Por Yuyito González
El miércoles 25 de Noviembre llegué feliz a Canal 9 como siempre, para hacer “El Show del Problema”. Pero unos minutos antes de salir al aire, en el chat de la producción leo “falleció Maradona”. Empecé a dar vueltas por el estudio preguntándole a todos “es un chiste, no?” “Esto es una fake news, no puede ser verdad”, decía. Después, ya estábamos todos como locos queriendo confirmar, o más bien no confirmar la noticia que, lamentablemente, era cierta.
Se me cruzaron muchas escenas por la cabeza: recordé que el último día en que lo vi por televisión, y tan mal, había sido en el festejo de su cumpleaños número 60. Me tocó el corazón, tuve un sentimiento muy fuerte de hacer algo para darle ánimo, no sé…tal vez ir a agradecerle personalmente por ese breve momento de mi vida en que lo conocí a él y a su familia, en aquel tiempo de Nápoles. Sentí una gran pena por un capítulo de la historia de los argentinos tan importante, con un cierre tan triste. Lloré en el programa, me quebré, no me pude contener…
Haber sido la mujer de Guillermo Cóppola justamente en el momento del inicio de la representación de Maradona hizo que esta historia pasara a ser parte de mi vida. Yo no tenía ninguna relación con el ambiente del fútbol, más que el conocer a algunos jugadores en salidas de la noche. Pero fue en una de esas noches, en julio del ’83, cuando nos conocimos con Guillermo. Fue mágico. Nos presentó un amigo sin proponérnoslo. Surgió. Él, un dulce, trabajaba en un banco. Yo, recién entraba a la tele y era la chica del momento. Él era un bombón que todas querían probar. Yo también era un bombón que todos querían probar. Pero nos enamoramos muy fuertemente y ahí nos unimos. Dos años más tarde, un día del ’85, estábamos con Guille en nuestro departamento conversando recostados en la cama, hablando de la situación difícil que él estaba pasando en su trabajo en el Banco Federal, cuando recibe un llamado de Diego Maradona en el que le hacía la propuesta que todo representante de futbolistas hubiera querido recibir: ser nada menos que su representante exclusivo. Ese fue el momento en que aparece Maradona en mi vida.
Fue toda una revolución: Guillermo tenía que viajar inmediatamente para encontrarse con Diego, conocer todos los detalles de la situación en la que él se encontraba futbolísticamente y empezar a armar el plan de representación. Yo tenía compromisos tomados en la televisión y en el teatro, lo que hacía que no siempre pudiera viajar con él en ese primer tiempo.
Pero ya pudiendo ir a Nápoles nos alojábamos en el Hotel Paradiso y de ahí Guillermo salía a trabajar. Yo trataba de encontrar algo que hacer. La verdad es que no me era fácil estar sin hacer nada. Estaba sola mucho tiempo y me aburría bastante, y eso hacía que extrañara a mi familia, mi trabajo y mis amigas. A veces me quedaba alguna tarde en la casa con Claudia pero ella ya tenía su vida armada ahí y sus actividades y yo no terminaba de hallarme cómoda lejos de lo mío y por otra parte, lo más importante, estaba poco tiempo con Guillermo.
Con Diego lamentablemente no llegamos a tener un vínculo fluido. La representación no se trataba sólo de fútbol como tal vez yo podría haber imaginado en un principio. El trabajo de Guillermo iba mucho más allá del manejo de contratos. Se trataba de todo lo que tenía que ver con la vida pública y privada de Maradona y yo ya empezaba a sentir una cierta “rivalidad” con Diego porque la demanda era full time y me costaba incorporar esa nueva modalidad. Por cierto, cuando Diego en su auto-reportaje en La Noche del Diez dijo “yo con las mujeres de mis amigos no hablo” fue literal. Entre nosotros no había conversación. ¿Si tenía celos de Maradona? No. No es que tuviera celos de Maradona. Era que la hermosa relación que habíamos tenido con Guillermo estaba cambiando hacia un rumbo que yo no terminaba de entender cuál era. Guillermo en muchas de las anécdotas que cuenta de su vida con Diego reconoce “los excesos” y las “travesuras”, como le gusta llamar a las “diversiones” que compartían entre ellos. A mí me llegaban comentarios de infidelidades y de viajes con mujeres que por supuesto afectaban mi relación con Guillermo, aunque él no las confirmara. Para mí empezaba a ser evidente que lo nuestro estaba tomando otro formato. Mi pareja se iba convirtiendo, de lo unida que era, en tiempos de soledad.
