Estamos en un momento de quiebre como humanidad, la comprensión de las pérdidas de autodominio y bienestar nos han llevado a replantearnos la importancia de “volver al origen”. Ese origen ancestral donde el humano respondía a sus necesidades primordiales: comer, dormir, sobrevivir y procrearse, todo ello con el sentido lógico de subsistencia y continuidad de la especie. Y en ese devenir de necesidades también operó la construcción de grupos de reconocimiento para justamente poder ser y ser protegidos los unos a los otros.
Ahora bien, con el correr de la evolución la quietud en todo sentido, mental, física, espiritual, social, educacional, de toma de acción fundamentalmente, ha dejado a la persona en el lugar de la espera, de la no acción, de la conformidad a ser disconforme, de la queja sin protagonismo. Nos hemos adoctrinado a responder a programas y premisas preestablecidas. Y “hoy” muchas personas estamos cayendo en la cuenta de esa “trampa no impuesta conscientemente” sino adquirida generacionalmente, porque la hemos tomado como paradigma existencial y afianzado generación tras generación. Creer en todo lo que se nos diga, sumergir nuestra mente en esos conceptos y a partir de ello construir la propia realidad basada en una lógica de casualidades y desgracias ha sido la forma, que sostiene algo de mística en la queja.
Entonces, para qué nos conviene ver esta realidad, para no mucho. Salvo que quieras cambiar el rumbo de tu vida. Si estás en un momento de búsqueda es conveniente replantearse si tu animal interno responde a un ser libre o sometido. Y a partir de ahí, ir tomando consciencia, forzadamente y hasta dolorosamente, para salir de ese lugar. Si te auto-convences de que ya eso no te pertenece, no te representa: ¡ACTÚA! Más luego, tomate el tiempo, realmente tomate el tiempo, para la gestión de todo aquello que te hará sentir libre y auténtico. Aunque, al inicio la confusión de a quién seguir, por dónde ir y de cómo hacerlo te confundirá aún más.
Al final de todo ello, te darás cuenta que no hay búsqueda, hay creación. Cada momento vivido lo estarás creando a consciencia. Y cuando llegues ahí, tu mente habrá comprendido que existes por simplemente querer existir. Es similar al cuento de que si cae un árbol en un bosque y no hay nadie en el bosque para escucharlo. ¿Existe o no ese sonido?
Abrazo iluminado, Mariana Cocuzza
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Fotografía: José Ítalo Ceol
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