueños/de más libertad/Valiente sí/Sumisa no/feliz, alegre y fuerte/ te quiero yo”. Lo mismo sucedió con “Aserrín, aserrán”, donde los niños y niñas de una escuela han cambiado la letra, abordando los derechos de los trabajadores: “Aserrín, aserrán/los maderos de San Juan/defendiendo sus derechos/decidieron reclamar/vacaciones y aguinaldo/ y ocho horas de trabajo”.

Las épocas cambian, las canciones también. Y lo que antes era un simple juego hoy es reformulado por las infancias acompañadas por sus docentes. Aun así, crecimos en esa época, con esas canciones. Negarlas sería necio y llevarlas al aula crudamente sería casi como esperar el fusilamiento en el paredón… Pero, ¿y si les damos la oportunidad a las infancias de pensarlas? ¿Qué pasa si creamos otros destinos para los hijos y las hijas de La Catalina, o un destino común? Abramos esa puerta y estaremos regalándoles a las infancias el mayor de los tesoros: la libertad del ser creativo.

 

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