En una charla íntima, profunda, con anécdotas de amor y otras de tristeza y desilusión, Rocío Oliva recibió a CARAS (siguiendo todos los protocolos higiénicos y de distanciamiento social) y reveló cómo era su vida antes de conocer a Diego Armando Maradona, su último gran amor y, al fin de cuentas, quien le cambió la vida.
La vida de Oliva, antes de ser la novia de Maradona, no era fácil. “La verdad es que lo único que no conocí fue el hambre. Después he pasado por cosas durísimas”, confiesa refiriéndose especialmente al hecho que le marcó su existencia: el asesinato de su padre frente a sus ojos en 2003, cuando tenía tan solo 12 años. Ocurrió en el cumpleaños de una prima de cuatro años, cuando los dueños del salón de fiestas de la localidad de Moreno (tras confusos y violentos episodios), le dispararon a su papá, que en ese momento tenía 36 años.
“Son cosas duras para una nena de 12 años, teniendo la relación que mantenía con él. Cuando sos chica, no entendés bien lo que pasa, después caés, subís y bajás. Yo estaba solita, y mi mamá (Mónica) tenía que trabajar mucho para que no se sienta la ausencia de mi padre en el aspecto económico. Cuando fui creciendo y empecé a necesitar mucho más a mi papá, me contuvo empezar a jugar al fútbol en River. Salía del colegio y en vez de quedarme llorando en casa recordando lo que había pasado, me iba a entrenar. El deporte es tan sano que salva a mucha gente de cosas malas. Aunque una no deja de pensar en el papá, de estar triste, tu vida cambia para siempre— dice Rocío, con la voz entrecortada—. Después me puse de novia... Y siempre me fijé en hombres grandes a raíz de esto que me pasó con mi papá. Como buscando a un padre más que a un novio. Hasta trataba de que tenga algún parecido. Cuando papá falleció, mamá no podía llevarme a un psicólogo porque ella tenía que trabajar. A los 12 años no podés ir a una terapia sola. Mamá fue viuda a los 32, y a los pocos meses se enamoró de José, que hoy es su esposo. Y me dieron a mi hermano Luciano, de 12 años. Nació cuando yo tenía 17. Siempre había querido tener un hermano porque era hija única. A Luciano lo bañaba, lo cambiaba, lo llevaba al jardín, le daba de comer. Hoy me ve como a una hermana, pero siempre recuerda que yo lo crié. El quiere algo y yo salgo corriendo a conseguírselo”, cerró.