A los 25 años, Jordan Belfort era el “amo del universo”. Promediaban los 90 y del otro lado del hemisferio, en la ciudad de Villa María, a 160 kilómetros de Córdoba, Cristina Invernizzi estaba aprendiendo a caminar. La vida del famoso corredor de bolsa, en cambio, había sido de todo menos tranquila.
La actriz y modelo argentina ya lo sabía en aquel primer encuentro casual a fines de 2019 en un bar mexicano. Había visto a Leonardo DiCaprio protagonizar el film de Martin Scorsese basado en su biografía El lobo de Wall Street (2013).
“Claro que conocía la historia, ¡había visto la película como todo el mundo!”, dijo Invernizzi en una entrevista desde la casa que comparte con Belfort en Los Ángeles. En diciembre El Lobo de Wall Street, como todavía se autodefine en las redes, cumplió un año con su novia cordobesa y asegura que lo hace muy feliz: “Es hermosa por dentro y por fuera, tiene un gran corazón. A través de ella aprendí la belleza de los argentinos”. Los dos dirán que de aquel corredor de bolsa adicto, corrupto, mujeriego y desaforado que interpretó DiCaprio solo queda “el lado positivo, la capacidad para pensar en grande y no darse por vencido”.
Tal vez esa capacidad fue la que (tras pasar 22 meses en la cárcel por fraude, manipulación financiera y lavado de dinero en 1998) lo impulsó a escribir el bestseller en el que narra su vertiginoso ascenso y caída en el mercado financiero de Nueva York, donde llegó a ganar un cuarto de millón de dólares por día, y provocó pérdidas de alrededor de 200 millones dólares a los inversores. Belfort, que ahora trabaja dando conferencias en todo el mundo, dijo en una entrevista que lleva 25 años sobrio: “Es muy fácil corromperse en Wall Street. No es que culpe a Wall Street por corromperme, pero mucha gente se deja seducir por el dinero rápido y toda la admiración y el poder que conlleva. Yo era salvaje y mujeriego, pero pude volver a ser la persona que era antes de todo eso. Cuando estás sobrio y no consumís drogas, es muy fácil vivir un tipo de vida diferente”.
Pero todo eso también tuvo que aclarárselo a Cristina, que llevaba pocos meses instalada en la CDMX, a donde viajó a probar suerte en las grandes productoras latinas (llegó a tener una participación menor en la tira “Cita a Ciegas”, del Canal de las Estrellas), después de siete años de trabajar en obras de teatro independiente en Buenos Aires. Él había ido a dar una charla a Guadalajara, cuando coincidieron a pocas mesas en un conocido restaurante y quedó encandilado por la belleza de la rubia, que antes de dedicarse a la actuación, fue reina de varios concursos en Villa María y hasta en Punta del Este, donde solía pasar las vacaciones con su familia.
Una cosa llevó a la otra, se sacaron una foto juntos, y las redes hicieron su magia: lo que parecía destinado a perderse en la simpatía de una noche, se convirtió en un ida y vuelta de horas en que el idioma no fue una barrera. Ella no se lo dijo, pero para sostener esas conversaciones, se ayudaba de un traductor, porque su inglés no era bueno.
FF