Se conocieron en la adolescencia, hace treinta y cuatro años, él le llevaba dos y lejos estaban de imaginar los rumbos que tomarían sus vidas. Dicen que tuvieron un noviazgo feliz en el que se divirtieron mucho con amigos y compartieron absolutamente todo. Después comenzaron a trabajar juntos, respetándose el uno al otro y sabiendo de las dificultades que puede acarrear tal decisión. Pero los caminos de Federico Bonomi (52) y Cynthia Kern (50) estaban predestinados a unificarse en uno solo, ese que los llevó a fundar en el año 1992, junto con otra socia, la marca de indumentaria Kosiuko, y ese que los propulsó a formar una familia con todas las letras. “Cynthia es el amor de mi vida, somos super compinches y nos ayudó mucho el haber empezado los dos de cero y con el mismo sueño. Fue un amor limpio, porque cuando nos conocimos no teníamos nada, y si bien atravesamos por años complicados y en los que a nivel laboral no nos poníamos de acuerdo, siempre estuvo el amor y el respeto por encima de todo”, revela el sostén masculino de la historia. “Está bueno las diferentes formas de ser que tenemos, él me potencia a mi y yo lo potencio a él. Y a veces se tiene que adaptar a cómo soy, me conoció así y sabe que nunca cambié. Nuestra relación es mágica y maravillosa, lo lindo es creeer en tu pareja y en tu compañero de vida. Y yo sigo creyendo en el amor y el matrimonio”, avala el lado femenino de una pareja que hoy cosecha la siembra de tantos sueños mancomunados: “Es muy gratificante haber apostado hace muchos años a algo y ver que resultó. Porque hemos hecho todo en paralelo, la familia, el matrimonio, los niños, y saber que todo dio semejantes frutos me llena de orgullo. No se como decirlo, pero me siento un afortunado, tanto a nivel familiar como también por el hecho de trabajar en lo que me gusta”, confiesa quien disfruta junto a su mujer de los cuatro hijos que concibieron: Luca (22), Mika (20), Fiona (17) y Luigi Bonomi (15).
Forjadores de un imperio empresarial que nació con Kosiuko, continuó con Herencia Argentina y se expandió al rubro inmobiliario a partir de la apertura de sus tres hoteles Casa Chic (Punta del Este, Palermo y Carmelo), a los Bonomi no les resultó nada complejo coordinar sus tiempos para recibir todos juntos a CARAS en su casa de José Ignacio. Porque una de las mayores satifacciones que comparte el matrimonio es haber amasado y amalgamado una estructura familiar tan sólida como la de sus negocios. No importan las diferencias generacionales ni las edades, cada eslabón de la cadena está en su lugar para que la armonía fluya: “Con Cynthia generamos condiciones de buena onda y una energía positiva que los atrae. Tener a lo chicos unidos y que nos acompañen a la edad que tienen, estar todos conectados y comer mínimo cuatro veces a la semana juntos, no es fácil. La pasamos bárbaro, siempre alguno pone en un chat grupal ‘¿dónde comemos hoy?’ y se prenden todos, se arman mesas muy divertidas. También viajamos mucho de a seis”, confiesa Federico, un apasionado por los fierros que atesora una envidiable colección de motos y autos antiguos. “Desde los 13 años que ando en moto, cuando mi papá me regaló la primera, y nunca más paré. A los 17 me armé mi primer auto antiguo, un Chevrolet del ‘46, he comprado mucha porquería vieja (risas) y me pasé inviernos enteros restaurándolas. Me gusta tanto como la náutica, todo lo que sea explosión nos encanta”, dice e incluye en su último concepto a sus dos varones mayores, Luca y Mika, ambos ya trabajando con su padre en Herencia Argentina.
“Los chicos tienen una gran mezcla de ‘Fede’, una persona de una gran paz interior, y mía. Ellos ven que sus papás se siguen eligiendo, se abrazan, comparten toda su vida juntos, les da paz tener una familia así. Cuando vos tenés un orden, que se come en tal horario, te levantás a una cierta hora y se trabaja en otras, no le das lugar al descontrol”, explica Cynthia, quien tanto en su casa de Buenos Aires como en la de Punta hace un culto a su devoción cristiana rezándole a vírgenes y rosarios: “Yo digo que Dios no elige a los perfectos, sino que perfecciona a los que elige. En la vida no todo es dinero, sino que muchas veces se trata de tener el tiempo para estar con quién más lo necesita. Por eso con un grupo de mujeres armamos ‘Vestir el Alma’, un grupo en el que tratamos de hacernos un espacio para estar con el otro. Es algo muy lindo que me dignifica como persona, siento que a través de los años fui sanando y perfeccionando mis costados débiles -no se si esa es la palabra- o imperfectos. Es un camino de ida, porque lo plasmás llevándole a la gente un mundo mejor”.
