Valentina Ferrer no siempre estuvo rodeada de luces, cámaras y pasarelas internacionales. Antes de ser Miss Argentina y desfilar para marcas como Ralph Lauren o Nike, trabajó vendiendo frutas, haciendo tortas y como personal trainer. “Trabajaba de lo que fuera”, recordó en una reciente entrevista, y aseguró que su camino fue “un proceso de tiempo, con esfuerzo”. Hoy, a sus 31 años, es modelo, empresaria y voluntaria en programas sociales en Nueva York, pero no olvida sus raíces.
Nacida en Córdoba, Argentina, Valentina se sintió atraída por el mundo de la moda desde muy chica. Luego de terminar el secundario, se mudó a Buenos Aires, donde firmó con la agencia Visage. Su gran salto llegó en 2014, al ser elegida Miss Argentina y, al año siguiente, quedar entre las 10 finalistas de Miss Universo. Esa experiencia la llevó a firmar contrato con la prestigiosa Wilhelmina Models y pisar pasarelas internacionales, consolidando su presencia en el mundo fashion.
Los trabajos de Valentina Ferrer antes de ser modelo
Antes de alcanzar ese reconocimiento global, Valentina atravesó una etapa de trabajos varios, algunos muy lejos del glamour de las pasarelas. “La primera vez que me subí a un avión tenía 19 años. No hablaba el idioma, trabajé vendiendo frutas, haciendo tortas, de personal trainer, trabajaba de lo que fuera”, contó, resumiendo en una frase los años en los que se abrió camino sola.

En 2019 decidió diversificar su carrera y se convirtió en copropietaria de Kapowder, una firma liderada por mujeres, enfocada en salud y bienestar sostenible. La marca desembarcó en 1.500 tiendas Walmart de EE.UU. con sus barritas de proteína vegana con colágeno. También está presente en Australia, Hong Kong, Canadá, y próximamente Colombia. “El propósito que tiene es demostrar que es súper fácil y súper rico poder comer saludable”, explicó Valentina, quien asegura que su educación alimentaria provino de una infancia en la que su familia cocinaba todo en casa.

Pero no todo es moda y negocios. En Nueva York, Valentina es voluntaria en los programas juveniles de la organización sin fines de lucro Glasswing, donde acompaña emocionalmente a estudiantes migrantes. “Lo hago porque de verdad me encanta, es una de mis pasiones, lo hacía en Argentina desde muy chiquita”, dijo. Su dedicación fue reconocida en la última gala de la fundación, y al enterarse, su pareja J Balvin le dijo con orgullo: “¿En qué momento creciste tanto?”.
El reconocimiento lo dedicó a su madre, una mujer que la marcó profundamente: “Mi mamá nunca tuvo ayuda, con cinco hijos, maestra, y encima ayudaba en un hogar de mujeres maltratadas. Fue mi primera mentora”. Hoy, Valentina también es madre y asegura que esa experiencia la transformó por completo. “Quiero que Río —su hijo— vea también las diferencias”, afirma, soñando con una vida más tranquila fuera de Nueva York, con otro hijo, perros y mucho espacio para crecer en familia. En equilibrio entre el trabajo, la maternidad y su compromiso social, Valentina Ferrer agradece estar en un momento donde puede mirar hacia atrás y decir, muy segura, que todo valió la pena.
F.A

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