La llegada al nuevo hogar, tanto para un cachorro como para su familia, es un momento muy emocional, y si no tenemos cuidado, el apego puede convertirse en hiperapego. Durante el segundo destete, los cachorros pierden toda referencia conocida, llámese su mamá, sus hermanos de camada, su primera casa; y comienzan a vivenciar un nuevo hogar y familia, lleno de estímulos pero carente de referencias sociales y emocionales conocidas.
Afortunadamente, los cachorros son muy flexibles y tienen una gran capacidad para adaptarse a los cambios, superar el stress y recuperarse de una manera asombrosa. Aunque en este recorrido junto a su nueva familia y hogar, el cachorro pierde de vista dos de los pilares fundamentales que están impresos en su código genético: el grupo social (manada) y el territorio (hogar).
En estas situaciones, es posible que el cachorro busque un referente dentro de su nuevo grupo social, intentando relacionarse permanentemente con él, lloriqueando o gimoteando, siguiendo al referente por toda la casa, inclusive, hasta el baño. El cachorro puede encontrarse emocionalmente perturbado y manifestarlo con todo su ser.
Hablamos de hiperapego primario cuando el cachorro siente la necesidad constante de la presencia del tutor referente, el “ser” objeto del hiperapego, por tanto, vive en un estado de anticipación emocional e hipervigilancia: ante el mínimo movimiento del tutor referente la emoción se activa, provocando un chorro conductual exagerado.
Y como si de un círculo vicioso se tratase, el tutor responde a esa demanda (llantos, gimoteos, micciones inadecuadas) intentando reconfortar al cachorro, acariciándolo, dándole de comer en la boca, sosteniéndolo en brazos o en el regazo, o bien permaneciendo junto al cachorro largas horas del día sin dejarlo solo. Aquí nace el hiperapego secundario: reforzado inconscientemente por el tutor, directamente ligado al tipo y calidad de vínculo que el cachorro sostiene con el resto del grupo social.
Es importante entender que, para que el apego derive en hiperapego sí o sí hacen falta mínimo dos actores: Perro y Humano. Y bajo esta premisa, es nuestro deber como tutores amorosos y responsables, trabajar en tener vínculos “sanos”, no tóxicos, con nuestros cachorros: ayudarlos a ser independientes, autónomos, libres de expresarse y explorar. Al establecer rutinas claras y consistentes, normas y límites, nos aseguramos la carencia de “incertidumbre” en el cachorro y un apego seguro, impactando beneficiosamente en su salud emocional.
Si tenés un cachorro o perro adulto con hiperapego, contactanos, ¡podemos ayudarte!
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