—¿Hablemos de “Las Palmeras”, la casa que los reúne todos lo veranos en Punta del Este.
—CK: La compramos cuando Luigi tenía tres, hace unos doce años, y la vamos agrandando, es impresionante ver como todos los veranos va mutando. La fuimos armando con mucho amor, te cuesta salir de acá porque está emplazada en un punto muy lindo, tenés vista directa tanto a la playa Mansa como a la Brava, y el faro te ilumina toda la noche. Acá empezamos a venir cuando no había nadie, recuerdo que íbamos a la plaza y eramos tres madres llevando a nuestros chicos. A medida que ellos crecieron fuimos ampliando las habitaciones, ya que necesitaban espacios más privados y más íntimos. Yo soy abierta y me encanta que inviten a sus amigos y a sus novias, que vengan a disfrutar la casa que para eso está.
—FB: La primera vez que vinimos acá alquilamos una casa del otro lado de José Ignacio, y recorriendo esta parte, que estaba vacía, vi estos lotes que me encantaron. Siempre me dejo guiar por lo que siento, lo mismo me pasó cuando compramos en Carmelo, no soy de andar preguntando si conviene o no. Y nos terminamos enamorando, acá crecieron los chicos y la casa refleja el espíritu “chic” del que hablamos nosotros, una reinterpretación del lujo. En otras palabras, un lugar donde no falta ni sobra nada, en el que te podés relajar y conectar con vos mismo.
—¿Qué estilo le imprimieron a la decoración?
—CK: Quisimos que sea un lugar acogedor, que tenga situaciones de esos rinconcitos “chic” como yo los llamo, y que los hay en el deck, al costado de la pileta, en las terrazas, en los almohadones, en las colchonetas... Y nos gusta disfrutar de los espacios amplios, tratamos de ambientarlos así para generar esa cosa lúdica del poder compartir. De poder decir hoy no cenamos en la cocina sino en el living, en el comedor o en la galería. No nos gustan las decoraciones estandarizadas, con “Fede” somos cero standard. Y amamos esa simpleza “chic”.
—FB: Acá todo es sencillo, sin lujos y sin excesos, objetos lindos, cancheros y bien puestos. Esa es un poco nuestra esencia: no hace falta de todo, sino que con lo justo y bien ubicado está perfecto. Ese es el espíritu que transmitimos y el eje de la manera que elegimos para vivir, tal cuál se refleja en nuestras marcas.
—Cynthia, ¿es todo un desafío lograr sostener un matrimonio tanto tiempo?
—A mi me dan mucho dolor y tristeza las separaciones, conozco mucha gente amiga que le puso el alma al matrimonio, como nosotros. Y también, lamentablemente, muchas parejas que le pusieron garra y no se les dio. Quiero que las nuevas generaciones sigan creyendo en el amor, que sepan que las cosas fáciles no conducen a nada. A veces lo charlo con los amigos de mis hijos y me dicen que les cuesta engancharse, que todo está muy revoltoso. También me entristece ver como la gente pierde un montón de años buscando un ideal que no sabe si va a aparecer, ¡si pudieran bajar un poco sus expectativas y dejarse llevar! No hay que negarse la oportunidad en el amor, lo que más miedo nos da no es ser incapaces, sino poderosos. Cuánto nos cuesta entregarnos, bancartelá y decir “ésta es mi familia y voy para adelante”. A veces nos da más miedo tener luz que vivir en la oscuridad...
—Federico, ¿usted también se aferra a la fé católica como su mujer?
—No tengo el mismo nivel de práctica que Cynthia, a veces sí la acompaño a misa. Pero soy muy espiritual, tengo una conexión especial, una gratitud diaria y una conciencia de Dios permanente. No me vuelco tanto a la práctica, lo que hace Cynthia me parece espectacular y admirable.
—Cynthia, cómo madre, díganos algo de sus hijos...
—A Luigi, el más chico, le decimos “Doctor Lab”, es todo cariño y el más contemplativo de los cuatro. Fiona tiene una personlidad avasallante, es tan igual a mi que me impresiona, estamos aprendiendo a conocernos. Ya dejó de ser una nena y me marca cosas que yo marcaba de adolescente. Mika es un terremoto total, supercariñoso, y Luca tiene el legado del hermano mayor, es super pensante y medido, más estructurado, y en eso se asemeja al padre. ¿Tener más hijos? Me encantaría, pero ya no más (risas).
Agradecimientos: Kosiuko; Herencia Argentina;
Casa Chic, Makeup y Hairstyling Paola Chianesse.