En el ’86 quedo embarazada de nuestra hija. Estábamos en Nápoles y yo empiezo a sentirme mal, sentía malestar en el estómago, estaba cansada, me sentía rara. Guillermo inmediatamente se preocupa, le dice a Claudia lo que me estaba pasando, habla con Diego.
Finalmente organizan para que vaya a hacerme estudios al hospital. Recuerdo que me hacen todo tipo de análisis. Todo estaba perfecto. Como última prueba el médico nos dice que hagamos el test de embarazo. Lo hicimos y nos fuimos a esperar el resultado a nuestra habitación del Paradiso. En ese tiempo había que esperar dos horas para saberlo. A las dos horas suena el teléfono. Yo estaba muy nerviosa ante la expectativa y le pido a Guillermo que atienda él, al minuto lo veo con lágrimas de emoción. Estábamos esperando un bebé. Pidió champán, festejamos y salió a su oficina.
Yo pasé mi embarazo entre Buenos Aires y Nápoles hasta que ya no pude tomar aviones. En ese momento Guillermo decidió alquilar una casa en el Boating de San Isidro para que yo me alojara con mi familia y mis amigas. Aunque estaba rodeada de afecto, yo me sentía muy sola sin Guillermo. Recuerdo haber llorado bastante en esos meses entre chismes de infidelidades aunque nunca dejé en ese tiempo de sentir mucha alegría en los momentos en que él venía a casa, así hasta que llegó el día del nacimiento de Barbie que fue lleno de amor y emoción.
Sin embargo, no pude asimilar los comentarios que me llegaban de fiestas locas e infidelidades que ya eran más certezas que rumores. Estaba muy dolida. Después del nacimiento regreso a Nápoles con mi hija y Guillermo.
Una tarde él nos deja en la casa de Claudia. Recuerdo haberme pasado toda la noche esperándolo. Volvieron ambos, con Diego, a la mañana siguiente. Yo estaba desconsolada. Se me sumaron la sensibilidad post parto a la decepción y regresé a Buenos Aires. Con mi bebé de sólo tres meses supe que tenía que tomar una decisión. De ahí surge el famoso “Maradona o yo” que cuenta Guillermo y que dio pie a la participación no autorizada por mí en la serie “Sueño Bendito”. La elección en realidad era o el desborde y las infidelidades o la familia leal que podíamos tener aún siendo él el representante de Maradona.
Y eso no tenía que ver con que representara a Diego, tenía que ver con qué tipo de vida queríamos llevar adelante cada uno de nosotros. Así terminaba entonces mi relación de pareja con Guillermo, pero no la relación de familia que seguimos teniendo hasta hoy y en la que siempre ha sido un padre amoroso.
¿Si sentí rencor hacia Maradona por mi ruptura de pareja? No, para nada.
Al contrario. En el 89 se venía el casamiento de él con Claudia y yo quería estar ahí, sentía mucha alegría de saber que se casaban y le pedí “Guille, poneme en la lista de invitados”. Y así fue, estuve en esa noche maravillosa en donde todo fue alegría y también fue una manera, para mí, de terminar de sanar en mi corazón cualquier pequeño sentimiento doloroso que hubiese quedado de otros tiempos ya superados.
¿Si hubiera tenido un romance con Maradona? En otro contexto completamente diferente, sin conocer a Claudia ni a Guillermo, sí, me hubiera fijado en él. Diego era carismático y con una personalidad arrolladora. Pero para mí, tal como sucedió todo, Maradona siempre fue un hombre prohibido.
Me hubiera gustado conocer al Diego que no conocí. Me apena haber estado tan cercana y no haberme comunicado con él sin prejuicios. Hoy realmente sí pondría todo de mí para conocer al Diego divertido, al profundo, al comunicativo, al enojón, poder conocer lo que todavía quedaba de ese chico inocente que jugaba en “Cebollitas”, con esa vocecita tímida y esa sonrisa de niño sorprendido de que algunos empezaran a descubrir en él al mejor jugador de fútbol de la historia.
Producción Alicia Blanco